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«10 minutos» propone un reto entre la vida y la muerte

A pocos minutos de que comenzara la obra teatral, nos solicitan el favor de usar tapabocas y una bata quirúrgica, de esas que tienen una ranura en la parte de atrás. A partir de ese momento, los asistentes caemos en cuenta que el performance “10 Minutos” puede sorprendernos en cualquier instante y antes de entrar al lugar que se encuentra tras una gran cortina, nos pidieron el favor de esperar y aplicarnos antibacterial.


Texto por: Manuela Zapata @werelden
Fotografías por: Luis Suárez

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Una voz fantasmal nos dio la bienvenida a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Al entrar, el frío, la vaga iluminación y hasta el aroma de aquel lugar, lograron transportarme. A medida que recorríamos el escenario, en el cual nos encontrábamos fielmente involucrados, conté cuatro pacientes casi moribundos en sus respectivas camillas, algunos conectados a un catéter. Tardamos un par de minutos para encontrar ubicación en aquel espacio donde además, habían doctores y enfermeras realizando su trabajo.

Durante el performance, elementos como el sonido e imágenes proyectadas en distintas partes del lugar, fueron elementos importantes para dar a entender que aquellos pacientes, a medida que iban dejando el mundo real, alcanzaban un estado de delirio y mil emociones opuestas, que van desde la alegría hasta el dolor. Con cantos, llanto, respiración desesperada y poco diálogo, 10 minutos logró envolver a la vida y a la muerte en menos de una hora.

Se necesitan más de dos ojos para lograr apreciar cada detalle que este performance ofrece, porque mientras la iluminación se concentra en alguna situación, ocurre que alrededor no deja de correr el tiempo, y mientras hay una enfermera revisando que el paciente respire bien, al tiempo en otra camilla una persona comienza a quejarse. Con esta dinámica, nosotros los visitantes de la UCI, repartimos nuestra absoluta concentración en varias escenas.

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Los actores tenían una gran responsabilidad de mantenerse constantemente en el papel que les correspondía, desde aquellos que se encontraban desfalleciendo hasta las enfermeras que nos hacían entrega del tapabocas y las batas quirúrgicas. La actuación de estos personajes de diferentes nacionalidades como Colombia, Chile y Brasil, fue la que nos llevó a un shock emocional que se mantuvo en un pico alto durante toda la obra, pues usaron elementos como el canto, drama y una gran carga de expresión corporal y facial.

Los responsables de este magnífico trabajo es el colectivo artístico transdisciplinar llamado Andromeda 3.0, un proyecto de investigación-creación avalado y financiado por la Universidad de Caldas y con una co-producción con la Universidad ASAB, la Universidad pontificia de Chile, Universidad Estatal Campinas de Brasil y la Universidad del Valle.

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El director de la obra, Daniel Ariza Gómez, aclaró:

«El reto está en poder crear la sensación sin estar dentro de una UCI real, recrear la espacialidad, temporalidad y la sensación sonora, que para nosotros dentro del proyecto fue bastante importante. Hay un tema interesante que es el delirio, un estado de conciencia que se pierde y recupera por momentos, debido a la entonación cerebral y consumo de sedantes, eso nos llevó a la circularidad y giros permanentes».

Este performance digital se hizo posible gracias a un ensamblaje, en el que partieron de una pregunta sobre la relación cuerpo-máquina en el contexto determinado por la Unidad de Cuidados Intensivos. Cada grupo iba proponiendo las escenas durante aproximadamente 7 meses y luego se hizo la etapa de ensamblaje en Manizales, en la cual estuvieron analizando cómo podría ser la estructura completa y generar una totalidad como obra y creación.

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El pintor manizaleño Luis Guillermo Vallejo, asistente a la obra, afirmó:

«El ambiente de la UCI me parece horrible, yo estaba que me salía (risas). Cuando uno está en una sala de Cuidados Intensivos, uno sabe qué es eso, todo lo que vi fueron excelentes referencias. Me gustó mucho cómo se encadenan las escenas, además del ambiente que se logra sentir. ¡Uy! Quería salir corriendo, pero me gustó».

Para que no se pierda el juego de cruces dentro de este performance digital, el público no puede superar las 30 personas, pues se trata de una obra donde el mismo espectador hace parte de ella.

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