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Daniel Mideros: de sensei a mentor

Cada tarde en el club Nesh, Daniel Mideros Ospina, interactúa con cada una de las personas que iluminaron su vida cuando no veía esperanza alguna: sus judocas.


Texto por Ana Sofía Castro

Fotos por Juan Camilo Betancourt 

Con tan solo veintidós años, Daniel posee la clasificación de segundo dan y rol de sensei en el club de judo Neshi. Su recorrido en este deporte empezó en su adolescencia cuando una exhibición escolar fue determinante en la elección de esta disciplina  para apaciguar su vasta energía.

A pesar de entrenar simultáneamente en un equipo local de fútbol americano comenta Daniel Mideros que: “Tenía un mar extenso de conocimientos pero escaso de profundidad”, respecto a las diferentes actividades que consumían todo su tiempo, por lo que tomó la decisión de hacer del judo su vida entera.

En un principio el miedo e incomprensión frente a este nuevo estilo fueron emociones predominantes, sin embargo con el esfuerzo y dedicación le fue posible crecer como deportista. A pesar de no clasificar en ninguna competencia por los primeros dos años de entrenamiento, Daniel comprendió que la mayor victoria es perseverar y recuperarse cada vez que una meta no es cumplida.

Los orígenes del judo se remontan al siglo XIX en Japón, donde Jigoro Kano, inspirado por la ancestral materia del jiu-jitsu decidió crear un nuevo ejercicio basado conjuntamente en las técnicas de los samuráis. Aproximadamente en la década de los cincuenta fue traído y enseñado por primera vez en Colombia, así, en el año 1963 se conformó el primer dojo llamado Academia Japonesa de Judo Budokan en Bogotá.

Mideros considera que el judo como deporte de combate le ha aportado un gran sentido de carácter, no solo ante esta disciplina sino ante la vida. A su vez, observa que este estilo le ha ayudado para combatir la maldad de las personas al enfrentarse día a día a la dureza de su entrenamiento,  pero por encima de esto le ha brindado “un amor por el ser humano”, dice el judoca.

Aunque  la meta de Daniel Mideros como deportista ya fue cumplida, quiere seguir con la misión de criar niños, y perseguir su sueño de llevar a casa una medalla de oro en los próximos Juegos Nacionales a celebrarse en noviembre del presente año.

El judo como salvación

Su constante procrastinación dio paso a una época oscura en la cual la depresión prevalecía a lo largo de esta. Su mentalidad y sus principios fueron quebrantados cuando su familia y sus niños judocas fueron las razones principales para tomar cuidado de sí mismo, respecto a esto expresa Daniel que “ellos fueron la fuerza que lo sacó adelante”.

Pese a estas dificultades Daniel reconoce que el judo como su base le ayudó a ver la belleza en cosas simples, y en particular la aspiración de construir positivamente la de otros, alejarlos de ambientes tóxicos y seguir iluminándolos.

Asimismo relata que en los últimos seis años dos de sus aprendices tomaron la decisión de acabar con su vida, señalando que en su cabeza siempre estará la incógnita de qué pudo haber hecho para haberlo evitado, debido a esto Mideros resalta la importancia del correcto acompañamiento en el ámbito familiar y en el deportivo en su función como maestro, a su vez menciona que este arte marcial ha ayudado a varios a jóvenes a superar graves problemas sociales y planos depresivos.

Sus “neshijos” como Daniel los llama son sin duda lo más valioso que le ha aportado el judo hasta el momento, incluso comenta que “ser sensei es el mejor regalo que puede tener un practicante marcial.”

Los judocas como su esencia

Para el sensei Mideros lo más importante en su rol es formar buenas personas, hijos y estudiantes, considerando que la integridad como ser humano hace más sencillo el ámbito deportivo y sus respectivas victorias. En el club Neshi se reúnen diariamente niños y jóvenes en el cual el principio de “ser, saber y hacer campeones” es fundamental, un lema que enseña a estos pupilos a conocerse en primer lugar como individuos y luego como deportistas.

El estudio de los fundadores y antepasados del judo es un factor imprescindible para todos los que lo practican, la espiritualidad inherente de esta disciplina es denominada como “el pilar fundamental del éxito” por el maestro Daniel, agregando que “donde no hay espiritualidad no hay nada, sólo un cuerpo”.

Asimismo Manuela Buitrago, judoca de dieciséis años resalta la importancia de la historia de este deporte, añadiendo que la espiritualidad y la disciplina que este conlleva son vitales para todos los participantes. A su vez, comenta lo beneficioso que es este arte marcial para lidiar con emociones fuertes o factores estresantes, señalando que lo más favorecedor es el apoyo de sus maestros y amigos de judo.

Su pasión empezó en el año 2016 y ha competido en múltiples eventos alrededor de todo el país como el Campeonato Nacional de Judo celebrado en Valledupar en el año 2017. Sin embargo para ella lo más importante son sus compañeros de entreno, a quienes considera parte de su familia. Su ambición más grande como deportista a corto plazo es ganar los Juegos Nacionales, sin dejar a un lado el sueño de competir en un evento a nivel mundial.

Martín Orozco es otro competidor de judo que con tan solo trece años ha participado en distintos torneos a nivel nacional e internacional, incluyendo el panamericano realizado en Lima (Perú) en el año 2017. No obstante, su mayor meta es clasificar a una edición de los Juegos Olímpicos.

Para este joven el judo es un deporte alejado de los convencionales, donde sus compañeros no son un equipo más sino una familia. Así, su maestro Daniel Mideros considera que una de las mejores experiencias en su recorrido como sensei ha sido junto a este competidor dentro de un evento internacional, pues estando rodeados de tanta gente se sentían solo ellos dos, “fue una conexión plena”, agrega Mideros.

Para Daniel y sus “niños” el judo no es un simple entrenamiento, es la unión del alma y el cuerpo en la cual este maestro sitúa como prioridad la formación integral de los competidores. Un estilo de vida el cual reúne espiritualidad, amor y una inmensa responsabilidad como guía de todos estos jóvenes que se encuentran en constante aprendizaje, señalando sin dudar: “Son por ellos que respiro todos los días”.

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