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Un muro para expresar el amor y sanar el dolor

Texto por: Valentina Santos.
Fotografías: Andrés C. Valencia y cortesía de Otis.

Fernán David Mejía Ceballos, u Otis, como le llaman en el mundo artístico, es artista plástico y muralista hace más de seis años. Desde pequeño, siempre tuvo un gran gusto por dibujar y pintar, y siempre tuvo una conexión con los animales. Una de sus pasiones es el skate, hace 18 años que practica este deporte, hace dirt jump y es tatuador.

El acercamiento al arte cuando estudió Artes Plásticas y, por otra parte, la cultura del skate, la vida urbana y el street art, llevaron a Otis al muralismo. Él recuerda que al principio sus padres no querían que estudiara nada relacionado con el arte, ellos querían que fuera ingeniero civil, carrera de la cual desistió. Fue aceptado en Artes Plásticas y desde entonces su vida ha girado entorno al arte.

«Yo soy de los que cree que todos somos artistas en cierta medida, que todos tenemos dones, dones diferentes para transformar diferentes tipos de cosas. El don que me tocó a mí fue la capacidad de transformar un tarro de pintura, o un tarro de pigmento en una imagen, un animal, una escena».

Para Mejía los animales son seres muy importantes, los considera fieles, sinceros y puros, a diferencia de los humanos. Por medio del arte ha plasmado su amor por ellos, utilizando el muralismo como alternativa para expresar la importancia de estos. Ha tratado concienciar sobre el cuidado animal, la conservación y el respeto a través de escenas o imágenes de animales generalmente característicos de la región.

A la hora de pintar, a Mejía no le gusta ser inflexible hasta el punto de «pintar como una máquina tres cuatro días y no respirar», le gusta sentarse, tomarse una cerveza, recibir visitas, parcharse con sus amigos, hablar un rato, compartir con la gente que va pasando e interactuar con su alrededor y, sobre todo, estar atento a todos esos estímulos del espacio.

«Entonces escuchas al que pasa en el carro, te pita y te dice “¡Hey! qué chimba, qué bacano”, o la señora que dice que tan bonito, o el parcero que arrima a preguntar y a decir que también le gusta eso. Me parece que son cosas que son valiosas».

El arte para sanar

Por medio del muralismo, Otis también ha expresado situaciones difíciles y dolorosas, y así ha ayudado a superar el dolor de otras personas y también el suyo.  Hace siete años pasó por un momento que le cambió la forma de ver la vida y el mundo, fue cuando mataron a su mejor amigo Daniel, con quien había compartido muchos intereses, pasatiempos y experiencias. Un mural fue el homenaje que le realizó a su amigo, en este se lee «Bendita locura».

Este año Fernán también hizo un mural en conmemoración a Santiago Álvarez, otra víctima de la intolerancia. Las dos situaciones y personas eran muy diferentes, pero ambos fallecieron en circunstancias violentas a causa de la ignorancia y la intolerancia.

«El arte creo que puede ser una forma de hacer catarsis de todas esas situaciones que se generan a través de la violencia y para quienes han sido afectados por esta. Es un canal para sanar, para curar para desahogar y expresar».

Con el mural, Otis comprendió que pintar podía ser una herramienta interesante a la hora de generar cambios en las personas y en sí mismo. «Siento que me hizo sentir diferente, pues uno no tiene incidencia en la muerte de los demás, pero el hecho de poder haber pintado algo relacionado con mi amigo me hacía entender que si bien yo no podía hacer nada por él, podía hacer muchas cosas por las personas que estaban acá».

Para Fernán, haber hecho los muros le aportó un poco de tranquilidad y un sentimiento de agradecimiento, algo que reconforta a las familias de los que ya no están. Para una familia es muy significativo que una comunidad o un grupo de personas quieran tanto a su hijo, a su primo, a su nieto, y que le hagan un homenaje.

«Creo que cada situación me hace mejor persona mas que mejor artista. Creo que lo que hemos representado a través de los murales es el amor, el amor que uno siente por las personas, es el sentimiento que uno tiene por los que ya no están que queda ahí plasmado». 

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