Hablar de “parejas” en el tango resulta inútil, poco práctico, me atrevería decir que hasta falso. En la pista se ven bailarines apasionados, guiados por compases cambiantes ¿pero parejas? ¡Jamás!
Fotos por: Luis Suarez.
Lo que hace el tango en dos individuos que bailan juntos, es fundirlos en uno durante una pieza musical, dos torsos tan cerca de sí que podrían sostener una hoja de papel por varias milongas. Las espaldas rectas hacen de marco para apoyar la mano de su contrario, los pies siempre libres para enlazar pasos, hacen poesía.
Manizales ha decidido condensar elegancia y melancolía en una pequeña calle, más exactamente la calle 24 entre carreras 22 y 23; allí se encuentran cuatro locales al costado derecho llegando por la veintidós: Los Faroles, Reminiscencias, Tiempo de tango y Milonga la Feria.
Cada fin de semana, la Calle del Tango recibe montones de taxis con pasajeros que piden a gritos música de vinilo, un techo que encierre tacones, el bandoneón, lamparitas de antaño y licor. Cada lugar ha sabido configurar su sello con el paso del tiempo. Los conocedores del género lo saben y sin problema rotan entre locales, por supuesto reconociendo preferencias.
Bailar tango parece el reto entre los retos para quienes en ocasiones dudamos cuál pierna va primero en un merengue. Por supuesto que no hay pecado en dedicarse solamente a ver, pero siendo un lugar de fiesta, en algún momento de la noche el espacio se presta para dejar la inexperiencia de lado. Agárrese fuerte, escuche la música, déjese llevar y ruegue por no pisar a quien lo sacó a bailar.
A través de las generaciones, el número de seguidores del género ha disminuido, así que los locales han optado por intercalar piezas entre ritmos gauchos y algunas otras joyas un poco más bailables. En todas ellas, la manera de danzar no puede perder la melancolía de los pasos arrastrados, sentimiento que sobrepasa la profunda tristeza para transformarse en una manera de ver la vida: apreciar los grises, los adioses y valorar pequeñas amarguras que evitan una vida empalagosa.
Claro que si de coreografía se trata, la Calle del Tango juega un papel fundamental en la escena al estar articulada con algunas academias del género dentro y fuera de la ciudad. De esta manera los cuatro locales que componen el emblemático lugar reúnen al aficionado, a quienes deciden formarse en técnica y por supuesto al melómano empedernido que se entrena en grilles de barrio.
Si bien el tango es elegancia en movimiento, no se aleja de su cercanía a culturas barriales en los cinturones obreros de Argentina. El centro de Manizales, como todos los centros, tiene la capacidad de ser una colcha de retazos viva, con arquitectura republicana y horarios dinámicos para dejar ver la ciudad tal y como es, con una población trabajadora y amable pero también con problemáticas de prostitución, indigencia, microtráfico e inseguridad. La Calle del Tango permite amar la ciudad a través de sus contradicciones y reconocerlas como parte del terruño del alma, que invisibilizado no logra soluciones.
Contrario a lo que pensaría, los vinilos y las luces retro no juegan un papel de máquina del tiempo, todo lo contrario, este lugar muestra el presente de la ciudad, la Manizales de a pie por fuera de un campus universitario.