Manu Chao y su ventura estuvo en Manizales y nos puso a bailar al son de su música revolucionaria.
Desde el momento en que anunciaron que el famoso artista Manu Chao estaría en la ciudad de Manizales, los integrantes de la Revista Alternativa no dudamos ni por un momento en asistir a uno de los conciertos más importantes que se han hecho en nuestra ciudad. No temo a equivocarme con el adjetivo “importante”, pues Manu Chao lleva un bagaje largo en el mundo de la música, y no de cualquier música, pues se ha caracterizado por cantar sobre inmigración (debemos recordar que sus padres tuvieron que emigrar de España a Francia a causa de la dictadura de aquel entonces), en pro de la libertad y por mostrar sus ideales en sus letras.
Manu Chao, conocido por ser un sujeto político activo a través de sus canciones, ha contribuido por medio de su arte a no silenciar la voz ante aquellos crímenes que se han encargado de opacarlas y desaparecer personas como si se tratara de basura. Un ejemplo de esto fue su apoyo a las madres de plaza de mayo de la Argentina, aquellas mujeres que se convirtieron, al igual que Manu Chao, en sujetos políticos por sus hijos desaparecidos.
Es tal vez por esto que tanto manizaleños como extranjeros asistimos puntuales a la cita en la Plaza de Toros para verlos. El concierto abrió con la agrupación manizaleña Rokamandú, al ritmo de su género Ska fusión. Seguido a ellos apareció en el escenario La Pata Records, creando un ambiente de tranquilidad y expectación. Después de ellos, nosotros los espectadores, esperamos una hora más o menos para que apareciera el tan esperado grupo francés, junto con sus tantos temas interpretados en varios idiomas. La ansiedad era tan grande, que se asemejaba a la misma que uno siente cuando aguarda un resultado final que cambiará notablemente el curso de la vida.
Mientras esperábamos, la música no solo fue la protagonista aquella noche, pues voces en representación del pueblo colombiano detonaron cuando varias personas manifestaban por el maltrato animal y la explotación minera en la región y en el país. Un espacio que de alguna forma generó conciencia colectiva, ya que la mayoría del público fue receptivo y tuvo una respuesta positiva.
La espera se nos hizo eterna, pero valió la pena, Manu Chao salió de un momento a otro al escenario con toda su energía, saludando al público manizaleño que literalmente enloqueció. Entre gritos de entusiasmo los recibimos, y a la primera canción todos corrimos hacia adelante con ganas de tumbar las vallas que nos separaban de Manu. Una vez que tocaron la primera canción, el pogo no se dio a esperar y duró toda la noche.
Es de resaltar el entusiasmo que los franceses tuvieron durante toda su presentación, pues cada vez que pensábamos que el concierto había acabado, volvían a salir a la tarima para tocar otra tanda de sus históricas canciones. Yo, como ser humano normal, ya estaba acabada, cansada, sudada y con una sed inimaginable; pero cuando regresaban a la tarima, me importaba un carajo el sudor, mis pies cansados o mi deshidratación; volvía a saltar, a agitar las manos junto con ellos, a cantar sus canciones y a bailarlas junto al público que pude observar al recorrer toda la arena de la plaza. Así se nos fue hasta la 1:30 de la madrugada cuando Manu dio su adiós contundente con una bandera que decía “Manuzales”. Así como en cualquier evento, algunos esperaban más y otros quedaron saciados con la magnífica y esperada presentación de Manu Chao en la ciudad.
El escenario quedó desolado, con sus luces apagadas y aquellos instrumentos quedaron allí, sin manos que los tocara más. La Plaza de toros también fue quedando sola, pero eso sí, con un recuerdo de cada uno de los que asistimos al concierto: Zapatos, gorras, chaquetas y pulseras, quedaron en la arena. Yo no me lo podía creer, en mi corta existencia no había llegado a asistir a un concierto igual. Quise darle el último vistazo a la plaza que fue recinto de tan grande show, y al verla mis ojos toparon con una extranjera que repetía “¡Fuck! ¡Fuck! ¡fuck!” y miraba constantemente el suelo con su cara cansada, de satisfacción pero también de angustia porque seguramente, al igual que muchos otros, había dejado algo suyo tras el agite del concierto. Todos dejamos un poco en Manu Chao, pero valió la pena ¡qué carajos!
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