Hace exactamente 50 años, en 1966 en las medianas montañas de San Vicente de Chucurí, en Santander, murió el sacerdote Camilo Torres en medio del conflicto armado como líder del estandarte de la revolución. Mientras la guerra continuaba sumando muertes por parte del estado y las guerrillas, ese mismo año en otra latitud de Colombia, exactamente en Bogotá, un colectivo de artistas e intelectuales liderados por Santiago García crearon el grupo teatral más influyente del país, a la fecha: La Candelaria. Hoy, medio siglo después, ambos momentos que han significado tanto para la historia de Colombia, se juntan en un mismo escenario: Las tablas del Festival Internacional de Teatro Manizales.
«Camilo» fue el nombre de la obra con el que la compañía teatral La Candelaria inauguró uno de los festivales más antiguos e importantes del país, en su trigésima octava versión. Con ella abrió paso a una semana que estará llena de encuentros y desencuentros entre espectadores y actores, quienes se encargarán de generar una discusión en torno a más de 5 décadas de conflicto interno, donde el público principalmente, tendrá el espacio para discutir el mejor camino para Colombia a puertas del plebiscito por los acuerdos de la Habana.
Patricia Ariza, dramaturga, poetiza y actriz, fue la encargada de dirigir la historia que busca narrar el conflicto desde otros ojos, como versa el lema este año del festival. El gran reto que se planteó La Candelaria fue evitar el discurso de la victimización para conversar alrededor de la rebeldía con causa que representó Camilo Torres para la iglesia y la inspiración de todo un país.
«Todos somos Camilo», dijo Patricia en la presentación como característica principal del montaje, significado de la pretensión colectiva por acabar con la guerra.
Frases e ideas como: «Bienaventurados los artistas que trabajan con la verdad porque ellos son la voz del pueblo», «El deber de todo cristiano es hacer la revolución» y «Unirse a la causa más noble, la justicia», fueron características claves para entender el discurso que la obra planteó frente a la construcción compleja de este hombre de la iglesia que no perdía de rastro su ideología política, y que bien la encaminó por la retórica cristiana enraizada con el ideario de la justicia desde la base social.
La obra no narra la historia a modo de biografía, por el contrario lo que busca es centrarse simbólicamente en lo que significó para Camilo enfrentarse al rechazo de la iglesia por politizar su forma de ver la religión, su familia por manifestar el desacuerdo sobre la revolución, y otros grupos sociales.
13 actores de diversa naturaleza como campesinos, miembros de la iglesia, la madre y la muerte entre otros personajes, narraron simbólicamente a través de sonidos instrumentales en vivo y danzas, la causa y fe de Camilo, un idilio entre la religión y la necesidad imperiosa de buscar soluciones para erradicar la pobreza, el hambre y otros problemas del país.
El festival inició de forma oportuna con la remembranza de esta figura revolucionaria y los 50 años de la creación del teatro La Candelaria, en un momento histórico para Colombia que espera grandes cambios estructurales con el fin del conflicto bélico más antiguo de América Latina. El público no esperó un segundo para celebrar con aplausos el esfuerzo de la compañía por narrar la Colombia con otros ojos y abrir la discusión desde el teatro sobre lo que fuimos y seremos. Queda una semana para que la discusión continúe y tome fuerza.