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Construir, Habitar y Pensar la comuna San José

«Los mortales habitan en la medida en que reciben el cielo como cielo; en la medida en que dejan al sol y a la luna seguir su viaje, a las estrellas su ruta, a las estaciones del año su bendición y su injuria; en la medida en que no convierten la noche en día, ni hacen del día una carrera sin reposo», Heidegger.

Texto por: Paula Vasquez

Fotográfia por: Andres C. Valencia

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Ya van años del Macroproyecto San José, y lo único que se me cruza por la mente apenas paso por los escombros en donde antes había una comuna alegre, es que hemos perdido la tierra natal ¿Qué consecuencias nos traerá perderla? Les dejo la pregunta. No esperen respuestas, este escrito es tan solo un desahogo y una voz que trae consigo palabras donadas de muchos otros que cargan el dolor y la indignación de haber perdido su morada en este mundo. Parafraseando a Walt Whitman, traigo otras auroras dentro de mí.

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Y si digo “hemos perdido la tierra natal”, es porque, sí, efectivamente nos compete a todos. En San José se empezó a fundar la ciudad, prácticamente es la base de lo que hoy tenemos, pero la comuna se ha ido desmoronando durante largos 7 años, y me temo que ya no hay vuelta atrás para enmendar esto.

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San José poseía 23.831 habitantes que convivían a diario. Se caracterizaba por ser un referente histórico y cultural de la ciudad, debido a que allí se llevaron a cabo los primeros asentamientos de los colonizadores antioqueños, se inició la actividad comercial y se empezó a crear el desarrollo de la ciudad. Sus habitantes se dedicaban a la agricultura y a empresas familiares. En el año 2009, el alcalde de aquel entonces, con su equipo de trabajo, lanzó al público un nuevo proyecto titulado Macroproyecto de interés social San José.

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Con esto se buscaba mejorar la calidad de vida de los habitantes de la comuna, ya que se veían amenazados por deslizamientos y pasaban también por problemas sociales, de movilidad, de educación, salud, servicios públicos, de recreación y vivienda; siendo esta última de gran vulnerabilidad, debido a que fueron construidas en bahareque, esterilla, guadua y materiales desechables. Prometiendo erradicar todos estos problemas que se presentaban en la comuna, fue como se dio libre acción y desarrollo al macrodesastre nunca antes visto en la ciudad de Manizales.

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El proyecto hasta hoy no ha tenido un gran desarrollo, por el contrario, ha destruido la poca calidad de vida con la que contaban los habitantes de San José. Caminar por las calles de la comuna e ir a todos sus barrios, es como estar presenciado las calles destruidas de lo que fue la Alemania Nazi. Ese barrio de fiesta, familiar, y de unión con los vecinos, ha ido desapareciendo cada vez más con cada casa que se ha ido derrumbando y con cada año que va pasando.

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Lo que fue presentado como un proyecto de interés social se ha ido transformando en un proyecto de exterminación social y de interés individual; pues gracias a este se ha incrementado la delincuencia, debido a que las casas destruidas sirven como lugar de camuflaje para aquellos que roban, y esta delincuencia se ve justificada por las carencias de necesidades básicas que poseen. Hablar de puñaladas, disparos y muerte de familiares, amigos y conocidos es tan normal en esta comuna, como lo es hablar de las actividades que hacemos cada uno de nosotros en nuestro diario vivir. Este macrodesastre con el paso del tiempo ha mostrado realmente su fin, y este fin no es nada más que el desalojamiento de varias familias de un sector envidiable en la ciudad de Manizales; ya que la comuna San José se diferencia del resto de la ciudad por tener sus calles totalmente planas -a diferencia de las lomas con las que cuenta Manizales- convirtiéndose así, en un lugar excelente para edificar y hacer capital.

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Pese a todo esto, aún queda rastro de lo que fue antes San José. Por medio del arte -entendiendo por arte la capacidad que tiene el hombre de crear– los habitantes de este sector y personas exteriores a este, hacen resistencia frente a la desolación que ha dejado la mano destructora del hombre. Las casas que aún quedan en pie, en mal estado y a la deriva del paisaje desolador y tenebroso, son intervenidas de una manera estética para dar un efecto de vida, esperanza y color en medio de la nada y los escombros. Casas con flores y palabras como: Amor, vida, alegría, esperanza, energía, entre otras, se convierten en un arma de protesta simbólica de aquellos que están pidiendo que no destruyan más su entorno de unión y desenvolvimiento.

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En la comuna san José no se está construyendo, se está edificando, y eso es completamente diferente. Edificar no va de la mano con un interés social, va de la mano con un interés privado; por ello la destrucción masiva de casas, el desalojamiento de muchas familias, la edificación de una avenida y de pequeños apartamentos que quieren llamar hogar, cuando en realidad en ellos no caben aquellas familias numerosas de antaño, esas que caracterizaban a  la comuna. Construir, por otro lado, no puede ser nombrado en este macrodesastre, ya que si nos remontamos al origen de la palabra, lo que esta en realidad significa es un “velar por” y un “cultivar”. ¿Cómo velar y cultivar a San José cuando se ha perdido la habitabilidad, ese residir en paz? No hay manera, porque solo es posible construir en la medida en que se habita, y el macroproyecto ha borrado la esencia de ello.

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