Sin lugares de convivencia y sin identidad desde que comenzó a regir el Código de Policía. Un llamado a la reivindicación de los espacios y a la construcción social de los jóvenes.
Esta es una opinión de Tomás Cardona.
33 minutos habían pasado cuando comenzó agosto de 2017 y cayó el primer multado por el Código de Policía. ¿La razón? Ingerir licor en la calle, la cual es sancionada por el artículo 140 numeral 7 del código. ¿De cuánto la multa? 197.000 pesos, quizás, por una cerveza de 3.000 pesos.
Así ha ido sucediendo a nivel nacional. El consumo ha sido una de las sanciones más aplicadas del Código, y aún así la gente sigue saliendo a tomar a la calle. El tema se había mantenido en ese tire y jale de las autoridades con los ciudadanos hasta la coyuntura creada por la publicidad que Póker subió el 3 de mayo a sus medios de comunicación. Es un video que habla de tomar esas esquinas en donde los jóvenes antes se sentaban con sus amigos y replicarlas detalladamente en un lugar privado para que puedan beber tranquilamente unas cervezas. ¿Pero qué significa esto? ¿Se estaría evadiendo el Código? ¿De qué manera esto afecta a los jóvenes?
La discusión no es la publicidad o la idea del creador del concepto, lo importante aquí es que este video retoma varios conceptos importantes como la significación que le dan los jóvenes a estos espacios. No es el espacio el que genera su propio significado, es la misma gente la que lo construye. Dos teóricos, Moranta y Urrutia, decían por allá en 2015 que “a través de la acción sobre el entorno, las personas, los grupos y las colectividades transforman el espacio, dejando en él su “huella”, es decir, señales y marcas cargadas simbólicamente”.
Esto conlleva a que los espacios se vuelvan parte de quienes los habitan y empiecen a tener una carga emocional, en donde los recuerdos, que tuvieron lugar en aquellos espacios, se conviertan en un aspecto fundamental de la construcción de identidad. Ahora es más normal que esas esquinas, parques y lugares olvidados sean rondados por motos de policía que con sus luces azules y rojas nos recuerdan que están vigilando y castigando el consumo de una cerveza.
Los principales afectados son los jóvenes, y no porque ya no puedan emborracharse en las esquinas ni en las calles, sino porque ese lugar antes era de ellos. Se había convertido en una construcción de identidad, y no solo individual, sino colectiva. Arrebatarles esos lugares a los jóvenes sin tener ningún plan de contingencia lleva a que los jóvenes sigan esparciéndose en una nulidad al statuo quo, y tampoco acaba los problemas derivados del consumo de alcohol en las calles. Los andenes nos vuelven a adoptar, aunque haya al lado un CAI.
El argumento que la Policía tiene para esta situación es las riñas producidas por los efectos del alcohol. ¡Claro que tiene sentido! El Tiempo cuenta en una de muchas notas en 2016 que solo en el intervalo de un viernes a domingo la policía tuvo que actuar ante 3.100 incidentes, muchos de ellos producidos o complejizados por los efectos del alcohol.
El tema conlleva dos carencias grandes. La primera es falta de educación de consumo. No hay que decir que tomarse una cerveza de vez en cuando esté mal, ni que estar con amigos y compartir unas buenas polas deba ser objeto de persecución. Pero sí es lamentable afectar la convivencia de espacios que, siendo teóricamente asertivos, son creados para un sano esparcimiento y aprovechamiento del espacio público en sociedad.
El segundo problema que existe, y es la razón por la cual los jóvenes viven en una lucha porque no los dejen aprovecharlo libre y tranquilamente, es la falta de los mismos. No solo para el ocio, sino para la construcción misma de la identidad. La apropiación es algo necesario para la construcción de la sociedad. Más que nadie los jóvenes necesitan lugares, esquinas, parches en los cuales construirse a sí mismos, identificarse, debatir y poder sentirse parte de un contexto y de un momento histórico.
Quizás muchos de los problemas que ahora la juventud tiene se debe a la falta de espacios, personas, recuerdos, seres, objetos e ideas en las cuales verse a sí mismos. Ronda la idea del no-ser, del vagabundear por el mundo sin ser de aquí ni de allá. Más que ver si se puede tomar o no, se debe analizar en qué lugares y cómo los jóvenes se están reflejando. Así en un tiempo podríamos darnos cuenta que los jóvenes somos una población incomprendida en Colombia, y que el tema del consumo es algo pequeño en relación a la afectación continua y casi eterna en la cual los jóvenes hemos estado ensimismados.