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El ocaso y el amanecer: tiempos huracanados, tiempos interesantes

Texto por: Angie Rodríguez.

Esta es una juventud que se cansó de estar desesperanzada, pero que aún se encuentra en el entretiempo de la desesperación, la inconformidad y la necesidad subyacente de destruirlo todo. Esta es a su vez la única oportunidad visible de encontrar un mundo posible, es la síntesis o el periodo de transición entre unas viejas ilusiones rotas y la nueva búsqueda de victorias que posibiliten un amanecer diferente.

 ¿Será necesario dejar morir lo viejo para que lo nuevo pueda nacer? O ¿el trazar puntos de encuentro entre lo nuevo y lo viejo en repertorios de lucha y organización es la salida?

Son tan vastas las posibilidades, tan cortos los tiempos y tan caóticos los momentos de transición en crisis. Las etapas de confrontación con los poderosos siempre son períodos de profundo aprendizaje que ocurren en medio de reflexiones, en momentos de calma, pero encuentran puntos tan conflictivos en los movimientos huracanados que son más las preguntas sobre el cómo y el porqué. Debemos aclarar que no es una invitación a una actividad meramente reflexiva, ya que:

Es en la dinámica misma de surgimiento de nuevas representaciones e identidades donde procuramos construir nuevos consensos que a su vez tengan alientos más duraderos en el tiempo.

Dichos consensos no son los que surgen del tire y afloje con los dueños del poder. Ellos deben construirse al interior de los y las inconformes que son el punto de encuentro de las promesas fallidas del modelo y del disgusto en las posibilidades construidas en tiempos anteriores.

En esta amalgama de condiciones difíciles de contener o canalizar —si es eso lo que se quiere— es donde se nos revela la necesidad impostergable de repensar el quehacer político y las formas organizativas de las apuestas por otras formas de vida.

¿Cuándo es nuestro tiempo?

No es posible evadir el llamado por más democracia, condición característica de las grandes movilizaciones que han tenido lugar en los últimos años. Es una idea generalizada que pulula en los andenes, en las calles repletas o en los simples escenarios de discusión cotidiana. Sería al mismo tiempo una práctica acomodada de la política el ignorar las voces, ya reproducidas hasta por los medios de comunicación hegemónicos, que hacen reclamos a los autoconvocados voceros de la indignación popular.

La estrategia del gobierno de llamar a un diálogo nacional partiendo de las colectividades políticas contradictorias al gobierno y los sectores organizados en el CNP[1], y la respuesta inmediata por parte de sectores sociales y populares de césar esas actividades, es una muestra fehaciente de la crisis en la representatividad, que no se solventa posicionando nuevas caras sino más bien dando un vuelco a las formas de la democracia.

 ¿Cuáles son esas formas de democracia?

Esta es la pregunta que falta por responder, pero esa no surge en la fe incondicional en la razón sino más bien en el pensar haciendo; si de algo podríamos estar convencidos es que este es un movimiento que se representa a sí mismo, al interior de él surgen los reclamos y las posibles salidas, no podrán incidir profundamente aquellas que aparecen periféricamente. En el ímpetu de la lucha se construyen las demandas, no es la gente en las calles un receptáculo de ideas, más bien son el símbolo y fuerza vital donde surgen y circulan.

Los espacios de discusión y la disputa por la representatividad de las movilizaciones tienen lugar en la contienda por las elecciones venideras; no es extraño encontrar posiciones que intentan arrebatar o mantener caudales electorales, para ello los partidos políticos tradicionales han llamado a un gran consenso nacional que logre contener los reclamos.

No son soluciones concretas, más bien escenarios tendidos de discusión de los de siempre, donde se retroceden en los puntos más regresivos de la reforma tributaria, mientras se sostiene y profundiza el modelo injusto y mastodóntico de tributación.

Mientras tanto los demás sectores alternativos impugnan una agenda más amplia de reclamos, que contienen en parte el pliego multisectorial construido en ocasión del 21-N y el pliego nacional de emergencia, que se presentó en medio de la pandemia. Aun así, esto no aglutina los reclamos oídos en las calles de raigambres tan diversos casi imposibles de conjugar. Aunque Chao Duque sin duda se ha convertido en la consigna predilecta y el regreso de uno de los símbolos antifascistas que se ajusta con precisión al cariz de este gobierno, no implica un contenido que logre apuntalar claramente los nichos de la indignación. 

Será entonces una oportunidad para pensar que la principal y gran victoria —por supuesto la que más temen los poderosos— es la reagrupación que simboliza el volver sobre la idea de que la lucha en las calles es la oportunidad de construir un futuro diferente y, a su vez, de cambiar los puestos del poder. Aunque podamos reclamar otras victorias como lo serían: no presentar nuevas propuestas de reforma tributaria e imposibilitar la aprobación del proyecto de ley que reforma el sistema de salud —como acaba de ocurrir—, estas son reivindicaciones coyunturales. Sin duda la experiencia, las posibilidades organizativas y el aprendizaje de lucha será nuestro avance más decisivo.

*Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de La Revista Alternativa.

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