Texto por: Tatiana Guerrero
Fotos por: Andrés Camilo Valencia
En su más reciente libro Donde crece el peligro, William Ospina escribe:“si algo necesita nuestra época en el mundo entero, es una revolución de las costumbres, no de esas revoluciones que estallan, como decía Estanislao Zuleta, y que a menudo décadas después tienen al mundo peor de lo que estaban, sino de esas revoluciones que ocurren, de esas luminosas renovaciones de la manera de vivir, de soñar, de la manera de relacionarse con los demás y la naturaleza”.
Precisamente, esa revolución silenciosa y transformadora fue la que tomó protagonismo en la 15ª edición de la Feria del Libro de Manizales. Una fiesta literaria que, con un rostro renovado, presentó una revolución marcada por la participación femenina.
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Esta edición elevó las voces de mujeres creadoras, escritoras y artistas, un eco largamente esperado que empieza a saldar la deuda histórica con la equidad de género en los escenarios culturales de la ciudad. Así, poco a poco, Manizales comienza a escribir una nueva página, donde la diversidad y el talento femenino dan vértebra al panorama cultural.
En esta edición, más de 50 escritoras compartieron sus obras y lideraron talleres, inspirando a nuevas generaciones de narradoras. La poesía femenina resonó desde los púlpitos de la Feria. Los proyectos presentados, desde iniciativas rurales hasta propuestas feministas, ambientales y medios independientes y alternativos, estuvieron, en su mayoría, encabezados por mujeres. Incluso, el equipo organizador contó con un importante aforo femenino, quienes también abrazaron el cambio.
Aoife Itziar Bernal McGee, codirectora de la Feria, explicó el trasfondo de este ‘boicot literario y femenino’, que era tan justo y necesario.»El eje principal de la Feria era la novela La vorágine de José Eustasio Rivera, pero no quisimos quedarnos solo ahí. Nos preguntamos: ¿cómo traemos esa novela a la actualidad? Así que creamos otras seis líneas temáticas: Ecología, Literatura colombiana, Paz y conflicto, Ruralidades, Colonialismo y Resistencias y movimientos sociales”
En esa selva de búsquedas y curadurías, las organizadoras del evento encontraron un patrón constante: la mayoría de quienes estaban investigando y escribiendo sobre estas vertientes eran mujeres. “En cuanto a La vorágine nos preguntamos por las reediciones y reinterpretaciones actuales, en eso nos encontramos La vorágine dormida, que es una compilación de relatos únicamente hechos por mujeres, y que su editora, Andrea Salgado, también lo era. A medida que avanzábamos en los temas, siempre llegábamos a mujeres”, agregó Bernal.
Durante una semana, las mujeres tomaron el micrófono, y sus discursos, posturas y reflexiones se amplificaron, desafiando el anonimato al que históricamente han sido relegadas en eventos culturales, dejando muy claro que “anónimo ya no es una mujer”.
Laura Sofía Mejía, cofundadora y directora de la Agencia Pública Baudó, subrayó la importancia de este cambio: “Era una necesidad histórica que estas brechas se acortaran. Eventos como este están reconociendo la exclusión que hemos vivido. En mi caso, estuve en un panel en el que casi todas éramos mujeres, y fue muy interesante conocer mujeres que dirigen medios periodísticos, colectivas y espacios de difusión feministas”.
La escritora Vera Grabe, quien presentó su libro El silencio del violonchelo, señaló que esta apuesta era vital. “Las mujeres tenemos otras maneras de narrar, otras búsquedas y enfoques. Entre más participemos es más democrático, más abierto, más revolución, más transformaciones”.
Un ecosistema literario renovado
La Feria también fue una ventana para nuevas voces femeninas que están ganando reconocimiento en la industria literaria. El público descubrió autoras locales, nacionales e internacionales que abordan temas contemporáneos y anacrónicos, enriqueciendo el ecosistema de libro con una mirada fresca y necesaria.
“Nosotras sabemos que ya hay unos espacios ganados. No nos interesaba continuar ese relato único de lo que es la literatura contemporánea, de los temas que hay que abordar, sino qué voces hay que abordar de cada una de estas líneas, sin importar si son o no taquilleras, si son conocidas en el país u otros países. Quisimos valorar la obra misma, y si lo que ha construido esta persona apoya lo que teníamos preparado para este año”, enfatizó Bernal.
Carlos Loaiza, filósofo y moderador de una de las charlas de la Feria, destacó el valor de estas plataformas para la difusión de obras que de otro modo podrían quedar en la sombra: “La Feria es un espacio ideal para mostrar obras que, tradicionalmente, quedan en manos de editores privados. Este evento permitió que las autoras llegaran a un público más amplio, generando una reflexión que trasciende lo privado para instalarse en el debate público”.
La complicidad también se extendió a las editoriales independientes, pues este año la Feria sirvió como plataforma de reconocimiento y visibilidad de autores emergentes, de proyectos y catálogos innovadores, disruptivos que marcan el inicio de una nueva era para el libro y sus conversaciones.
En la Feria Gráfica, los trazos femeninos hicieron eco de esta revolución. Artistas gráficas plasmaron su visión transformadora, reafirmando que el arte, al igual que la palabra escrita, puede ser un vehículo poderoso para el cambio y la equidad.
La artista venezolana Laura Guarisco, alias ‘Guarisquin’ quien presentó su novela gráfica Nido, calificó como maravillosa la gran participación femenina de esta edición. “Hay autoras increíbles, y es excelente que podamos tener espacios para contar lo que hacemos a la paridad de los hombres. Creo que todos merecemos igualdad, y me parece muy lindo enterarme que en esta Feria eso haya ocurrido, me siento orgullosa de ser parte”.
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