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La Casa Cultural Feminista Asonada y su apañe en un mundo hostil

Texto por Jessica Castaño Urdinola

Fotos: Cortesía Asonada 

¿Qué es una casa? Podríamos encontrar muchas definiciones, todas distintas entre sí. La arquitectura tal vez diría que es una edificación para ser habitada. Para algunas ingenierías, la casa podría ser un plano, al menos su expresión seminal. La filosofía podría hacerse miles de preguntas sobre la casa, si es lo mismo hogar que casa, y qué es lo que significa habitarla. Para mi madre, la casa es una madriguera, un lugar seguro. Para mí la casa es descanso, creación, lugar al que solo pueden entrar los seres que amo, pero mi mirada de la casa finalmente es una visión que reconozco privilegiada.

¿Qué será la casa para una persona que sufre violencia constantemente en su interior? ¿Qué será la casa para una persona migrante? ¿Qué asumirá como casa un animal no humano? Podríamos quedarnos nadando eternamente en un mar de preguntas y sentidos que le atribuimos a este espacio. Sin embargo, esta vez vamos a detenernos en una de ellas, en una muy combativa y a su vez acogedora, en una muy incendiaria y a la vez apacible, la Casa Cultural Feminista Asonada.

El 8 de septiembre de 2022 “la casita”, como amorosamente le decimos quienes la habitamos con frecuencia, abrió sus puertas en Manizales. Hace décadas la geografía feminista empezó a retomar una ya sonada afirmación: el espacio no es neutral, y si hay algo interesante en esta frase es que probablemente muchas personas asentiríamos al escucharla porque todas las personas habitamos un espacio, y porque sabemos que no es lo mismo ocuparlo siendo mujer, o siendo una persona afro, o como una persona no binaria, o como habitante de calle, y así con mil ejemplos.

El espacio no es neutral porque está evidentemente atravesado por relaciones de poder. Así, por desgracia las mujeres históricamente hemos sentido que muchos espacios no nos pertenecen: en su momento la universidad, la cancha de fútbol, el patio del recreo, pero tampoco el bar, tampoco las calles, tampoco un estrado judicial o el congreso de la república.

El espacio, dominado por la mirada y el accionar masculino, nos fue marginando y expulsando poco a poco de todo aquel lugar que no fuera la casa, porque se suponía que por esencia era el único lugar que nos pertenecía y en el cual debíamos confinarnos. Esto sumado a que para muchas tampoco es un lugar seguro y de cuidado.

Pensar en cómo el feminismo puede atravesar nuestra relación con el espacio es una ruptura vital, es una grieta que se nos abre en la mirada, y que hace que sintamos que es necesario re territorializar tantos lugares de los que nos hemos sentido expulsadas, y es por esto que escribimos, que rayamos muros, que hacemos ruido y música, que maternamos, que hacemos política en todos lados, que reivindicamos nuestros cuerpos como territorio placentero y alegre, y que creamos nuevas guaridas en las cuales resguardarnos de este mundo hostil.

Asonada emerge como un espacio que irrumpe en medio de la historia de Manizales, porque es la primera vez que se crea una casa cultural de corte explícitamente feminista, que además emerge de la amistad de un grupo de mujeres que decidieron apostarle a este sueño que también es retador y difícil de sostener.

Asonada, desde la mirada de Juliana Toro, una de sus gestoras, “es la configuración de un sueño que se empieza a materializar a través de un espacio físico, un espacio seguro para mujeres y disidencias de la ciudad de Manizales”.

No es una casualidad que este espacio seguro se abra en medio de la zona rosa de esta ciudad, que habitualmente es ocupada por bares, restaurantes, almacenes y establecimientos que reciben con sus brazos abiertos a la clase media y alta manizaleña, pero que cierra sus puertas o no recibe con buena cara a quienes no se ajustan al modelo binario, patriarcal, blanco y heteronormativo que domina aquí.

Y fue una decisión: ocupar este espacio que se cree imposible, empezar a permitir que otras personas sepan que también tienen derecho a la ciudad, y que allí pueden tomarse un café, comer, leer, trabajar, tejer colectivamente, potenciar sus procesos artísticos y culturales, y tantas otras apuestas más.

Por todo esto, entonces, Asonada es una casa, porque es protección, acogida y amorosidad revoltosa para todxs, que, así como su nombre lo grita, es una protesta que retumba en medio de una ciudad que se niega a reconocer sus propias injusticias.

En palabras de Juliana: “Asonada es amor porque también es un espacio para acoger a todas las personas que sientan que un lugar con una perspectiva de género amplia les acoge. Es también formativo para generar conciencia entre todes, donde no hay unas jerarquías, sino que estamos construyendo en horizontalidad”.

Sostengamos y apoyemos entre todxs esta casa. A las mujeres nos han querido distanciadas y enemigas, pero ahora estamos juntas. Nos quisieron aisladas en casas distantes, pero ahora encontramos a Asonada para rugir en manada y llenar de fuego violeta incluso aquellos lugares que dejamos de creer propios porque la élite nos los arrebató. Ocupémosla y hagámosla crecer1.

1Como espacio autogestionado, Asonada siempre recibe apoyos solidarios que permitan su sostenimiento. Puedes apoyar comprando en la Casa, o contactando a sus caseras en Instagram desde @asonada666/

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