Texto por: Rafael Santander
Fotos por: Andrés C. Valencia
Contenido coproducido con Quehacer Cultural
Presentada en el Parque Ernesto Gutiérrez el 27 de octubre en el marco del 55° Festival Internacional de Teatro de Manizales, Aluvión de la compañía Pantolocos de Medellín, tiene dos elementos muy sobresalientes: los movimientos y la gestualidad tan expresiva de todo el elenco que evidencia su destreza técnica, así como el gran carisma y capacidad de hacer al público un participante activo de la obra. Como si se tratara de un concierto de punk realizado por músicos de conservatorio, pudimos presenciar a un grupo de intérpretes muy bien preparados realizando una pieza con un idioma sencillo y directo que logra conectar fácilmente con el público.
Aluvión es una fiesta, una que tiene principios éticos, estructura y mensajes claros; es un aceite de hígado de bacalao dulce, es como el sueño de cualquier nutricionista infantil: divertida, sabrosa y llena de proteínas. Mediante situaciones sencillas y llenas de humor, la obra hace comentarios sociales agudos, pone en escena algunos vicios propios de nuestra cultura: el salierismo, el alcoholismo, el intento de comprar amor, la marginación, la venganza y la violencia, un abanico de temas que pueden resultar sórdido y difícil en otros formatos, se tratan acá con toda la entereza y la gracia, encontrando siempre manera de abordarlas desde la comedia.
La primera pieza, El músico, se crea a partir de la tensión entre dos conceptos: «El maestro» y «La música». Los dos protagonistas de Los enamorados son adictos con comportamientos compulsivos que escapan del alcoholismo mediante el enamoramiento súbito y vacío y La bomba cierra la obra en una climática guerra de agua que involucra al público entero
Desde la sencillez argumental, Pantolocos construye con la mínima cantidad de elementos narrativos una serie de tensiones e interacciones que conducen a una catástrofe cómica. La habilidad de sus intérpretes para la improvisación, la interacción y el humor hacen de esta una pieza magnífica de calle para todos los públicos.
A esta sencillez de su construcción argumental se opone también la riqueza que ponen a los demás detalles: el maquillaje, el vestuario, la utilería y la música son tan atractivas que por sí solas llaman audiencia.
En el escenario de la calle, entre risas, algarabía y desorden, Aluvión puso en escena un espejo, nos mostró la imagen caricaturesca de nuestros vicios morales, nos ofreció con su obra un mecanismo para reconocerlos y mediante el humor una forma de enfrentarlos.