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Agua Bonita: un paraíso agroturístico a las puertas de Manizales 

Texto por: Andrés F. Rivera Motato

Fotos por: Andres C. Valencia

A tan solo 10 minutos de la ciudad de Manizales, se encuentra la Vereda Agua Bonita, un rincón natural del Bajo Tablazo que está naciendo como un destino turístico lleno de encanto. Este lugar, caracterizado por sus paisajes cafeteros y su rica biodiversidad, ofrece una conexión con el paisajismo y una perspectiva distinta de la ruralidad en la ciudad. La cercanía con la urbe y su tranquilidad lo convierten en un destino ideal para quienes buscan escapar del ruido urbano y explorar nuevas experiencias en el corazón del Eje Cafetero.

Contenido patrocinado por Alianza Francesa de Manizales en el marco del proyecto Amigos del Frances

En los últimos años, el turismo comunitario toma una fuerza transformadora en la región, creando una sinergia entre sus diferentes atractivos y permitiendo que tanto visitantes como locales descubran otras facetas de Manizales. Esta integración fomenta nuevas perspectivas del territorio, mostrando cómo la colaboración entre comunidades puede enriquecer la experiencia turística y fortalecer los lazos entre las personas y su entorno.

El carácter pujante de su gente y el espíritu innovador de sus empresarios han transformado a Manizales en un punto de encuentro para quienes buscan conectarse con la naturaleza, disfrutar de sus paisajes y adentrarse en una atmósfera cálida y hospitalaria. 

La Vereda Agua Bonita, al igual que muchas zonas rurales del territorio de la capital caldense, se caracteriza por su riqueza en recursos agrícolas y la dedicación de sus habitantes al trabajo de la tierra. Este potencial está llevando a sus comunidades a ver en el agroturismo una oportunidad para diversificar su economía y compartir su legado cultural con el turista.

El agroturismo es una forma que conecta a los visitantes con la vida rural a través de actividades agrícolas, experiencias gastronómicas y talleres interactivos, permitiendo a los viajeros acercarse a los orígenes de los productos locales y participar activamente en las labores del campo. Además, este modelo impulsa el desarrollo sostenible y genera ingresos adicionales para las familias campesinas, fortaleciendo su vínculo con el territorio y preservando sus tradiciones.

Finca La Tola: un lugar que fortalece a la comunidad

En el filo de la montaña, con una vista de 360 grados del Paisaje Cultural Cafetero, se encuentra la Finca La Tola, un lugar donde el agroturismo se entrelaza con los sueños de una comunidad en crecimiento. Lo que alguna vez fueron potreros, hoy se transforma en una semilla turística que comienza a florecer. La finca no solo ofrece un espectáculo natural con su panorámica, sino también la oportunidad de tejer conexiones entre visitantes y locales. 

Darío Enrique Sanín es el alma detrás de este naciente proyecto en la Finca La Tola. Ingeniero industrial formado en la Universidad del Valle y con experiencia en temas de energía solar, Darío decidió regresar a Manizales porque, como él mismo lo expresa, “la tierra me llamó”. Fue su primo, Miguel Alfredo Sanín, quien desde Canadá le propuso la idea de trabajar en este sueño conjunto, y junto a su madre, quien es artesana, comenzaron a tejer este emprendimiento que promete un futuro para su familia. “Aquí estoy poniendo en práctica parte de ese conocimiento que adquirí”, comenta Darío

Hace dos años, Darío a la zona y se encontró con un paisaje dominado por potreros y caballerizas. Desde su llegada, decidió transformar el terreno y comenzó a sembrar especies como guayacanes, pino colombiano, yarumo y otras plantas nativas. Fue en conversaciones con los vecinos que descubrió un dato interesante: el clima, la altura y el ambiente de la región eran ideales para el cultivo de la gerbera. Esta flor, aunque no es originaria de Colombia, se ha adaptado perfectamente al entorno y es valorada por su belleza y colorido, convirtiéndose en uno de sus atractivos. 

Hoy, la Finca La Tola se ha transformado en un espacio que combina tradición e innovación. El ingenio de Darío y su familia se refleja en habitaciones cómodas que integran un diseño moderno con elementos locales como el trabajo en cañabrava y roca, fusionados con técnicas de arquitectura contemporánea. Este lugar, rodeado de cultivos ancestrales, flores de café, plátanos, hongos y huertas, ofrece a los visitantes una experiencia en la que el paisaje, la comodidad y la sostenibilidad conviven en armonía. 

Un corredor agroturístico que complementa a la comunidad 

La idea de este espacio nació durante la pandemia, cuando el primo de Darío, viviendo en Canadá, añoraba la libertad y la conexión con la naturaleza que ofrece el campo colombiano. Al regresar a la región y explorar la zona, encontraron no solo un terreno con un potencial inmenso, sino también una comunidad de personas cálidas y amables que les recordaron la esencia de la pujanza manizaleña. Este encuentro con la gente y el territorio se convirtió en el motor para dar vida a un proyecto que busca honrar las tradiciones rurales mientras se construyen nuevas oportunidades en el agroturismo.

Para Darío, el agroturismo representa mucho más que una actividad económica; es una forma de preservar y revalorizar las raíces del territorio. “El turismo transformó las dinámicas sociales, el campesino dejó de trabajar la tierra para vender Coca-Cola en una tienda y atender al turista corriente. En esta zona fomentamos lo agro, los cultivos ancestrales”, explica. Según él, el turismo convencional tiende a imponer sus reglas bajo la lógica de quien aporta el dinero, mientras que el agroturismo opera bajo principios agrícolas que priorizan el cuidado del territorio. “Hoy en día, el agroturismo se inscribe a unos parámetros y principios agrícolas donde siempre está por encima el territorio”, añade, subrayando el compromiso con un modelo que equilibra el desarrollo económico y la sostenibilidad cultural y ambiental.

Otro de los grandes atractivos de la Vereda Agua Bonita es el avistamiento de aves, donde se pueden observar especies como loros y otras aves locales. Además, la fauna de la zona incluye zarigüeyas, serpientes e insectos que enriquecen la biodiversidad del lugar. “Somos un hotel para bichos y hongos”, comenta Darío, destacando la diversidad biológica que ofrece el entorno. La riqueza del clima también permite que los visitantes disfruten de amaneceres espectaculares, con vistas claras del Cumanday y el Poleka Kasue, mientras que los atardeceres, característicos de Manizales, brindan un espectáculo natural que complementa la experiencia de quienes buscan desconectar y conectarse con la naturaleza.

Darío forma parte del programa Amigos del Francés, en el que representa a la Finca La Tola y a la familia Sanín. “Para mí lo mejor de este programa es el acercamiento cultural, me genera una narrativa más cercana del visitante con el idioma. A mí me cae de punta este programa también porque mi familia vive en Quebec y algún día me gustaría ir para conocer otras técnicas de atracción a los turistas”, comenta Darío, destacando cómo esta iniciativa le permite estrechar vínculos con la cultura francófona.

A través de Amigos del Francés, ha podido conocer el sentir de la cultura francófona y aprender sobre su cosmovisión. “Nos transmitieron cómo se vive y cómo se siente esa cultura, que esperamos algún día poder atender con todas las comodidades en la Vereda Agua Bonita”, concluye, con la esperanza de que su proyecto pueda ofrecer una experiencia que combine lo mejor de ambas culturas en un territorio que ya está preparado para darle lo mejor de sí a los turistas.

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