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Laguna mental autoinducida: Drogas y desinformación

No, no las sabemos todas. Pero eso no impide deducir, mitificar y hasta satanizar situaciones que poco conocemos. Abundan las corrientes de opinión frente al uso de sustancias psicoactivas (SPA) -con tintes de la edad media, el importaculismo, la libre decisión -, posiciones distantes entre sí, pero atravesadas en ocasiones por un factor común: La desinformación.

Ilustración por: John James Marín

El hecho de que el consumo de sustancias psicoactivas sea un tabú, reduce las posibilidades de encontrar información verídica a la mano sobre riesgos, consecuencias, precauciones y buen uso. En vez de consultarlo, construimos un rompecabezas mental con algunas respuestas en un foro de Taringa, los comentarios de un parcero y algún infograma que salió en el inicio de Facebook. Las posibilidades de éxito se reducen, el riesgo por estupidez aumenta, el tabú sigue y el conocimiento no da señales de humo.

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El consumo está por encima del bien y del mal: Definir un hábito como bueno o malo simplifica todas las dinámicas que la acompañan, pone a todos los consumidores en una sola bolsa y generaliza información hasta hacerla difusa.

¿Eso es un ácido o un cartón anfetoso? Puede que en el camino de la experimentación, se haya dejado meter gato por liebre. Sin embargo, consumir constantemente sustancias tiene serias consecuencias médicas, además de ser una mala inversión.

El que sabe sabe, el que no, aprende: Parece que las cátedras de prevención del consumo de drogas tuvieran en sus requisitos de docencia nunca haber consumido, ser prejuicioso, moralista y leer los blogs menos actualizados que encuentre en Google.  Las charlas en instituciones educativas están lejos de desmitificar las sustancias alucinógenas, por el contrario, muchas veces difunden información errada que produce entre risa, algo de enojo y unos niveles de pánico en quienes por su inexperiencia, suponen que así son las cosas.

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¿Quién dijo miedo?: Los consumidores han tomado acciones en medio de la ilegalidad para abrir camino a una sociedad menos doble moral, creando zonas de consumo pacíficas, autocultivando o apoyando a productores no violentos. Además son varios los colectivos interesados en generar proyectos para difundir información sobre consumo de SPA, uno de ellos es el colectivo Échele Cabeza en Bogotá, un proyecto que, en sus palabras:

«Estimula una cultura de la gestión de riesgo y placer, sin importar si se habla de sustancias legales, ilegales, comportamientos sexuales o hábitos de rumba”.

Otra iniciativa es el manual para viajeros de LSD, una guía para un viaje seguro, placentero y transformador; el texto aclara dudas, da algunas ideillas para experimentar y aconseja cómo pilotear un mal viaje. El autor se conoce como «Lisergicos», es un psicólogo y psicoanalista apasionado por comprender la naturaleza de la consciencia. También existen bibliotecas andantes en las PSA que, además de su recorrido, le deben gran parte de su conocimiento a conversaciones pasajeras con otros consumidores responsables.

«Uno le dice a la gente ‘regularizar la marihuana’ y te empiezan a mirar, ¿no? Como (si fuera) una cosa del diablo», José Mujica, expresidente de Uruguay

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Los que no hacen ni dejan hacer: Esta fracción de la sociedad es tal vez la madre de los métodos de vinculación a pirámides, puesto que han pulido sus capacidades discursivas, por si no son suficientes los referentes en la Santa Biblia o el Manual de Carreño. De los creadores de: “Las drogas son el diablo”, “Yo me fumo mi marlboro y quedo bien”, “Las drogas te vuelven gay”, llegan quienes prefieren bajar la ventana de un carro para gritar: «Marihuaneros hijueputas»; cerrarla, subirle al equipo y beber ron.

Las drogas son el cáncer de este país: Pero tampoco es una nimiedad para pasar por alto, hacen parte de una situación pública que debe pasar por regulaciones legales que eviten dos espantos en Colombia: el narcotráfico y la dependencia.

Pero que hablen los que en verdad saben. Carl Hart, Psicólogo, Psiquiatra, Doctor en Neurociencias y profesor de la Universidad de Columbia comenta a una entrevista a eldiario.es:

“La guerra contra las drogas ha beneficiado a muchos, incluyendo a políticos y agentes del orden, cuyos presupuestos se han incrementado. Si se legalizaran las drogas, entonces habría control de calidad, garantizado por el estado -como ocurre con el alcohol-. Por supuesto que las regulaciones para cada droga variarían según su perfil farmacológico. Esto significa que nosotros, como sociedad, tenemos que pensar y usar la lógica cuando se considera cada droga (…) Mientras que las tasas de consumo de drogas son similares en las diferentes clases sociales, la adicción –como la mayoría de otras enfermedades– no es un trastorno desvinculado de las diferencias socioeconómicas. Como el cáncer y enfermedades del corazón, que afectan de manera desproporcionada a los pobres porque tienen menos acceso a una alimentación sana y atención médica constante».

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