Esta es la historia de Bernardo Tabares, el frutero que busca inspirar a los transeúntes del centro de Manizales con las frases que escribe entre mangos y papayas.
Fotografías por Giovanny L. Galvez
Detrás de unas pestañas largas, los ojos de Bernardo -el frutero-, leen un libro cualquiera. De repente una frase entra en su cabeza y allí es donde siente una profunda emoción por compartirla, ¡la tiene que regar! Acto seguido: compra dos tableros, los acomoda en su esquina de frutas y escribe, escribe, escribe.
Bernardo Tabares es un hombre de Aguadas, Caldas. Lleva casi 30 años con su puesto de frutas en la carrera 20, más precisamente en la esquina detrás de la Gobernación de Caldas en el centro de Manizales. Pero este no es un puesto de frutas común y corriente, es un puesto de frutas inspirador que invita a la lectura, pues Bernardo cada día, desde hace cinco años, escribe frases inspiradoras en un par de tableros que tiene en su esquina estratégica.
Por allí pasan cientos de personas diariamente, ya que esta calle es la ruta de los buses que recorren la mayoría de las zonas de la ciudad. Mucha gente se entera caminando por el lugar o se encuentra con la frase mientras pasa en la buseta, por ello Bernardo ya tiene un grupo de seguidores más grande de lo que cree y los deleita cada día con una frase sencilla e inspiradora.
Sentado en su puesto de frutas, mientras nadie le está comprando, Bernardo lee libros como “La vida y sus encrucijadas” de Guillermo Rojas, “El pájaro espino” de Colleen McCullough o “El papillon” de Henri Charriere. De allí salen todas sus frases, él no es autor de ninguna, aunque a veces las ha reformado porque le parece que quedan mejor quitándoles una coma o cambiándole alguna palabra rebuscada.
Frases como “No es la vida la que nos pone dificultades, somos nosotros quienes complicamos nuestras propias vidas” o “El diálogo es la caja de herramientas para el entendimiento”, son algunas que coloca cada día en su puesto para que todo el mundo las vea.
Un viejo amigo de Bernardo supo apreciar esa última: “Oiga qué hermosa esa, me encanta, es cortica pero tiene una profundidad de significado enorme”, expresa Hernán Gómez. Él pasa todos los días caminando y las lee, dice que lo inspiran y que hay algunas que le caen como anillo al dedo. “A él le encanta ponernos a volar a todos los que nos gustan las cosas buenas”, cuenta riendo.
Bernardo desea entrañablemente escribir en los tableros afuera del Instituto Universitario, dice que esos espacios serían buenísimos para el arte y las letras, pero le indigna que estén llenos de mamarrachos. “Dígame si una frase allí no sería más bonito… la vería muchísima gente, a alguien le llegaría”, dice mientras también señala las paredes con iguales mamarrachos a los lados de la Gobernación. Eso no es tan motivante para los transeúntes, en cambio se puede ver que por la esquina en la que está ubicado, más o menos tres de cinco personas pasan y leen la frase, algunos le toman foto, otros se detienen, y otros no la miran, tal vez no se han dado cuenta de que está allí.
El frutero también propone que en las aulas de clase todos los profesores cada día deberían tener el hábito de escribir una frase al principio de la clase, así los estaría invitando a leer y además a alguna persona se le quedaría grabada la frase, eso es lo importante. A Bernardo le asusta que los jóvenes no están leyendo, pero le alegra saber que a algún joven le ha llegado lo que él pone en sus tableros.
Bernardo definitivamente tiene un amor grande por la lectura, además también le gusta jugar ajedrez, hacer ejercicio y trabajar, pues esto lo cuenta como un pasatiempo. El hombre también escribe frases para sus hijos y esposa, cuenta que su casa está repleta de citas: “Yo no le digo a mis hijos que lean, pero estoy casi seguro que lo hacen”, dice contento, pues ese es su objetivo.