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Recuperando la sabiduría y sazón tradicional de las mujeres caldenses

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La culinaria tradicional está cargada de historia y recetas que se heredan de generación en generación. Estas mujeres, que a continuación hablarán, preservan platos típicos que representan la memoria de un pueblo golpeado por la guerra.

[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_empty_space height=»16px»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Texto por Erika Pinilla
Fotos por BetancourtB

Madera, velas, papel y plástico son consumidos por un fuego desganado que doña Ana intenta avivar para poner a marchar el fogón de leña. Las papas esperan desnudas en el poyo de la cocina mientras sus cáscaras se convierten en basura. Es viernes, día de ajiaco en Rescatando los saberes y sabores de las abuelas.

Que el menú del día, las sillas y los buñuelos de maíz no le confundan. Más que un restaurante dentro del Jardín Botánico de la Universidad de Caldas, esta es una iniciativa del CEDAT (Centro de estudios sobre conflicto, violencia y convivencia social) para construir paz. Por medio de este proyecto, mujeres como Ana Clara Martínez y Martha Myrene Pineda han resurgido después de vivir en carne propia los estragos del conflicto armado colombiano.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_empty_space height=»16px»][vc_gallery interval=»3″ images=»12804,12800″ img_size=»full»][vc_empty_space height=»16px»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Adversidad: 1 Situación contraria o poco favorable. 2 Desgracia o mala suerte.      

Doña Ana se topó con una de esas adversidades que ponen un mundo de cabeza: la presencia de grupos armados en su territorio. Esta mujer, oriunda de Pácora, Caldas, vivió gran parte de su vida en Salamina y, debido a la violencia que se desató la década pasada en distintos corregimientos de este municipio, tuvo que migrar a Manizales.

Ella narra su historia de forma cronológica. En el 2001 perdió la audición, pues se encontraba cerca de una detonación realizada por un grupo armado. Aunque arribó a la capital caldense en el 2002, no fue sino hasta el 2013 que pudo acceder a un audífono amplificador. En la vereda El Arenillo de Manizales comenzó a criar pollos y cultivar maíz, fríjol, cilantro y otros alimentos que vendía en el mercado orgánico de la Universidad de Caldas (UDC).

Además Ana asistió a talleres de alimentación sana y sin químicos e incluso sobre cómo hacer abono orgánico. “Uno cree que con el desplazamiento se murió para el mundo, que no tiene amigos y nadie vuelve a confiar en uno. Gracias a Dios no fue así”, cuenta ella.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_empty_space height=»16px»][vc_single_image image=»12797″ img_size=»full»][vc_empty_space height=»16px»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column width=»1/2″][vc_column_text]Por otro lado, Martha relata su historia basada en su familia como fuente de apoyo y solidaridad en todo momento. Ella es la representante legal de Mujer y Café, una asociación que surgió en el 2008 por una iniciativa de la Federación de Cafeteros para involucrar a la mujer cafetera. Doña Martha comenta: “Nos reuníamos únicamente a hablar de café, así que en el 2010 nos organizamos en Manizales para empezar a trabajar y capacitarnos en economía solidaria y agremiación. Con todo el trabajo en la asociación me he afianzado más en la solidaridad y todo lo que tiene que ver con lo social”.[/vc_column_text][vc_empty_space height=»16px»][vc_single_image image=»12803″ img_size=»full»][/vc_column][vc_column width=»1/2″][vc_single_image image=»12801″ img_size=»full»][vc_empty_space height=»16px»][vc_column_text]Ana Clara lleva 10 años en esta asociación y según ella, “renací porque era muy tímida y me daba miedo salir a las calles, pero allá aprendí el valor que tenemos como personas y entendí que si había quedado con vida, había que vivir”. Los caminos de estas dos mujeres se cruzaron en Mujer y Café. Fue allí donde doña Ana le contó a doña Martha sobre un proyecto realizado por el CEDAT de la UDC que buscaba recuperar la tradición caldense a través de la culinaria hecha por mujeres resistentes a todo, incluso a la guerra.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_empty_space height=»16px»][vc_column_text]Resiliencia: 1 Capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a situaciones hostiles.

En el 2013 el CEDAT comenzó a generar un proceso con mujeres desplazadas por el conflicto armado con tal de reconstruir memoria para la reparación y reconciliación de diferentes procesos con los cuales la universidad se compromete con la paz. Yolanda Medina, profesora de Desarrollo Humano y actual coordinadora del proyecto, explica que este ha tenido distintos momentos de capacitación y creación. Hace cinco años una estudiante española llamada Marta Ruíz llegó a Manizales y germinó un proceso con el fin de “recuperar memoria a través de la culinaria como un acto reparador y de prácticas ancestrales cargadas de historia que invitan a la reconciliación y la construcción de nuevas historias de cómo se vive después de la guerra”, expresa Yolanda.

Una de las cosas que estas mujeres tienen en común después de haber vivido esas funestas experiencias es la cocina. Esta está repleta de historia, saberes y sabores, no solo el de los alimentos sino la sazón que ellas mismas han creado a lo largo de su experiencia. Platos como el sancocho, los fríjoles, las lentejas y el ajiaco más allá de ser el menú del día, representan las tradiciones y costumbres caldenses.[/vc_column_text][vc_empty_space height=»16px»][vc_single_image image=»12798″ img_size=»full»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_empty_space height=»16px»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]El primer acercamiento con mujeres que en algún momento acudieron a los talleres y se vincularon al proyecto fue a través de las organizaciones de víctimas. Al entender que con este proyecto no solo se podía realizar una reparación histórica y de memoria, sino también una reparación económica, se articularon diferentes estancias de la Universidad como la Unidad de Emprendimiento, el Jardín Botánico, y las facultades de Artes y Humanidades, Jurídicas y Sociales, e Ingenierías.

Yolanda reafirma: “No queremos ver la Unidad de Emprendimiento como un restaurante sino como un espacio que tiene todas las condiciones para construir paz, generar espacios de conversación y la posibilidad de construir procesos en conjunto que aporten a la transición hacia la paz en una Colombia que lo necesita”. Agrega que la idea es que cada artefacto que esté en el espacio esté cargado de memoria, no hacia un hecho victimizante, sino hacia el convocar un transitar hacia la paz.

Las integrantes del proyecto liderado por Ana y Martha han sido capacitadas en temas propios de la Unidad de Emprendimiento como mentalidad empresarial, costos, asuntos propios de la reparación y reconciliación, su papel como agentes de construcción de paz. Además, han tenido procesos sobre memoria y construcción de narrativas en el que crearon un recetario cargado de sentido y significado a cada producto de toda su tradición.[/vc_column_text][vc_empty_space height=»16px»][vc_gallery interval=»3″ images=»12802,12805″ img_size=»full»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_empty_space height=»16px»][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]Sororidad: 1 Solidaridad y alianza entre las mujeres. 2 Hermandad de mujeres en contextos patriarcales.

Al hablar de las abuelas y sus saberes es inevitable pensar en las relaciones entre mujeres, su intercambio de conocimientos, alianza, apoyo y ayuda entre sí. Doña Martha considera que todas las mujeres deberían tener no sólo solidaridad sino sororidad, “las mujeres debemos apoyarnos unas a otras porque tenemos muchas virtudes, potencial para explorar y vida para dar. Si podemos dar vida y acoger un hijo, por qué no podemos acogernos unas a otras. Si nosotras nos unimos podemos construir un mundo mejor”.

Claudia Jurado, decana de la Facultad de Artes y Humanidades de la U. de Caldas e invitada (no clienta) de Rescatando los saberes y sabores de las abuelas, considera importante apoyar este grupo de mujeres por la situación social particular que las atraviesa y por lo que representa la culinaria en la tradición. “Desde Diseño Visual queremos apoyarlas con la página web en la que se encuentre el menú, unos vídeos en distintas páginas, e incluso se puede sacar un aplicativo sencillo sobre el restaurante”, menciona Claudia.

La solidaridad es un paso en la construcción de paz, pues contribuye a limar asperezas y propiciar espacios agradables de compartir y conversación. Ana y Martha concuerdan en que más que un restaurante esta iniciativa es un abrigo, un refugio y una comida que lleve al hogar a las personas oriundas o foráneas en la ciudad universitaria.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_empty_space height=»16px»][vc_gallery interval=»3″ images=»12796,12806″ img_size=»full»][/vc_column][/vc_row]

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