Manizales, cuidad de las puertas abiertas, se ha ganado su lugar como una de las metrópolis más importantes del país y no en vano lo es. Por ejemplo, está a punto de ser declarada oficialmente como la Cuidad Universitaria de Colombia, lo que permite y ha permitido una gran diversidad cultural entre sus habitantes.
Texto por: Juan David Hernandez Narvaez
Fotografías por: Andres C. Valencia
También se destaca por contar con gran cantidad de lugares para realizar encuentros y tomar café; tiene además, su propia calle del tango, una cuadra completa que cuenta con más de diez años de tradición y es visitada por aquellos bohemios aficionados al arrabal; y ni que decir de Chipre, hermosa fábrica de atardeceres donde además podemos encontrar varias exposiciones de arte público. Estas cualidades las podemos encontrar como punto de referencia, pero hay algo más, existe una cultura que se encuentra latente en los manizaleños, se trata de la cultura del ajedrez. Hay tantos jugadores aficionados como expertos; sin embargo, acá hermemos un cambio de la palabra ‘profesionales’ por ‘académicos’, apegándonos a que una persona profesional es aquella que vive de su oficio, y actualmente en Manizales quienes practican el ajedrez no pueden vivir del juego.
Casi por toda la ciudad podemos encontrar jugadores que a su vez se dividen en dos bandos: aquellos académicos y los aficionados. Los primeros, se denominan así, en la medida que su entrenamiento no haya sido en la calle, pues siempre se ven jugando en las universidades o en clubes; se destacan por ser grandes devoradores de libros y por estudiar y memorizar cada estrategia, apertura y desarrollo del juego, son los grandes conocedores de la historia del ajedrez a nivel mundial, desde su génesis hasta el momento. Pablo Rolando Arango, profesor de la Universidad de Caldas, sabedor, y además jugador académico del ajedrez, resalta la diferencia entre el profesional y aficionado en Manizales de la siguiente manera:
“En otras partes del mundo la diferencia entre los jugadores profesionales y los aficionados es más pronunciada que en Colombia, por la razón de que existen más certámenes, entonces los jugadores profesionales de cierto nivel pueden vivir bien de solo juga. En Colombia no”.
Los otros, aquellos aficionados, son quienes están fuera de la academia, rondan la pila del Parque Caldas y se toman la Calle de la Beneficencia. Allí se encuentran, además de muchos otros, don Edgar Beltrán y don Salomón, o como le dicen sus amigos por su manía de ir a ver jugar pero nunca retar a nadie ‘El Pato del ajedrez’. Estos, a diferencia de los primeros, nunca han ido a una escuela, piensan que para ser buen jugador no se necesita de un entrenador, solo se bastan a sí mismos y a la insistencia de jugar a diario durante la mayor parte de sus vidas. Don Edgar lleva diez años en el ajedrez sin visitar academia alguna, y los únicos torneos en los que ha participado son los de barrio. Se refiere a este deporte como un pasatiempo en el cual no tiene cabida el azar, como sucede en el parqués; el ajedrez requiere de concentración, motivo por el cual cerca al Parque Caldas hay bastantes personas pensionadas que buscan matar su tiempo, a la par que le hacen mate al Rey.
Otro de los personajes que rondan la pila del parque es don John Gómez, reconocido por su generosidad al momento de prestar los tableros sin pedir ninguna remuneración a cambio, ya que considera que éste es un deporte sano y de mucha utilidad para distraer el tiempo y ejercitar la mente. Cristian Mejía también se toma un costado a las afueras de la Iglesia La Inmaculada en el centro de la ciudad para jugar ajedrez, además incentiva e invita a las personas amantes de éste deporte a practicarlo y a unirse a la liga.
Actualmente se logró llevar a cabo el I Torneo Activo de la Liga Caldense de Ajedrez, donde cualquier persona aficionada al ajedrez podía participar sin necesidad de ser expertos, además, contó con la participación de invitados rusos como Levon Aronian, Gabriel Sarggissian y Vladimir Akopian. Dos miradas de una sola cultura que cada día está más fuerte en Manizales. Y aunque los ajedrecistas de la Calle de la Beneficencia y del Parque Caldas, a diferencia de los de la academia, piensen que para ser buen jugador no se necesita ir a un instituto sino que se precisa de concentración y dedicación, en algo sí coinciden ambas partes: en la utilidad del ajedrez. Ambos concuerdan en que éste es un deporte que sirve para estimular el cerebro y el pensamiento, para fortalecer las neuronas y tener una mayor agilidad al momento de razonar.