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Caminando con Totó la Momposina

El sol del mediodía calentaba las vías públicas, los equipos pesaban y el sombrero no era suficiente para combatir tanta luz. La vimos a lo lejos, una mujer de corta estatura con ropa de flores. Sin pensarlo salimos a correr, atravesamos la plaza principal para terminar charlando con Totó la Momposina.

Fotos por: Lania Lex

Más allá de la formalidades o la admiración, la primera impresión de Sonia Bazanta Vides es de mucha alegría, humildad y algo de terquedad; según sus nietas —quienes la acompañaban— ya andaba caminando de arriba abajo, y no había terminado de desempacar maletas cuando decidió cambiar el lugar de su concierto a la Plaza San Sebastián de Riosucio, pues era considerada una tarima más cercana y con más capacidad para el público. Las gestiones consumieron la mitad de su día, así que se dispuso a un merecido almuerzo, razón por la cual aceptó hablar con el equipo de Alternativa, eso sí, mientras seguía su camino hacia el restaurante.

No fue una decisión difícil, comenzamos a subir hacia la Plaza Candelaria. Sin haber formulado siquiera la primera pregunta, Totó comenzó a hablarnos de sus amigos, de sus proyectos y por supuesto de los carnavales. De cada tema resultaba una historia, una canción, una receta con hierbas para la voz y algunos viajes. Todo desembocaba en su música, como si cada parte de su vida fuese cantada cuando se sube a la tarima.

No soy solamente aguacero ‘e mayo

En el camino llegamos al tema de los procesos sociales que ha vivido con la música y le han aportado a su forma de cantar, no solo como representante de la cultura colombiana, sino también latinoamericana. Uno de los momentos que más recuerda es su participación en la ceremonia de entrega del premio Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez. Pero los recuerdos sencillos también llenan su mirada de orgullo, como sus viajes por el Magdalena en búsqueda de músicos y compositores poco conocidos, pero según ella:

“Con la mayor sabiduría de cumbias, porros y mapales”.

Desde pequeña la música era su guía, razón por la cual su madre —bailarina y cantante— comenzó a decirle “Totó” al imitar las sílabas que pronunciaba su hija al escuchar un tambor.

Con los años su voz fue tomando fuerza para extender la música del caribe, siendo una de las pioneras del folclor caribeño en la Universidad Nacional y vinculándose a movimientos por la justicia social, razón por la cual recorrió algunas zonas rojas del país, con el motivo de llevar danza y música a escuelas rurales para cantar con los estudiantes.

Cuando se le pregunta por su apoyo incondicional a los procesos de paz llevados a cabo desde los 80’s responde:

“Cuando uno sabe qué le está pasando al mundo, no puede dejar que le echen el cuento”.

De igual manera reconoce que estos procesos deben empezar como una lucha ciudadana más que partidista, con el ánimo de evitar malentendidos, manipulación y corrupción.

Después de ver una sonrisa enorme, acompañada por las arrugas que los años le han traído, el ceño de Totó se frunce al reflexionar acerca del papel de los jóvenes en la actualidad, situación que le preocupa al vernos como una generación que sigue tragando entero a pesar de tener muchas herramientas para ser conscientes sobre la actualidad de nuestro país. Su aporte, además de reivindicar la tradición, está en la colaboración con artistas con un profundo arraigo social, algunos casos que recuerda son el maestro Magín Díaz, Residente Calle 13 y Lila Downs.

El recorrido tomó más tiempo del acordado. Los cinco minutos se difuminaron entre anécdotas, el paso cansado de nuestra entrevistada y las fotos ocasionales. Al final del camino las memorias de Sonia llegaron a una frase que cortó un poco su voz:

“Ser cantaora no es así no más”.

Refiriéndose al trabajo que implica portar la música colombiana en la sangre. Más allá de una técnica vocal o un show colorido, Totó la Momposina atribuye la magia de la música tradicional a la conexión con la naturaleza y los ancestros, una relación que lleva años e implica reconocer nuestras raíces.

“Si alguien se hace llamar cantaora y no sabe de manzanilla, de arrancar todo, a pilar, moler o ir al río, va terminar cantando nada”.

Más que una entrevista, fue la ocasión perfecta para echar a la basura las bases de una conversación musical, escuchando a una mujer que decidió compartir su voz y su manera de ver la vida.

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