Que los diálogos de paz en la Habana, que la firma —por fin después de cuatro años— de los acuerdos, que la realización de un plebiscito para contar con el apoyo del pueblo colombiano… Le siguió la vergonzosa pérdida, el triunfo del NO y luego la adecuación de lo pactado entre el Gobierno colombiano y las FARC con la participación de los opositores, para que al fin se diera inicio al cierre de la guerra más antigua que ha tenido Colombia.
Fotos por: Andrés C. Valencia
El porvenir se encuentra a manera de hoja en blanco, y estarán muy equivocados aquellos que intenten pensar que el trabajo de ahora en adelante será única y exclusivamente del gobierno presente.
Nos ha quedado la tarea de pensarnos el posconflicto, de poner nuestro granito de arena a esta época que, creo, por fortuna nos ha tocado vivir. Nos correspondió el fin del conflicto, el acto más revolucionario de todos: perdonar pese a todo. Poseemos la suerte de que se nos conceda y reconozca legítimamente en nuestro discurso las palabras con infinito: reparación y paz. Nos tocó el tiempo de ser otros y su infinito, como lo diría el poeta Jorge Orendáin.
Y aquí están, pese a todo, los que creen firmemente en la filantropía, los que no desfallecieron por más que se les calificara de ingenuos. Se encuentran ahora ante el paisaje de los imaginarios de paz necesitando ayuda, invitándonos a que dejemos atrás aquellos tiempos en donde teníamos “el corazón como un pedazo de carne atravesado por un anzuelo”¹.
FIS (Fundación impacto social), ubicada en la vereda Calle Larga en Risaralda (Caldas), lleva dos años en la lucha de un mundo mejor, busca por medio de ayudas sociales brindarles a aquellas víctimas del conflicto y de la pobreza, una defensa de sus derechos y solventar las necesidades que se les presente. Desean que su impacto y ayuda pueda extenderse por todo el país, pero como bien sentencia el dicho: “Hay que empezar por casa”, y esto es lo que ha hecho este grupo de personas que espera resarcir toda esa ola de violencia que han dejado paramilitares, guerrilla y ejército en el departamento de Caldas. También desean suplir aquellas necesidades de las cuales “el gobierno del pueblo” no se encarga, como lo es el acceso al agua potable, lo cual debería ser un derecho fundamental, pero que patéticamente el Estado se negó con la mayoría de votos en contra el año pasado.
Actualmente, junto a la comunidad de Calle Larga, buscan por medio de una cartografía social planificar dónde y cómo se quiere hacer la reubicación de la cancha de fútbol de la vereda, que será intervenida por el Megaproyecto Vial de la Autopista para la Prosperidad, que ejecuta la concesión Pacífico 3. La cancha aquí tiene un valor muy importante, ya que en esta converge toda la comunidad para discusiones, comercio y cultura. Es como si en Manizales se fuera a intervenir la Plaza Bolívar, y que nosotros como ciudadanos estuviéramos a la espera de lo que va a pasar con ella. O como si a los ciudadanos griegos les hubiesen quitado el Ágora en búsqueda del “desarrollo”. No puede haber desarrollo en una sociedad donde se suprime la palabra; en este caso, a Calle Larga le estarán quitando el lugar donde surge.
Por otro lado se encuentra la corporación Montañas de Colores, que junto con el Batallón Ayacucho de Manizales, Gobernación y alcaldías lideran el proyecto Pintando sueños de paz. Norcasia, Victoria y Samaná son los municipios elegidos para comenzar a pintar 99 escuelas que fueron en el tiempo utilizadas como centros de reunión y campos de batalla de guerrilla y paramilitares.
La institución educativa La Palma fue la primera en verse transformada en sus adentros por los colores blanco y verde. Afuera, sus muros agrietados quedaron transformados en montañas, en ellas se encuentra la chiva típica de Colombia, la iglesia de Samaná, la noche y sus ancestros. El muro del lado izquierdo, que antes contenía la frase: “Un pueblo puede tener piedras, garrotes, pistolas o cañones; aun así, si no tiene libros, educación y cultura está completamente desarmado”, quedó cubierto por un chapolero, típico también de nuestro Paisaje Cultural Cafetero, común ante nuestros ojos que tienen la oportunidad de verlos a diario en el campo. Son aquellos hombres que desean ganarse la vida honradamente y vivir tranquilos.
Maria Rita lleva muchos años siendo profesora de La Palma. A pesar de la violencia de antaño, nunca desistió de la convicción de seguir enseñando. Se considera a sí misma una mujer de valores, esos mismos valores que infunde a sus estudiantes y se muestra decaída cuando ve que algunos de ellos eligen ser guerrilleros, afirma:
“Han optado por volverse guerrilleros, no por falta de principios o moral, sino porque les gusta la plata fácil. Ellos creen que al irse para allá se van a volver comandantes y van a ganar respeto y dinero”.
Ha sido espectadora de la intolerancia y de la muerte, esas que trajo el conflicto armado. Fue víctima de extorsión, también del miedo cada que veía un muerto entre los matorrales de la escuela (muy seguramente conocido), o cada que paramilitares y guerrilleros ocupaban la escuela. Más de una vez se creyó muerta, pero hasta hoy ha logrado sobrevivir a los tiempos de muertos sin sepultura.
Se muestra alegre con su escuela pintada y es optimista al pensar el posconflicto. Pese a lo que le ha tocado vivir, aún hay cosas que la sorprenden, como sus estudiantes:
—Levante la mano quienes rezan todas las noches.
Pregunta Rita al tiempo que observa a uno de sus estudiantes con las manos en el puesto.
—¿Qué pasa?
—Profe es que yo no creo.
—¿Y entonces a quién crees que le debemos todo esto que vemos?
—A la materia.
- Leila Guerriero.
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