Tradición, historia y alegría
Desde sus raíces, el Carnaval ha sido la excusa para mantener la alianza y la fraternidad; Riosucio desde antes de su formación como un pueblo unido gozaba de un pluralismo cultural exquisito.
Texto por: Manuel Sánchez Díaz
Fotografías por: Andrés C. Valencia
El asentamiento europeo y sus esclavos negros ubicados en San Sebastián de Quiebralomo y la comunidad indígena de La Montaña, se habían visto enfrascados en disputas socioculturales desde que se había realizado el traslado de estos dos pueblos el 7 de agosto de 1819 al territorio en el que hoy se ubica Riosucio, fecha establecida como la fundación oficial del pueblo. Las disputas mantenían a los dos pueblos separados por una cerca a modo de “muro de Berlín”.
Es de esa amalgama cultural que nacen las bases y tradiciones del Carnaval de Riosucio; y es importante enfatizar en que ese es el nombre de la festividad y no “Carnaval del Diablo” como erróneamente se ha vendido, porque aunque sea el Diablo el estandarte que más ha relucido en esta fiesta eso no quiere decir que sea a él a quién se le consagra el Carnaval.
La música, la danza, la literatura satírica y versada hacen parte de los elementos que conforman las carnestolendas Riosuceñas. Era costumbre que los habitantes de las dos comunidades ya mencionadas, se enfrentaran parados frente a la cerca, haciendo uso del ingenio artístico que caracteriza a los Riosuceños, recitando versos de manera burlona hacia sus contrincantes pero no era recomendable cruzar esa frontera ya que el peligro de muerte era inminente.
Es así entonces que los sacerdotes José Bonifacio Bonafont y José Ramón Bueno deciden dar fin a esta disputa y teniendo en cuenta que se acercaban las festividades de las distintas comunidades, deciden plantar la figura del Diablo en el centro de la cerca exigiendo a unos y a otros que se respeten y se olviden de las diferencias con el ánimo de garantizar las celebraciones en paz.
Se cree que el seis de enero de 1.847 los indígenas de La Montaña se unen con sus ritos del aborigen culto a la tierra en la fiesta de los reyes magos celebrada en Quiebralomo, introduciéndose también las danzas y cantos de origen africano con el teatro sacro, traído por los españoles.
A raíz de esto se genera la estructura del Diablo del Carnaval que al parecer se convierte en el símbolo de la fiesta en 1915. Esta estructura cuenta con elementos diversos de las tres razas que habitan Riosucio; por parte de los indígenas el Diablo recibe las garras y el rostro del jaguar, la posesión del Calabazo que es el recipiente de la bebida tradicional, el guarapo; también se establece como parte de la figura a la serpiente, las alas de murciélago, la cola y los cuernos del toro y el tridente.