El nivel mostrado en Manizales fue fruto de meses de preparación rigurosa. Los participantes perfeccionaron no solo la precisión de los movimientos con clavas, pelotas y diábolos, sino también la puesta en escena, logrando que el malabarismo dialogara con el teatro. Ese esfuerzo colectivo convirtió la competencia en una verdadera muestra actoral, donde la disciplina física se mezcló con el ingenio y la expresividad.
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