Inés Granja, cantaora, transporta con su voz a quien la escucha en una lancha rápida por todo el río Timbiquí. Un viaje de currulaos y tradición.
Fotografías por: Lania Lex
Inés Granja Herrera es el Pacífico Sur hecho mujer. Sus manos con sazón infinito para preparar platos tradicionales del Cauca, y sus pies conectados al África para bailar currulao, hacen parte de una historia de vida que no cambia su tradición por nada.
“A mí nadie me enseñó a cantar, mi mamá me dice que yo me ponía de un momento a otro a cantar y que sonaba bonito, yo no me acuerdo de lo que según ella fueron mis primeras canciones”, agrega ella.
Sus primeras composiciones fueron vallenatos. Recuerda haber compuesto el primero después de escuchar a un muchacho de Bolívar en un reality show. El joven cantó una melodía con tanto sentimiento que ‘Inesita’ tomó lápiz y papel, dispuesta a usar de una vez por todas esas melodías que le recorrían la cabeza desde siempre.
Luego del vallenato llegó la balada, la costa Caribe no tenía mucha conexión con la cantaora en potencia y la balada estaba sonando fuerte en la televisión y la radio. Algunas canciones de este género eran amorosas, sentimentales, y muy disímiles a la personalidad de Inés. El pasillo corrió con la misma mala suerte.
El cuarto intento fue el definitivo. La primera composición de música tradicional de La Voz de la Marimba fue “La Memoria de Justino”, una canción obligatoria en el ABC de la música del Pacífico, conocida por chirimías de barrio, turistas, melómanos y curiosos en la sonoridad de la palma de chonta.
Desde ese momento, canción que se componía, canción que se insertaba rápidamente en el repertorio de las joyas musicales del Pacífico sur. Una a una nacían canciones acerca de su mar, del río visto desde la ventana de su casa, sus vecinas, y los habitantes de Santa Bárbara de Timbiquí, su pueblo natal, su pedacito de cielo en la tierra, que extraña cada vez que se encuentra lejos. Las canciones fueron llamando agrupaciones. Los proyectos musicales de Socavón, Canalón de Timbiquí y Santa Bárbara de Timbiquí sucedieron antes de iniciar con “la voz de la marimba”, esta vez conformada por músicos del centro del país.
La carrera de Inés, aunque llena de frutos y composiciones, tiene dentro de sí una característica singular: por más conocidas que sean sus composiciones, el imaginario popular no tiende a reconocer a su compositora.
En 2009 durante el Festival de músicas del pacífico Petronio Álvarez, Inés conoce a Juan David Castaño, músico e investigador de las músicas tradicionales Colombianas. En medio del festival nace la propuesta de crear un grupo musical que, además de reconocer la tradición, pueda llegar a unirse con la academia. La idea buscaba además del merecido reconocimiento musical de Inés, consolidar un proyecto pedagógico de difusión de saberes sobre la música del pacífico colombiano.
Los miedos antes de iniciar eran varios: una movilidad constante entre ciudades y todo el estrés que puede traer un grupo musical. Pasaron algunos días para que se diera un sí definitivo dando inicio a “La Voz de la Marimba”.
Actualmente, con la experiencia ganada a través de su trayectoria, Inés cuenta con una sabiduría admirable al explicar cada uno de los instrumentos que conforman un grupo musical del Pacífico. Con sílabas y entonaciones Inés tiene en la cabeza cada una de las melodías, y a medida que se interpreta una canción, los va siguiendo mientras ella canta. Este saber que ha tomado con los años aporta valor y novedad a sus canciones de toda la vida, además, la colaboración con su grupo le ha aportado una nueva manera de creación e improvisación, por lo que en medio de sus presentaciones se pueden escuchar variaciones y hasta creaciones nuevas sobre una pieza original.
Recientemente, Inés visitó la ciudad de Manizales. Allí estudiantes, curiosos, y hasta sus propios coterráneos disfrutaron y gozaron la interpretación de sus himnos del Pacífico colombiano.