Ballroom Manizales, cuerpos rebeldes en el espacio público (17)

Ballroom Manizales, cuerpos rebeldes en el espacio público

Con más de un año en la labor de acoger, cuidar y visibilizar cuerpos diversos, este colectivo se mantiene en la lucha por los derechos de la comunidad LGBTIQ+

Texto por: Rafael Santander Arias

Fotos por: Juan José Peñarada Giraldo

Ideas sostenidas por una clase dominante, blanca y heteronormativa nos dictan cómo debemos habitar nuestro cuerpo, cómo vestirlo, adornarlo, moverlo y presentarlo ante la sociedad. Este pensamiento —sustentado pobremente desde el determinismo biológico y el dogma judeocristiano— en contextos tradicionales y conservadores ha permitido normalizar la violencia ejercida contra la población LGBTIQ+, principales transgresores de estas imposiciones y, a su vez, la comunidad que da origen a la cultura ballroom.

A lo largo de la historia se han perpetrado persecuciones violentas contra las poblaciones diversas que se han resistido a aceptar los valores heteronormativos. El ballroom es una de las respuestas que surge contra estas. Toma los valores tradicionales, los cuestiona y los subvierte, apropiándose de lenguajes como el desfile de moda y la danza, liberándolos de su discurso anticuado. Como resultado, surgen los balls y el voguing, formas actualizadas de estos lenguajes desde donde se cuestiona la heteronormatividad a la par que se abre un espacio para la celebración, apreciación y disfrute de estos cuerpos rebeldes.

Con pelucas, zapatos altos, mallas y maquillaje que no discriminan género, estos cuerpos se presentan en el mundo y se expresan con una libertad que no tiene nada que envidiarle a la de consumo. Fuera de los rígidos moldes dentro de los que la tradición intenta encasillar a cada individuo, la cultura ballroom los libera y hace de esto un acto político al presentarlos públicamente. «Más allá de voguear, la cultura ballroom es un gesto de resistencia, una forma de decir “aquí seguimos en pie con nuestra lucha”», comenta Antares, representante de Ballroom Manizales. Él deja claro que esta comunidad surge por y se debe a la demanda de los derechos de la comunidad LGBTIQ+.

La cultura ballroom surge durante la década de los años sesenta en Harlem y el Bronx en medio de un ambiente asfixiante de segregación, persecución y violencia contra personas homosexuales y transgénero pertenecientes a las comunidades afro y latina en una época en la que estas se venían desplazando hacia las periferias de la ciudad a raíz de proyectos urbanísticos de «renovación» en Manhattan.

En el contexto de este proyecto de exterminio y marginación por parte de una clase dominante es que surge la escena ballroom. Se gestionan espacios de reunión clandestinos —espacios seguros, donde se respetaba y se protegía la vida—, dentro de los cuales a sus integrantes se les permitía, se les invitaba y se les celebraba por ser y expresarse auténticamente, como realmente querían mostrarse: vestirse, maquillarse, moverse, expresarse, bailar y, en definitiva, ser.

Aunque nuestro contexto es muy distinto al original, el espíritu del movimiento se conserva. Si bien en Manizales no son ilegales las expresiones de género ni las preferencias sexuales diversas, la intolerancia y violencia de la que siguen siendo víctimas algunos integrantes de la población LGBTIQ+ ofrece un terreno fértil para una cultura como ballroom.

Matt, otro de los representantes de Ballroom Manizales, expresa que antes de la fundación del colectivo ya se habían celebrado balls, pero «desde el desconocimiento». Lo que los diferencia a elles es que adaptan las categorías de la escena ballroom a nuestro tiempo y lugar cuidando que conserve su espíritu, su intención política y que responda a las necesidades del contexto.

El desconocimiento es una de las grandes amenazas de esta cultura, algo común en este tipo de expresiones que surgen en la marginalidad. Como movimiento clandestino, la escena ballroom se da a conocer públicamente más de dos décadas después de su conformación a través del documental Paris is Burning (1990) y se han venido popularizando algunos de sus elementos gracias a programas de televisión como la serie de ficción Pose (2018), los realities RuPaul’s Drag Race (2009), Legendary (2020), la ficción cinematográfica Port Authority (2019) y el documental Kiki (2016). El voguing como danza fuera de la cultura viene cobrando popularidad desde los años ochenta a través de estrellas pop como Madonna, en décadas posteriores por Rihanna y Beyoncé y, en la actualidad, las redes sociales. El peligro de esta popularidad es, precisamente, su descontextualización. Al perderse sus raíces históricas, el movimiento corre el riesgo de perder su carga política y convertirse en espectáculo.

Ballroom Manizales tiene menos de dos años de fundación y se crea a raíz de un taller de Vogue Femme dictado por Oshnur Marikaña de Ballroom Pereira. A partir de ahí, algunos participantes deciden reunirse para seguir vogueando y estudiar la cultura ballroom. Desde la fundación se reúnen semanalmente a voguear, a caminar y a practicar otras categorías dentro de las cuales se compiten en los balls.

Se reúnen en espacios abiertos donde puedan verles, esa es su intención. Según Antares: «Estar ocupando los espacios públicos con nuestra mariconería es un acto político y un statement constante». Las reuniones del grupo no son exclusivamente de práctica, también son espacios donde se planean acciones que buscan la visibilización y la lucha por los derechos de la comunidad LGBTIQ+.

«A través de Ballroom lucho por los derechos de mis hermanas, mis hermanos. Me siento respaldado para seguir peleando por una ley integral trans. Nos quieren invisibilizar, pero no nos van a desaparecer», afirma Camilo Lexington, bailarín que ingresó al grupo interesado en el voguing y que, inmerso en la escena, decidió iniciarse en el arte drag como una forma de explorar y descubrir otras dimensiones de su personalidad y de su sexualidad.

Esto lo destaca Antares como una de las grandes virtudes del grupo, el espacio que ofrece. «Disfrutamos de una libertad muy individual para explorar la identidad, explorarse une misme alrededor de otras personas que te dan reconocimiento, porque hemos tenido experiencias de vida semejantes», dice. Experiencias relacionadas con la discriminación y el rechazo en ambientes estudiantiles, laborales y familiares. Para quienes han recibido el rechazo de padres y hermanos, Ballroom ha sido un espacio para encontrar una familia, allí se asiste para obtener un reconocimiento que en otros entornos ha sido negado. «Tu existencia se celebra, se aplaude. Existir ahí sí es posible», destaca Guerrera, miembro de Ballroom Manizales, sobre el grupo. 

Como familia brindan un espacio seguro a sus integrantes sin importar orientación sexual o identidad de género. Historias compartidas de represión familiar, cultural y social fortalecen sus vínculos. Desde el amor y la compasión reciben, acogen y escuchan. Su objetivo es ser el lugar de acogida y apoyo para todes, desde donde se ofrezca un entorno seguro para la exploración y descubrimiento personal y, a la vez de formación política, en donde se crea una comunidad que visibilice sus problemáticas y genere acciones en pro de la lucha por sus derechos. Un espacio de toma de conciencia, de celebración y de acción, en nombre de esa familia extensa que aún se moviliza en busca de justicia.

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