Texto: Daniel José Díaz Cardona
Fotografías: Fernando Jurado
En esta, la ciudad de las timoratas caras asombradas, de las puertas entreabiertas para algunos, la urbe de quienes siempre están atentos para construir y colaborar desde su esencia hospitalaria de herencia paisa, en ese lugar nacen y crecen de entre las imposiciones y limitaciones un puñado de mala hierba, de colectivas e individualidades dispuestas a intervenir en las dinámicas sociales, culturales y comunales de Manizales, por medio del arte urbano, de manifestaciones performáticas que transforman la cotidianidad de nuestros barrios, muralistas listos y listas para pintar con o sin permiso los grises urbanos.
La urbe, precisamente reconociendo la necesidad de un lugar más incluyente, donde quepamos todas las personas que nos denominamos por ley, y a veces por convicción, ciudadanas, propicia iniciativas y espacios de construcción de identidades que se renueven y que dialoguen intergeneracionalmente, entre quienes leen las noticias en los periódicos con quienes las leen en las paredes, buscando en lo posible un punto medio donde no se pase por encima de los derechos de la otredad, esa tan aplastada durante el conflicto colombiano e ignorada como modus operandi generalizado.
Por ello existen procesos como el Festival de Arte Urbano Manizales Biocultural que, en común acuerdo con las autoridades y comunidades, intervienen con muralismo la ciudad, un espacio que se consolida desde hace 8 versiones y que funge como punto de convergencia para artistas urbanos locales, nacionales, internacionales y transeúntes preocupados y otros no muy enterados.
Según Alexander Rodríguez, director del Festival Biocultural «El arte urbano definitivamente es una herramienta de comunicación social muy poderosa para transformar sociedades, para comunicar mensajes desde una perspectiva alternativa que puedan ayudar a resolver problemáticas sociales.» Ya que como medio de expresión de un segmento de la población normalmente desatendida por los medios tradicionales, despreciada y agobiada por las exigencias del éxito social actual e incluso, primeras víctimas de las azarosas consecuencias de los actos de corrupción de la clase política en nuestro país, es un catalizador de emociones, es un espacio de denuncia y un espacio para poner en común verdades que todos conocemos pero que callamos.
El Biocultural propuso murales relacionados con temáticas sociales teniendo en cuenta los intereses y necesidades de poblaciones cercanas a los sitios intervenidos, ya hubiera sido por proximidad geográfica o emotiva, por ejemplo, el caso del mural intervenido cerca al Estadio, que divide la carrera 25 con la Liga Caldense de Tenis, tiene un significado y carga emocional muy fuerte y arraigado para Holocausto Norte.
John Vásquez Director de proyectos de la fundación Voces de Aliento de Holocausto Norte cuenta que «La idea nuestra siempre ha sido tener un buen feeling con la comunidad del sector del Estadio, teniendo en cuenta que está en una barrio estrato 6.» Buscan mediante el arte y la cultura, tener un punto de diálogo y para limar asperezas con las personas que viven cerca al coloso de la 62, pues se reconoce la estigmatización que tienen las barras futboleras en el país y las problemáticas que las envuelven. Y además, agrega Vásquez que «No queríamos atropellar con el muro a la comunidad, queríamos hacer algo de nosotros, entonces por eso dice Aguante la vida y el territorio», evidenciando el reconocimiento de la otredad desde las manifestaciones artísticas del Festival, de los muralistas y de las Barra.
El arte callejero termina por ser un lugar de intersección y como lo dice Otis, artista urbano y participante del Biocultural, «es un ejercicio comunicativo, un ejercicio de negociación que hay entre las comunidades y los artistas, y en una sociedad como la nuestra es importante que exista el diálogo» para evitar la censura y respetar la expresión libre de las personas, acto que significa parte de la buena salud de la democracia de un país, además, según Otis «la censura es la incapacidad de expresar cosas».
El muralismo comunitario de Dexpierte Colectivo, también se hizo presente en el Biocultural, con una apuesta contra-comunicativa desde la calle, que entiende que «lo importante es que las comunidades reconozcan que tienen sus propias herramientas y recursos para comunicar su realidad, a su propia manera» un despertar que aleja a las comunidades del camino de la imitación de representaciones sociales extrañas o foráneas, facilitando búsquedas propias e identificaciones dentro de las reflexiones previas a la exteriorización de una intervención urbana.
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Si bien la calle, se dice, es de todos, parece que ciertos lugares pertenecen más a unos que a otros, ya sea por ser sitios muy apetecidos o por ser todo lo contrario, es allí donde se intervienen con juegos de poder, donde la libertad de expresión funge como ente democratizador y trae consigo un mensaje para quien lea, perciba e interactúe con la obra de arte callejero.
El street Art, es una herramienta certera para comunicar y para la construcción de tejidos de identidad comunitaria y local, por ello, se desea siempre una larga vida a los festivales que propician la transformación de espacios y dinámicas de la urbe como el Festival de Arte Urbano Manizales Biocultural, que ajusta su 8va versión y se auguran muchas más versiones de diálogos entre realidades citadinas.