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Cacarica resiste por un territorio de Paz

*Este artículo hace parte del especial multimedia «Territorios de paz» que será publicado en esta web gradualmente*

«Para mí tengo que la violencia nunca estalló así como estalla un taco de dinamita en un barranco. La violencia fue cayendo despacio, fue haciendo nudos, fue amarrando a la gente sin que se diera cuenta. Comenzó a caer por la noche y cuando despertamos estaba metida en medio de nosotros, manejando las cuerdas.» Alfredo Molano Bravo

Texto por Eloisa Castillo Torres Fotografías por Andres C. Valencia

#SomosGénesis2020

Bajo el sol del Bajo Atrato nace la unión por la búsqueda de la verdad y la construcción de paz  en las comunidades que  fueron desplazadas y hostigadas en febrero de 1997 durante la Operación Génesis: una acción militar perpetrada por la Brigada XVII del Ejército Nacional y los grupos Paramilitares en la Cuenca del Rio Cacarica en Riosucio, Chocó.

23 años después se conmemora bajo el simbólico lema #SomosGénesis, una apropiación de las experiencias que los miembros de las comunidades transformaron en resistencia desde la memoria, que se resalta en varios de los procesos organizativos por la defensa de sus derechos. La resignificación de Somos Génesis le da vida al Festival de las Memorias que este año se teje alrededor de la verdad, reparación y garantías de no repetición en sus territorios. 

En su aunada lucha, los habitantes de las comunidades desplazadas están organizados desde el año 2004 en Zonas Humanitarias y Zonas de Biodiversidad, las cuales tienen como bandera la defensa de la vida y el territorio como lugares exclusivos de la población civil sin la presencia de ningún actor armado en la Cuenca de Cacarica.

Después de 4 años de confinamiento en el Coliseo Bruno Martínez de Turbo, con la ayuda de organizaciones nacionales e internacionales, algunas miembros de comunidades tomaron la iniciativa de regresar a Cacarica. En 2001 se asentaron en territorios aledaños a la cuenca del río, donde no permanecieron mucho tiempo, pues una vez más fueron violentados por grupos paramilitares que desde la Operación no han parado de ejercer control para impedir su retorno, el desarrollo digno de sus vidas y el restablecimiento de sus derechos.

Una lideresa de la Zona Humanitaria Nueva Vida e integrante de CAVIDA (Comunidades de Autodeterminación Vida y Dignidad de Cacarica) recuerda: «Al principio fue muy duro, porque la gente no asimilaba por qué después de vivir libres, teníamos que encerrarnos en medio de una malla de alambre; nos sentíamos como marranos encerrados, pero la gente no sabía por qué.»

La incertidumbre y el miedo los persiguió a donde intentaron asentarse, pero eso no fue un motivo para desfallecer. Las comunidades decidieron replicar a su manera una forma de organización de vivienda que conocieron en las ciudades y crearon las Zonas Humanitarias como un proceso de vida comunitaria en conjunto. «Es una zona cerrada, porque en tu casa no entra todo el mundo, y eso fue lo que nosotros hicimos, porque en las ciudades uno ve los conjuntos cerrados, eso mismo quisimos hacer nosotros, porque es un espacio en el que solamente vive población civil y no puede entrar todo el mundo», comenta la lideresa.  

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No hay celador, ni rejas, no hay cámaras de seguridad más que sus propios ojos y su principal medio de comunicación: el voz a voz y un lenguaje corporal colectivo que han construido con el que basta una mirada para entenderse. El deporte une a los más jóvenes en la cancha de fútbol de su conjunto y algunas mujeres se dan cita alrededor de la olla comunitaria con recetas, recuerdos y una que otra broma para matar el tiempo.

Como lo define una de las matriarcas que regresó, «aquí vivimos en común – unidad, con las comadres nos ayudamos y entre todos nos cuidamos.» Recordar es difícil, los ojos no engañan, la voz se quiebra «pero aquí vamos, no podemos rendirnos, si el Gobierno no nos cumple, aquí seguimos nosotras, ¿Qué más hacemos?.» 

Con el principio fundamental de que sus Zonas sean libres de actores armados y exclusivamente habitadas y protegidas por la población civil, las lideresas, líderes y los demás habitantes manifiestan su rechazo al control paramilitar. En ese espacio comunitario y colectivo, unas 60 familias se protegen entre sí en la Zona Humanitaria de Nueva Vida en Cacarica, donde organizan sus normas y defienden sus derechos ante un Estado ausente que no les brinda protección.

Clamores por la paz 

La paz tiene que dejar de ser esa palabra alabada y desgastada en el día a día de las ciudades, la paz es mucho más que un anhelo, más que un acuerdo y más que unos documentos firmados, la paz la construyen las comunidades que vivieron y viven en carne propia la guerra; así lo sienten quienes sobreviven al conflicto en el Bajo Atrato y lo manifiestan en el quinto Festival de las Memorias.

Entre el 23 y el 28 de febrero de 1997, tres mil quinientas personas fueron forzadas a abandonar sus territorios ancestrales en Riosucio; con sus hijos en brazos, solo con la ropa que vestían sus cuerpos tratando de huir por alguno de los brazos del Río Atrato, se distribuyeron entre Bocas del Atrato, Antioquia y Panamá.

Mujeres que, luego de perder a varios de sus familiares, resultaron ser madres cabezas de hogar son las voces de la lucha, junto a los huérfanos jóvenes que sobreviven día a día al conflicto. Muchos de ellos no pudieron regresar a sus territorios por las amenazas y la presión, y tres años después de la operación se unieron en la Asociación Clamores, una asociación fundada por las mujeres que decidieron no retornar y que reúnen a los afectados por el desplazamiento que fueron asentados en el Coliseo.

Una de las mujeres comenta: «habíamos aproximadamente mil trescientas familias aquí hacinadas en casetas de plástico, y de ahí nosotros nos fuimos organizando y para el año 2.000 nos asociamos y nos quedamos en el municipio de Turbo» en donde empezaron a trabajar para lograr el restablecimiento de derechos de sus familias, que en su momento tenían como prioridad los retornos, pero no garantías para lograrlo.

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Así lo recuerda Enadis Herrera Mercado, representante de la Asociación, mientras mira con nostalgia el monumento a las víctimas que fue reubicado fuera del Coliseo Bruno Martínez: «Nosotros nos quedamos luchando, persistiendo, buscando asesorías, haciendo reuniones periódicamente, primero era cada 15 días, después cada mes, y así hemos conseguido algunos logros para algunas familias de nuestra asociación, que ya han adquirido algunas viviendas a través de los acuerdos con el Gobierno».

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Emblemas de Reparación y No Repetición

En el marco del Festival de las Memorias, en el Coliseo de Turbo se realizó un acto conmemorativo por la reubicación del Monumento a la Vida que tanto exigieron las mujeres y comunidades desplazadas.  

Las mujeres de Clamores, asisten al mismo lugar donde vivieron en limitadas circunstancias por años y en la ceremonia de conmemoración presentaron su propuesta de reparación y garantías de no repetición llamada La Ciudadela de la Paz, con la que buscan construir un proceso organizativo de viviendas autosostenibles para reivindicar los derechos a la vida y a la vivienda digna y que les permita seguir trabajando desde la memoria y la defensa.

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En medio de la ceremonia a la que asistieron las víctimas, comunidades afro, campesinas e indígenas, organizaciones de garantías internacionales, la Comisión de Justicia y Paz, la Comisión de La Verdad, se manifiesta un sueño colectivo de clamar justicia y recuperar la tranquilidad  con sus familias para alivianar la imposibilidad del retorno.

Entre todas las violaciones a los Derechos Humanos que causó el desplazamiento, la vulneración del derecho a la educación los mueve en una práctica de reparación que han denominado la Universidad de la Paz, una escuela propia colectiva que promueve la transmisión de conocimientos entre patriarcas, matriarcas y nuevas generaciones, pero que además, reclama garantías de acceso a la educación para jóvenes, donde la memoria sea el eje transversal para evitar el olvido y la repetición de acciones violentas.

Patricia Tobón Yagarí Comisionada de Paz y Jurista Embera Chami

Espacio de conversación sobre Verdad, Reparación y Garantias No Repetición

Las comunidades unidas han logrado sobrevivir ante la indiferencia de los gobiernos de turno que incumplen, a pesar de contar desde hace seis años con una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos CIDH que condenó al Estado colombiano por el desplazamiento, la Operación Génesis y el asesinato de Marino López, afrocolombiano de Cacarica; hechos de los que fueron responsables la Brigada XVII del Ejército y grupos paramilitares.

En el Festival de las Memorias se narra desde la voz y experiencia de las víctimas una construcción de memoria viva y transformadora, atendiendo a los temas centrales de este año: Las garantías de No Repetición y Verdades transformadoras, que les permite a los habitantes NO olvidar y esclarecer en cada encuentro, qué, cómo y por qué pasó, quiénes estuvieron involucrados, a quiénes asesinaron, quiénes desaparecieron y quiénes fueron los responsables. Para hacerlo posible, las comunidades proponen modelos de conversación y construcción de garantías que la Comisión de Justicia y Paz impulsa dentro del festival a través de espacios seguros donde participan los afectados, organizaciones garantes de derechos nacionales e internacionales, responsables de hechos y firmantes de los Acuerdos de Paz.

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Cacarica lucha cada día por ser un Territorio de Paz.

Escucha nuestro podcast en coproducción con Polifonia Urbana del especial multimedia “Territorios de Paz” en donde se amplía la información sobre el Festival de las Memorias.

#GenteAlternativa @somosalternativa #TerritoriosdePaz

Espere el próximo video del especial multimedial “Territorios de Paz” en donde se amplía la información de las Zonas Humanitarias y la Dignidad de Vida en las comunidades de Cacarica.

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