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Mamá Elena, luchadora desde la palabra

Mamá, escritora, trabajadora social y activista de derechos humanos. Esta es la historia de Luz Elena Cano, quien ha dedicado su vida a luchar por el pueblo caldense desde el conocimiento y la palabra. Perfil.

Fotografías por Lania Lex

Creció en un ambiente comunista. Su padre lo era, ella lo fue, lo es. Se desenvolvió entre el pánico de amenazas y muertes, así como entre la lectura del semanario VOZ, hecha por su padre. Luz Elena Cano era la única, entre sus otros dos hermanos, que se sentía atraída al escuchar las líneas pronunciadas por un hombre que repetía los pensamientos de otros, cargados por un hálito de lucha, filantropía y esperanza. De alguna manera su padre era un Walt Whitman, ese que siempre llevó otras voces, otras auroras dentro de sí:

“De mi garganta salen voces largo tiempo calladas, / voces de largas generaciones de prisioneros y de esclavos, / voces de desesperados y de enfermos, de ladrones y enanos. / De mi garganta salen voces prohibidas, / voces de sexo y de lujuria, / voces veladas que yo desgarro, / voces indecentes que yo clarifico y transfiguro…/ Tremenda y deslumbrante la aurora me mataría, / si yo no llevase ahora y siempre otra aurora dentro de mí”, WW.

Siempre arreglada, con sus uñas de manos y pies pintadas. Su ropa, por lo general, de colores tierra, más nunca de ese negro con el que parecen comprometerse algunas señoras hasta el día de su muerte. Para el frío siempre lleva una chalina, la que cruza a un lado de su hombro para calentar su cuerpo. Su cabello, corto y liso, constantemente oscila entre los colores rojo y morado.

Durante su juventud logró ser la Presidenta del Consejo Estudiantil de su colegio. Así mismo, fue representante estudiantil en la universidad.

Es una mujer que no ha dejado caer el carriel: impecable, hermosa, con sus ojos cuidadosamente delineados por un lápiz negro y esa escarchita sutil de las sombras que le hace iluminar sus párpados.

Pareciera que es una mamá más que dedica gran parte de su tiempo a cuidar de sus padres y a ser una fiel compañera de vida de sus hijos, como muchas mujeres. Pero eso es solo a la distancia. Nena, como la conocen sus allegados, en la franqueza de la amistad, se revela como una mujer apasionada frente a todo: desde su condición de hija, mujer y madre, hasta su condición de sujeto político y activista.

Nació el 25 de mayo de 1959, cumple años el mismo día que su madre y es géminis, tal vez de ahí su capacidad para dar amor y su inteligencia. Su infancia transcurrió en la negación de jugar a las muñecas y a la cocina, prefería jugar a la lotería o brincar de cafetal en cafetal. La Morabia era su hogar, una finca cerca de la fábrica Cementos Caldas (Neira) donde trabajaba su padre y que hace 18 años cerró sus puertas por falta de materia prima y altos costos de operación. En 1997 fue donada a las cinco universidades de Manizales y aunque el plan en un principio era convertirla en una zona ambiental, hasta el momento solo ha servido para entrenamientos del batallón Ayacucho y prácticas de paintball.

Jorge Cano, padre de Luz Elena, hizo parte de la creación del sindicato de trabajadores de Cementos Caldas.

Nena comenzó a ser un sujeto político consciente a través de las tantas huelgas de trabajadores en las cuales estuvo presente su padre, don Jorge Cano.

– Mi papá me decía: “Mija…, entramos en huelga”, y yo ya sabía qué era eso.

– ¿Y usted qué edad tenía en ese entonces?

– Cinco años. Fueron tiempos difíciles porque cuando hay huelga, no hay salario.

Foto de Luz Elena acompañando a su padre durante una de las muchas huelgas.

Pese a ello, gracias a la solidaridad de obreros y vecinos que recolectaban y repartían alimentos para poder sobrevivir a los largos meses de huelga, y a la autosostenibilidad de sus padres, en su casa nunca faltó un plato de comida y tampoco carecieron de ropa. Eran cinco sobrevivientes que parecían una pequeña Cuba (aquella Cuba que no se dejó amedrentar por los Estados Unidos): conseguían su propia comida con los ahorros de su padre y la caza de gallinas, y diseñaban su propia ropa porque su madre sabía coser.

– Recuerdo que papá estaba en una huelga –él fue uno de los que formó el sindicato de trabajadores-, nos habíamos quedado a dormir junto con más trabajadores y familiares en la empresa. A eso de la una de la mañana empezaron a sonar unas sirenas, era el Ejército acompañado de perros, nos venían a sacar de ahí.

– ¿Y qué pasó?

– Los golpearon, a mí me tocaron, acto seguido nos detuvieron. En camiones nos llevaron al F2 y nos hicieron a cada uno reseña. Recuerdo que papá llegó a casa llorando y me dijo: “Mija perdimos, fracasamos”. Fue la única vez que vi llorar a mi padre, me dolió mucho.

Entre la labor social transcurrió su vida. Fue presidenta del Consejo Estudiantil en su colegio; se empeñó en crear un colectivo conformado por las mujeres de los obreros que trabajaban en Cementos Caldas para acompañarlos en su lucha; quiso ser enfermera, pero estudió Trabajo Social -siempre tuvo el perfil de servir a otros- y allí fue representante de la facultad; lanzó piedras en cada marcha estudiantil y siempre cantó La Internacional el 1 de Mayo.

Victor, su hijo, también heredó su sensibilidad y su gusto por la lectura.

Ha sido una mujer que ha dedicado su vida a luchar por un pueblo colombiano desde el conocimiento y la palabra. Ha sido una mujer que, simultáneamente, deseó ser madre. De esa ilusión nació Víctor Cano. Tanto Víctor como ella son lectores asiduos. Los une, más que el lazo de madre e hijo, la curiosidad frente a todo, las ganas de conocer y  su activismo político.

Con la lectura el pueblo es menos bruto, el pueblo piensa. Considero que es una herramienta que sirve para uno ser mejor persona. Y sobre todo, pienso que la lectura hace que la imaginación produzca.

La recuerdan sus estudiantes como la contadora de cuentos, y a Luz Elena le alegra ver que ha logrado cambiar el pensamiento de personas que antes no tenían aspiraciones. ¿Cómo lo logró? Con el simple acto de haber dedicado cada semana un poco de su tiempo para leerles una historia a los jóvenes del colegio Atanasio Girardot, donde su hijo fue personero:

– Víctor, en una de sus propuestas para ser personero, quería crear la hora del cuento, ¿y adivine a quién invitó para leer los cuentos? Pues a mí. Desde muy pequeño se interesó por los libros, creció en ese ambiente. Siempre llevaba un libro gateando hasta donde nos encontrábamos nosotros y comenzaba a simular que leía –aunque en realidad solo gagueaba- entonces cuando se lanzó de personero me dijo: “Mamá yo quiero que los niños lean y aprendan todo lo que yo he aprendido por usted y por leer”.

Víctor Cano heredó de su madre la sensibilidad, lo analítico y el interés por ayudar a otros; pero hay algo que Luz Elena le heredó a él: el gusto por el punk: ‘La Polla Records‘, ‘Eskorbuto‘ y ‘Los Muertos de Cristo‘, son algunos de los grupos que le gusta escuchar. Uno podría pensar que es muy particular que una mamá escuche punk, pero con su personalidad es apenas normal que le atraiga, ya que las letras hacen un reclamo a la sociedad.

Por su personalidad se podría suponer que es una mujer ruda, pero lo cierto es que Luz Elena sonríe todo el tiempo. Me gusta pensar en la canción “Molly Smiles” y cantar el nombre de Elena en cambio: “Elena sonríe con el amanecer. Elena sonríe e irradia un brillo a su alrededor. Cuando juega, Elena sonríe. En un día de verano Elena sonríe. En un nuevo día, Elena sonríe…” Tal vez porque, como su nombre lo indica, Elena es esa luz que brilla en la oscuridad.

Mamá, activista, escritora, trabajadora social; en cualquier faceta, Elena siempre está brillando.

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