“En cada producto que vendo, no vendo solo un diseño. Vendo mis ojos, mis manos, mi espalda, mi todo”.
Siempre nos hemos visto tentados por la idea de no entregar gran parte de nuestro tiempo de vida a labores que frecuentemente suelen maquinizarnos por más de 8 horas diarias. Sin embargo, nuestro accionar sigue guiándose por ese miedo constante de no saber de qué otra forma es posible sobrevivir a fin de mes. Así las cosas, las personas siguen regalando su tiempo y su fuerza a trabajos que, no solamente les quita su vitalidad, también les arrebata la fe en sí mismos.
Fotos por: Melanie Espitia Diossa
Y así funciona por lo general el mundo del empleado: el día se le va en una actividad que no le suele gustar, sus superiores se encargan de hacerlo sentir algo insignificante; y como si no fuera suficiente los clientes rematan su poco entusiasmo. Pero bajo esta dinámica laboral parece estar vislumbrándose una pequeña luz, una alternativa de autosuficiencia para aquellos que se niegan a la resignación de trabajar en algo que no los mueve.
Este es el caso de Jennifer Muñoz, una egresada de Diseño Visual de la Universidad de Caldas, jugadora de Roller Derby y artesana de vocación. La Trementina es su proyecto personal, su negocio, y espera que su futuro. Ha nacido de la convergencia de sus gustos y caminos emprendidos. El nombre de su negocio se debe a su fascinación por el olor de la trementina (disolvente que utilizan para mezclar el óleo y conseguir que sea más líquido). Cuenta que en diseño visual cuando comenzaron a trabajar ilustración, les enseñaron a disolver los colores con la trementina. Lo que ella hacía era echarla en sus manos y en todo el cuerpo; de ahí que todos sus conocidos la comenzaran a llamar como “La trementina”, incluso en el Roller Derby su camiseta lleva el número 13 acompañado de su apodo.
Su tesis en la carrera acabaría por darle el toque personal a su proyecto. Viajó hasta el Putumayo y trabajó de la mano con la comunidad indígena CAMËNTSÁ BIYÁ sobre el análisis simbólico del tejido. Como resultado obtuvo su graduación, pero también el aprendizaje del tejido en chaquira, que la convertiría en la artesana que es hoy. Los productos de su trabajo son: materos, libretas y separadores de libros, todos con su tejido en chaquira y hechos en madera.
Jennifer se entusiasma cada vez que le envían mensajes de agradecimiento y admiración por su trabajo, y les deja un mensaje a aquellas personas que con comentarios como “¿Eso tan caro?”, subestiman su trabajo:
“En cada producto que vendo, no vendo solo un diseño. Vendo mis ojos, mis manos, mi espalda, mi todo”.
Y es que no es fácil, son largas horas de trabajo en donde sus ojos, manos y espalda reciben las consecuencias del cansancio y de estar por varias horas en una misma posición. Se necesita de mucha paciencia e imaginación para darle vida a la Trementina.
Sus diseños, por lo general, suelen ser evocaciones de la simbología indígena, pero también hace diseños que se le solicite por encargo; y su material de trabajo mayoritariamente proviene de productos naturales. Comprometida con el medio ambiente, la trementina usa madera de empresas colombianas en pro del cuidado y la conservación de los bosques.
Jennifer para vender sus productos recorre toda la ciudad entrando a locales como librerías y artesanías; y se presenta de evento a evento firme con la ilusión de que sí es posible trabajar en lo que le gusta, y de que sí es posible ser nuestro propio jefe.
Para mayor información visite su página http://discrepante.com/la-trementina