Una marroquí errante

Rodrigo es un colombiano adoptado por Francia desde 1992, un fotógrafo documentalista, fotoperiodista y miembro fundador de Dream Voyager. Su  trabajo se centra en lo sociocultural y ambiental, tiene un énfasis en el mundo de los viajes, la cultura urbana y la juventud; sin embargo, no deja de lado el legado de su país natal: “desarraigado en 1992 y embajador de una generación a través de mi actividad, puedo decir que mi trayectoria está estrechamente ligada a los conflictos ocurridos en el país”, afirma.

[responsive-slider id=19977]

 “Puedo presumir de haber conocido Tánger, visitado la Cinemateca del Gran Socorro y luego tomado la carretera de Agadir por la Carretera de Oceanía. Disfrutando de una tortilla «bereber» al atardecer en Imsouane, un lugar conocido mundialmente por la comunidad de surfistas. Sí, me calenté con el fervor del Marroquí durante el festival de los Gnaoua en Essaouira, declarado patrimonio inmaterial por la UNESCO, bajo el aire fresco del océano”

“¡Tengo que hablar de ‘Anti Atlas’!, sobre este sentimiento de soledad en el valle de Ammelen que tuve, mientras llevaba mis zapatillas amarillas para respetar la cultura y las tradiciones. También os cuento mi encuentro en torno a un té de menta, un plato de miel, aceite de argán y pan marroquí, con Brahim, un nuevo amigo, ¡el apicultor que lucha todos los días por preservar el colmena de Inzerki!, el más antiguo y ciertamente el más grande del mundo.”

Rokaya Chaarane, quien subtitula la anterior imagen, es una estudiante y poeta marroquí que poco a poco ha formado parte del proyecto fotográfico de Rodrigo, pues le explica los asuntos de la cultura que él no entiende, entre ellos la lengua árabe.

Leyenda escrito por Rokaya Chaarane “Mi madre es una amazigh*, originaria del Alto Atlas, mis dos inspiraciones y mis dos amuletos de la buena suerte: la heroína cuyas luchas me han enseñado a enfrentarme a la vida y las montañas que reflejan la dulce y simple felicidad que encuentro en la naturaleza. Sentarme en la cima de una montaña y ver la puesta de sol fue mi última obsesión de la infancia; era una niña de ojos muy abiertos que se asombraba al ver las montañas de color caramelo y el brillo de los pueblos lejanos y sus farolas. Toda la escena me hizo perderme en un sueño con sabores dulces y teñidos de naranja como una mandarina, un «Tangerine Dreams», y hundirme en intensas sesiones de meditación. Cuando miro atrás ahora, me doy cuenta de cómo los momentos reales y crudos siempre me han atraído, incluso si era sólo para ver la luz de las estrellas reemplazar al sol.»

*Amazigh: Autóctono Pueblo de Marruecos