Una conversación con Julio Estrada, alias ‘Fruko’, acerca de sus 50 años en la salsa, medio siglo para presenciar la evolución de la rumba.
Fotografías por Lania Lex
Solo Julio Ernesto Estrada Rincón tiene la potestad para hablar de su historia que, sin querer se volvió la historia de los años de oro para la salsa colombiana.
Por eso, no hay otra manera para empezar este artículo que no sea desde sus comienzos, cuando Fruko era tan solo el nombre de una conserva a base de tomate, y Discos Fuentes iniciaba en la cuna de los éxitos bailables. Allí, en el Medellín de 1963, El pequeño Fruko había sido expulsado de su escuela por haber agarrado a coscorrones a quienes se burlaban de él, y ahora, con mucho tiempo libre, pasa sus días en medio de músicos y estudios de grabación.
“Yo entré a Discos Fuentes haciendo mandados, llevando razones y cositas por ahí. Antonio Fuentes –el entonces director- me dejaba entrar a las grabaciones siempre y cuando no hiciera ruido, para ese entonces yo ya sabía cantar y tocaba percusión”, dijo Fruko.
El muchacho salió avispado, peleón pero avispado. Los mandados pasaron a segundo plano cuando Lisandro Mesa lo invitó a hacer parte de Los Corraleros de Majagual, agrupación presente en paseos de olla o remates decembrinos que se respeten: “Hace un mes que no te miro…”, ¿le suena? A los 14 años inició la vida de rockstar tropical: giras por meses, ensayos, grabaciones, en vez de chaqueta de cuero una guayabera con sombrero vueltiao y en vez de guitarra unas congas que eran casi de su altura.
El niño de la orquesta tenía uno que otro mimo de parte de sus compañeros, pero la exigencia musical, los horarios y la rumba pesada era para todos por igual. Cuatro años en los Corralejos habían cambiado al chino travieso por un adolescente terco, disciplinado, con manos grandes para tocar el bajo, pero con las mismas facciones curiosas, un poco caricaturescas. Fue en un viaje a New York que Ernesto escuchó la clave sincopada y la trompeta rechinar, y fue capturado como un adepto más de la salsa: “Eso fue espectacular, no me iba a quedar con las ganas de tocar salsa», exclama mientras le sonríe a la fotógrafa, quien quería pasar por desapercibida. Y retoma la entrevista: «¡Pues armé mi orquesta!”.
Esa frase marcó un antes y un después en la entrevista, desde que comenzamos a hablar a cerca de Fruko y sus tesos. Este hombre alto de mirada tranquila tomó el papel de sabio, de sensei salsero. Es que son 50 años de salsa, medio siglo para presenciar la evolución de la rumba.
“Creo que he visto miles de estilos al bailar, cada que me presento con los tesos me encanta ver al público, cada quien baila como quiere pero de tanto tocar uno va diferenciando ¿Me entiende? Los que son mas de escuchar la música, los jóvenes bailan un poco diferente a los catanos y lo mismo uno ya tiene el ojo para ver de lejos a los salseros salseros”.
Son generaciones enteras impactadas por esta orquesta. También ocurre sobre la tarima, donde hay músicos sin siquiera barba y otros con canas en las cejas. Fruko dice recibir buenos músicos con los brazos abiertos, reconociendo que hay mucho teso por ahí, pero también resalta a su compañero pianista con manos ágiles y gafas de sol que parecen parte de su rostro. Compañeros de toda la vida, son hasta buen dueto y completan la ironía con sus nombres artísticos: Fruko y Tomate.
La salsa parece ser un agujero de gusano en la vida de Ernesto, todo conduce allí, amistades, trabajo, conocimiento… Reconozco haber sido la mujer mas feliz del mundo cuando además de música, Fruko comenzó a relacionar su trabajo con la literatura, recomendando poesía, hablando del escritor cubano Alejo Carpentier, recomendando sus ensayos y admitiendo que estos lo acompañan en los momentos libres entre concierto y concierto.
“Aprovechar la belleza de las palabras en la música es importantísimo, por ejemplo, si usted escucha Los Charcos de Amor o El Preso, cada uno de ellos es una historia, un cuento que cada quien se lo puede imaginar diferente en la misma fiesta, con nuestras canciones buscamos cómo transformar una historia en un mensaje de fiesta para hacer que la gente esté feliz”.
La felicidad, ese sentimiento simple y escaso, es –según Fruko- la clave con que ha podido transitar 70 países con música, motivo por el cual inició en la salsa y no se ha separado de ella: “No he visto a tanta gente alegre reunida si no es con salsa”. Esta razón simple y contundente sacó una carcajada de las entrañas de Ernesto, ya no era tiempo para responder más preguntas, era tiempo para relajarse antes de su concierto, para reírse de lo que al principio fue la razón por la que fue expulsado de su escuela. Por ello, esa carcajada sonora que retumbó en todo el cuarto tuvo como acto seguido comparar nuestras manos. Su mano enorme y pesada tenía callosidades en la yema de los dedos a causa de los años al servicio del bajo eléctrico, mi mano pequeña y temblorosa ante el inesperado suceso se veía diminuta, algo inclinada hacia atrás. Mientras veía esta curiosa imagen pude entender que la salsa puede tener ciertas similitudes con el vino, con los años se le puede sentir mas sabor.