Texto por: Valeria Cipriano
Fotos por: cortesía Cebolla Estudio
Más allá de su concepción inicial: un espacio creativo para albergar varias expresiones artísticas, Cebolla Estudio también es un hogar para sus fundadoras, Yiselle Montaño Tsoi y Camila León.
Esta casa blanca, escondida entre varias otras, abrió sus puertas al público a inicios de 2025 siendo inmediatamente reconocida por sus aires acogedores y hogareños, quizá debida a la amabilidad y sencillez de las dueñas. Ambas artistas, además de prestar las habitaciones para exposiciones y talleres, construyen su vida personal entre esas mismas paredes que a menudo son decoradas con diversas obras de arte.
Yiselle se dedica a la ilustración, la pintura y la enseñanza de dibujo en el estudio. Camila, por su parte, se describe como multidisciplinaria, abarcando la pintura, la ilustración y la escultura, además de un sinfín de intereses que la mantienen en constante movimiento. Ambas, unidas por la amistad forjada en la universidad, comparten una complicidad que trasciende las paredes de su estudio, incluso en los detalles más cotidianos.
La historia de Cebolla Estudio es tan orgánica como su nombre. Su nacimiento, casi accidental, se debe al hastío compartido y manifiesto de trabajar en sueños ajenos. «Ya queríamos enfocarnos a lo nuestro, a nuestro arte, a nuestras cosas», explica Yiselle. La motivación inicial fue simplemente la de encontrar un lugar amplio donde pudieran desarrollar su propio trabajo artístico. La oportunidad se presentó de forma inesperada: una casa en arriendo cerca de donde vivían. En una semana se materializó su intención latente y ese espacio vacío comenzó a transformarse en lo que hoy es Cebolla Estudio.
La experiencia de estos meses ha sido rara, confiesan. Camila, en particular, lidia con su naturaleza introvertida en un espacio que, por su esencia, es de constante interacción. Sin embargo, este desafío se ha convertido en una oportunidad para crecer: «Ha sido chévere también retarme a ser menos tímida, a hablar más». Ambas se sorprenden gratamente al ver que la gente conecta con el lugar y el trabajo que realizan. «La verdad no esperábamos que funcionara», admite Yiselle, revelando que incluso tenían «muchos planes por si las moscas», si el proyecto no despegaba.
Desean que el estudio «no necesite tanto de nosotras para funcionar y que nosotras tengamos el tiempo y el espacio también para hacer más cosas de nuestro propio arte». Reconocen que no saben si será un proyecto a largo plazo, pero por ahora, lo están dejando fluir, disfrutando del proceso sin el estrés de pretensiones.
La clave de su éxito inesperado, sugieren, radica en la falta de pretensiones. No buscan un gran imperio multimillonario, sino simplemente sentirse tranquilas, cómodas de hacer arte y retarse a sí mismas. Esa autenticidad impregna el ambiente, haciendo que Cebolla se sienta como un hogar, un lugar donde la calidez familiar acoge a quienes son ajenos al espacio.
Aunque este año lo ven como un período para estar más tranquilas, ambas sueñan con seguir creciendo individualmente como artistas. Camila anhela continuar con este proyecto, pero también perseguir otros sueños, reconociendo que este espacio, si bien es hermoso, también les exige tiempo personal. Ambas coinciden en la aspiración de que Cebolla pueda volverse más autónoma.
El hogar como laboratorio creativo y desafío personal
La particularidad de Cebolla Estudio reside en que funciona en la misma casa donde Yiselle y Camila viven. Si bien para León no es lo ideal, reconoce que por ahora es un sacrificio necesario. «Yo por lo menos disfruto mucho de estar sola», confiesa. Además, explica que a veces se encierra o se ausenta cuando el estudio está lleno. Es un sacrificio inicial en pos de la meta de tener casa y negocio aparte. Esta peculiaridad hace que la experiencia de Cebolla sea inmersiva: los visitantes pueden encontrarse con las artistas en chancletas, en pijama y hasta mala carosas.
Para ellas, el hogar es más que un techo. Para Camila, es un lugar de descanso, una cama y un café, siempre acompañado de las personas y los perritos que brindan apoyo y afecto. Yiselle complementa esta visión, describiéndolo como un espacio donde uno se siente protegido y rodeado de memorias plasmadas en objetos que, aunque para otros sean basura, para ellas transforman una casa en un lugar con alma y personalidad.
Cebolla: Capas de creación y profundidad
El nombre «Cebolla», que inicialmente se pensó para una tortuga. No tiene un origen profundo, pero sí un significado que ha ido creciendo con el proyecto. Aunque les advirtieron que sonaba a verdulería, el nombre pegó porque genera curiosidad. Sin embargo, han sabido jugar con el concepto de las capas de la cebolla para reflejar la diversidad y la naturaleza multidisciplinaria del estudio. «Somos un lugar muy multidisciplinar. Cómo hacer una pintura. Una pintura requiere de muchas capas, en óleo o en acuarela, para llegar a la profundidad», explican.
En cuanto a su arte, Camila se describe como una exploradora constante de materiales, lo que la hace multidisciplinaria. Sus obras giran en torno a los sueños, no para descifrarlos, sino como «un escenario infinito donde tú puedes crear». Recientemente, se ha embarcado en un proyecto peculiar: «perritología», una serie de pinturas de perros haciendo popó, cada uno con su ficha científica en una página de Instagram dedicada. Fuera de su tema onírico, Camila abarca pintura, escultura, fotografía, escritura e ilustración, disfrutando especialmente de la escultura en cerámica.
Yiselle, por su parte, se inclina más por la ilustración y el dibujo, confesando que no se aventura en la pintura o escultura sin la ayuda de Camila. Le gusta la acuarela y la escritura. Su fuente de inspiración es ella misma y su entorno más cercano: su extraña y bella familia, su bisabuela Toñita, sus perros, su mejor amiga y su esposo. Sus obsesiones artísticas son momentáneas y, una de ellas, es pintar y fotografiar a viejitos en la calle. Su fascinación radica en la personalidad y libertad que percibe en ellos, y en la belleza de un pasado diferente, alejado de las distracciones modernas. Actualmente, Yiselle explora el concepto del cuidado, una cualidad intrínseca al ser humano, especialmente en las mujeres, sea por imposición, deseo o amor.
Las artistas de Cebolla Estudio abordan un tema crucial: el valor del arte en una sociedad que a menudo lo romantiza. Aunque sería «genial» que todo fuera un «trueque», reconocen que la idea de «por amor al arte» es «muy romántica» y perjudicial. «El arte es un trabajo y la gente tiene que sacarse eso de la cabeza porque si es ‘por amor al arte’, la gente no va a pagar por eso», enfatiza Giselle. El arte tiene un valor intrínseco, que se refleja en el tiempo, el esfuerzo, las noches de desvelo y la inversión personal del artista.
Para ellas, no se trata de pensar en un producto, sino de reconocer que su arte tiene un valor. Comparan el arte con cualquier otro servicio, como ir a un restaurante o a un concierto, donde se paga por una experiencia o un conocimiento. Un taller, por ejemplo, es el pago por el tiempo y la dedicación de alguien que comparte su saber. Desean que la gente deje de ver el arte como algo etéreo e intocable y se comprenda que detrás hay un proceso y un trabajo que merecen ser valorados económicamente.
Cebolla Estudio es una oda a la colectividad, a la exploración y a la creencia de que el arte es un motor de transformación y conexión humana.
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