Texto por: Rafael Santander Arias
Fotos por: Valeria Cipriano
«Los tatuajes son como los lunares», afirma Manu (@manutatz), «solo que necesitamos de alguien que nos ayude a hacerlos surgir». Tras la idea que puede parecer inocente, resuena el pensamiento de los escultores de mármol clásicos, quienes pensaban que su trabajo no era darle forma a la roca, sino revelar esa figura que ya escondía. Esta forma tan particular de ver su oficio no es exclusiva. Dentro de la edición número 15 de la Feria de Arte Corporal, enmarcada en el marco de la 68° Feria de Manizales, destacó la presencia de muchas mujeres tatuadoras, quienes nos compartieron su visión personal del tatuaje a partir del ejercicio propio de su labor.
Una visión muy hospitalaria de su oficio es la que nos dan a conocer sus palabras. De la raíz latina hospitalis, que quiere decir acogedor, agradable, caritativo; la hospitalidad de estas mujeres tatuadoras la evidenció también el tiempo que nos otorgaron para entrevistarlas y tomar fotografías. En el fondo, nos dan a entender que esto es parte de su trabajo, que en su oficio es fundamental la conexión.
«Más que clientes tengo pacientes», es la declaración de Stephania (@stephania.rz), proveniente de Cali y con más de 10 años de trayectoria ,«al hacer este trabajo hay dolor, y la otra persona necesita de mucha quietud». Esta compasión hacia los clientes viene también de la propia experiencia «Uno está muy vulnerable: está en bola, angra, sufre. Por eso se forma un vínculo tan especial entre tatuador y cliente», nos explica Manu.
Así las diversas tatuadoras entrevistadas nos hablaron de cómo su trabajo parte de ese reconocimiento del otro, de la consciencia de la precaria y susceptible condición en la que voluntariamente se ponen sus clientes —o pacientes—, a quienes se los trata con la dignidad que merece cualquiera capaz de dar esa confianza.
Y esa confianza que se honra con un agarre que resulta firme sin ser rígido y que solo la experiencia del oficio les ha permitido aprender se abre la puerta a un vínculo posible. «En mi trabajo estoy metida en el cuerpo de la otra persona», afirma la bogotana Valentina (@valenttinatattoo), quien parte de esta plena consciencia de la delicadeza y el rigor que requiere su trabajo para, a partir de ahí, formar relaciones personales. «En el estudio entran clientes y salen amigos, esa situación se vuelve el momento adecuado, los clientes me dan confianza y me cuentan cosas».
La relación, de todos modos, no es unilateral. Los estudios en los que trabajan estas tatuadoras no son un confesionario. Laura Roa (@lauraroatatt), originaria de Manizales, afirma que tatuar «es una terapia para ambos» y destaca que «no es solo un negocio, es una forma de relacionarse», mencionando la tradición milenaria, los trueques que resultan habituales entre el gremio, así como también el intercambio de los artistas que al tatuarse entre ellos marcan en la piel del otro la señal de su vínculo.
La reinvención del cuerpo
Es común la idea del tatuaje como una decoración sobre la piel, o como algo que tiene un significado profundo y personal. Otra perspectiva que nos ofrece la caleña Julia (@julia_lapeligrosa) es que «tatuar puede ayudar a la autoestima, hace que la gente cree una relación nueva con su cuerpo». Algunas cicatrices, ciertas partes del cuerpo de cada persona que pueden causar vergüenza o inseguridad, tatuadas cobran un significado nuevo y pueden convertirse en causa de orgullo. En otras palabras lo dice Gabi (@bancodesangre_), quizás la más joven del evento «Al tatuarnos nos reapropiamos de nuestro cuerpo, podemos identificarnos por primera vez o crearle una nueva identidad».
Este cambio en la percepción del cuerpo no es solo personal, también afecta la percepción de otras personas. Por un lado, afirma Valentina, «tatuado te ves vestido y bien, sin tener ropa», pero además de la impresión visual, también se pueden producir impresiones sobre la personalidad de los demás. «La gente piensa que soy fuerte porque me ve tatuada, como quien dice: Qué caracter, aguantaste mucho dolor», nos dijo Manu.
¿Un gremio de hombres?
Todas las entrevistadas expresaron con alegría la gran participación femenina en la Feria de Arte Corporal. Aunque todas mencionaron que sí es mayor la presencia de los hombres en los estudios, ninguna ha sufrido discriminación directamente, aunque cuenta Manu «he tenido compañeros que al verme llegar no piensan que tatúo sino que hago el aseo». Antes, afirma Stephania, «los hombres le han metido muchas ganas a que las mujeres tatuemos también». Al preguntarle a esta última por la relación que veía entre su oficio y lo político declaró: «Nunca he sentido necesidad de un discurso político. Tiene que ver más con la conexión femenina».
Sobre esto también se pronunció Gabi: «Hay otros estilos de tattoo que intentan cuestionar lo establecido o el género mujer o se paran desde la disidencia de género. Siento que en mi trabajo lo político es indirecto: el hecho de hacerlo, los mensaje que tú das, estar ahí, inspirar y crear comunidad es mi forma de contribuir a inspirar a las mujeres».
Las entrevistadas manifestaron una buena relación con sus colegas hombres, aunque son conscientes de ambientes de discriminación, los cuales prefieren evitar por esta razón. «La mujer crea vida, somos artistas por naturaleza», dice Manu con confianza cuando se le pregunta por esa relación entre su identidad y su oficio. Y acerca de la minoría femenina en muchos de los eventos, Julia complementa con la misma confianza «Las mujeres nos abrimos camino con el poder de nuestro arte».