Un artista, un grupo de trabajo y una comunidad en busca de la resignificación de un espacio olvidado por los años. Se lanzan al aire pincelazos de distintos colores y orgánicamente se va creando una historia: la huella dactilar de la comunidad.
Así como el mural icónico de la calle de las guapas, en el Festival Narrativas Urbanas se recrean espacios que cuentan la realidad de la ciudad con artistas de diferentes partes del país y del mundo. Animados por los movimientos grafiteros y artísticos en otras ciudades del país como Bogotá y Medellín, en el 2014 La corporación El Faro decidió crear un festival que por medio del arte en murales y espacios públicos pintados por artistas del país e internacionales, se contaran historias de la ciudad.
El mural principal de este año fue el de la Biblioteca Municipal, ubicado en la carrera 19 en el centro, un mural que narra la historia de los campesinos e indigentes que habitan por este sector. También intervinieron muros en el barrio Las Américas en la escuela Marco Fidel Suárez; el barrio El Carmen frente a la recepción de menores; la parte trasera de Incolma; en el barrio Pio XII y en Villamaría en el colegio Gerardo Arias Ramírez. Este año estuvo como invitado desde Perú el muralista Daniel Cortez, mejor conocido como Desertor. Él fue el encargado del mural de Villamaría que cuenta la historia de la valentía y el emprendimiento de las madres de familias campesinas del municipio.
Los lugares no están acompañados por las obras, sino que los sitios en sí, se vuelven la obra. El arte vuelve los espacios como lugares de intervención y enseñanza, pues cada obra nos invita a descubrir una de las muchas realidades que existen en Manizales. El director del festival, Anderson González Isaza cuenta que:
“Cada vez tenemos más muros intervenidos, entonces la gente se va enterando y uniendo al proyecto”.
Lo que el festival hace es primero una convocatoria para los artistas y de allí salen los invitados. Luego de esto, antes del festival se habla con las comunidades en las que se van a intervenir muros, los artistas y su grupo de apoyo. También hablan con las personas y de allí van saliendo historias. González Isaza cuenta que del tema que hablen con el artista (sean desigualdades, violencias e indiferencias), sale la historia que se va a plasmar en el mural. También agregó que:
“Lo que hacemos es una reconstrucción de memoria, resignificamos los espacios olvidados de las comunidades”.
El objetivo que tuvo el festival este año fue crear un mensaje para ponerle un alto a los procesos de minería que hoy empiezan a proyectarse en algunos municipios de Caldas, al igual que propuestas de intervención urbana donde los protagonistas sean esas personas víctimas del conflicto, para que estos murales sean un elemento más de reconciliación y memoria colectiva.
“El arte urbano es la expresión del pueblo, no del artista. El arte es para el pueblo, no para el artista”.
Aseguró Felipe García Chiquito, activista y promotor del arte y la cultura en la ciudad.
Es a partir de esta concepción de espacios y color interactuado, que las narrativas urbanas toman sentido, pues no se trata solamente de pintar murales para llenar los espacios vacíos de la ciudad, sino que son las paredes y las esquinas quienes cuentan una historia de las mismas comunidades rozadas por la violencia y los conflictos de la ciudad.