A una cuadra del teatro de Villamaría se escuchaba el sabor y el folclor que emitían varios instrumentos, y una hermosa voz entonaba con fuerza “aguacero de mayo, déjalo caer…”, composición de la cantautora colombiana Totó la Momposina. Los cinco músicos mantenían una sonrisa al interpretar con frenesí aquellas canciones que reflejan la tradición musical de las regiones de nuestro país. Este grupo folclórico se hace llamar Bantú, debido a que así se denominó la primer tribu en emigrar desde África central hasta San Basilio de Palenque. Y en honor a ellos, a los tambores que son de su origen y a todos los ritmos de descendencia africana, nace esta agrupación.
Cada integrante llegó a la música de forma natural e inesperada. Uno de sus fundadores y tamboreros, Fernando Ceballos, cuenta que desde muy pequeño tuvo cercanía con ella: “Por la cuadra de mi casa tocaba un grupo. Me iba a gaminiar a pie limpio y los escuchaba, cogía un destapador y una botella y comenzaba a acompañarlos”. Este músico e investigador folclórico siempre tuvo sed por aprender los ritmos con mucho respeto, “me enamoré del sonido de los tambores, de la gaita, del clarinete, de un llamador, de los cueros. Siempre me han gustado todos, pero en especial el tambor alegre, he sido un loco enamorado de ese instrumento”, expresó Ceballos con un gesto de satisfacción.
Este proyecto no solo nace por amor a los ritmos latinos, también con la idea de evitar que este género desaparezca. Para ello, Pancho Ceballos enseña a quienes están iniciando con el propósito de dejar huella y sembrar esa semilla: “toquemos folclor, pero hagámoslo cómo es”. Además desmienten que son un grupo chirimía, ya que su formato está compuesto por otros elementos musicales: interpretan los ritmos de todo el país como el pasillo, bambuco, garabato, chalupa, un ritmo de aguabajo, un currulao, etc. En cambio, la chirimía solo toca los ritmos de las regiones del Cauca y Pacífico colombiano.
En los dos años que lleva Bantú como agrupación, Edisson Cardona ha pertenecido a esa familia. “Me uní con la intención de conocer un poco más de lo que hemos heredado de nuestros ancestros. Comencé tocando el saxofón, pero en Bantú tengo ganas de tocar todos los instrumentos folclóricos nativos de nuestra región y país”, expresó Cardona con entusiasmo. Según él, el objetivo es explotar los diversos géneros y la cultura que tiene Colombia a través de los instrumentos: “Los cueros marcan la descendencia, y rendirle honor con amor y pasión a través de la música es algo muy bonito”.
Aunque muchos de los integrantes no han estudiado música en una academia, han aprendido directamente con la práctica, tocando y disfrutando el sonido de los tambores, viajando, aprendiendo y se han formado como verdaderos músicos enamorados. Otros, como Adrián Granada, no se casaron con un solo género. Desde que entró a tocar en la tuna estudiantil, se dejó seducir por la música y tiempo después le llamó la atención la tambora. Además, toca batería en la banda de metalcore manizaleña: The Sky is the Reason. “Cuando la gente me ve tocando folclor y luego en un concierto, dicen: Uy, ¿este man por qué toca metal y folclor? Es un paralelo muy amplio, pero las dos cosas me apasionan y he aprendido mucho”, dijo Granada y con un gesto de agradecimiento, expresó que Pancho ha sido su mentor que lo guía por el camino del folclor.
Bantú tiene la importante misión de educar a la gente, porque además de tocar y entretener, también explican en qué se diferencian los diferentes y diversos géneros que compone el folclor colombiano y sus instrumentos. Para Isabel Ramírez, en los seis meses que lleva en la agrupación como vocalista, ha sido una satisfacción cantar para un público que valora la música nativa. “La gente nos acoge muy bien, ellos ameritan el formato y dicen: que rico tambores, que rico la raíz. Hay grupos folclóricos grandes que tienen bajos y guitarras, son muy completos, pero gusta el formato sencillo, lleno y autóctono que manejamos”, dijo la cantadora.
La banda acoge a toda la comunidad y a los jóvenes con apetito musical. Así fue como Jeisson Steven Loaiza llegó a la banda con tan solo catorce años. “No sabía que a mí me gustaba la música, a mí me gustaba era el fútbol. Todo empezó una vez que fui a entrenar y un amigo me dijo: vamos que allí hay una banda y necesitan gente, la banda sinfónica del Gerardo Arias”, contó Jeisson con emoción. Luego de comenzar sus clases y después de su primer acercamiento a la música con la percusión, batería, y el redoblante, quiso aprender más y conoció la agrupación que llenaría sus expectativas en el rico universo del folclor.
Es así como Bantú se fue conformando poco a poco hasta construir una familia que le apuesta a la tradición y rinde honor a sus ancestros. No necesitan más que instrumentos artesanales y el deseo enorme de seguir interpretando el folclor colombiano en las calles y teatros, con un público dispuesto a dejarse encantar por los sonidos de nuestros antepasados. Aunque por ahora han participado solo en el festival de Riosucio: Encuentro de la Palabra, pretenden continuar viajando con su música y para ello seguirán de la mano con la administración de Villamaría, quienes les han brindado las locaciones y el sonido para ensayar.
Por ahora solo tienen una composición propia de Isabel (La Serpiente), que con ayuda de Pancho, Edisson, Adrián y Jeisson la canción fue adaptada al bullerengue.
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