Después de una intensa semana en la que Manizales estuvo vestida de teatro en espacios de calle y sala, culminó el trigésimo octavo Festival, uno de los más antiguos del país, y en el Teatro Fundadores se cerró con un estilo que es poco visto en la ciudad: El teatro negro.
Texto por: Esteban Hoyos Jaramillo
Fotos por: Lania Lex
La compañía uruguaya Pampinak es caracterizada por su trabajo en la oscuridad, animando objetos vestidos de colores fluorescentes. Esta técnica permite que sobre el escenario solo se vean aquellos objetos como pelotas, seres inanimados entre otros, y dejando oculto sobre las sombras a los responsables de cada movimiento.
El truco de Olej es su obra cumbre y no dejó dudas de su encanto. Todo comenzó con la presentación de un payaso que se encargaría de dirigir unas piezas de circo. Al principio lo único que se veía era esta marioneta a escala humana, pero misteriosamente fueron apareciendo objetos en el espacio, sin dejar explicación de cómo fue que llegaron a parar ahí.
Cuando el escenario ya estaba decorado, comenzó la función. En los actos participaron marionetas de todos los tamaños y colores. En medio del espectáculo no paraba de escucharse las sorpresas de la gente que no le encontraba lógica a lo que estaban observando. La característica principal de ese mundo que estábamos observando era el dominio de la gravedad, pues los personajes y sus objetos podían suspenderse en el aire y moverse a cualquier velocidad y dirección sin problema alguno.
Olej era el chico que interrumpía cada espectáculo porque el payaso presentador no dejaba que él mostrara su acto. Cuando la obra iba llegando a su fin, un gigante se apareció de la sombra para asustar al payaso y forzar que la presentación de Olej se llevara a cabo. Pero lo que en realidad cautivó al chico fue los gritos de cientos de niños que se encontraban en el público pidiendo que Olej saliera y actuara.
El último acto fue un juego de un muñeco de tubos que terminó por transformarse en la palabra fin, en ese momento el público comenzó a aplaudir con fuerza de encanto. Las luces se prendieron y los 6 responsables de darle vida a las marionetas salieron a saludar al público.
Martín López es el director de la compañía que lleva al rededor de 12 años. Sin embargo su exploración por el teatro negro comenzó desde el año 1992. Esta técnica nació en República Checa inicialmente para el cine, pero tiempo más tarde se encontró su funcionalidad en el teatro. Después de presentar a su equipo Martín le reveló a su público la magia con la que está hecha la obra: Cada muñeco era manipulado por más de dos actores para conseguir los movimientos de las articulaciones. Sus trajes eran negros de pies a cabeza y de esta manera conseguían que solo las marionetas pudieran verse, más no ellos.
«Ser el hombre invisible es bueno porque te da la posibilidad de generar cosas que le sorprenda a la gente. A nivel físico cansa un poco por la concentración que necesita para que todo funcione, es como los bailarines, una coreografía con estos objetos», fue la reflexión sobre su trabajo.