Entre el fuego y la rabia de No Absolution  (1)

Entre el fuego y la rabia de No Absolution 

Manizales cumplió 176 años y, en medio de esa celebración, el fuego del metal volvió a encenderse. Era domingo, el último día del Festival Grita 2025, y sobre el escenario de Expoferias una banda local invocaba el calor de toda una escena. No Absolution llegó a incendiar. Su presentación fue un estallido de energía que recordó por qué la ciudad, a pesar del paso de los años, sigue teniendo un pulso fuerte en su escena musical alternativa. Entre voces del público y los gritos guturales del vocalista Julian Andrés Ramírez Soto, se sintió que Manizales todavía tiene una voz que grita desde las entrañas.

“Nos sentimos superemocionados, la verdad, muy contentos por todo ese apoyo”, dijo Tuto Jiménez, baterista y fundador de la banda, minutos después de bajar del escenario. “Lo que se viene de aquí en adelante es pura música, pura energía, temas nuevos con mucha adrenalina… representando la city, el core, y ya saben, muchachos: ¡que viva el metal y que siga para arriba!”. Su voz aún tenía el temblor de la descarga que acababa de dar. Detrás, se escuchaban los ecos del público pidiendo más, como si la ciudad quisiera prolongar ese grito por más tiempo.

No Absolution nació hace más de una década bajo el nombre The Hate Will Prevail, y con ese nombre lanzaron en 2014 su primer sencillo, “Escoria”. Desde entonces, el grupo ha sido una constante reinvención. En 2016 adoptaron el nombre con el que hoy son reconocidos, y en 2021 publicaron su EP The Hate Will Prevail, un homenaje a sus raíces y una afirmación de su identidad. En ese trabajo, el odio, la rabia y la frustración se convierten en fuerza creativa, como ellos mismos dicen: una catarsis convertida en arte. Su sonido, influenciado por bandas como Dying Fetus, Whitechapel o Thy Art Is Murder, golpea con la crudeza del deathcore, pero tiene una firma propia, la de una banda que convierte la furia en mensaje.

“Desde el principio quisimos mostrar lo que otros prefieren callar”, explicó Julián, el vocalista, después del festival. “El odio es un sentimiento que todos llevamos por dentro desde que somos humanos, pero también se puede expresar. Nos gusta denunciar lo que nos duele como sociedad: la violencia, la hipocresía, la salud mental, el consumo, todo eso que uno siente y que no puede quedarse callado. No es un odio negativo, sino uno que impulsa”. En sus palabras hay más reflexión que oscuridad, detrás de esos gritos hay conciencia.

Durante su presentación en el Grita, esa idea se hizo visible. Julián caminaba de un lado al otro del escenario con el micrófono entre las manos, mientras el público levantaba los brazos siguiendo su ritmo. Bermu y Juankis hacían temblar las guitarras, Checho sostenía la base del bajo como un martillo rítmico, y Tuto golpeaba la batería con precisión quirúrgica. Cada golpe era una invocación. La energía del público, en respuesta, parecía multiplicarse. “Ver tanto público, tantos pelados motivados con la escena, eso nos da ganas de seguir camellando, de abrir más espacios para que otras bandas nuevas puedan estar algún día en esta misma tarima”, dijo Sergio Gonzales, el bajista, con una sonrisa cansada pero satisfecha.

Y es que lo que pasó esa tarde fue ver que la escena está viva. En un momento en que muchos creían que el metal manizaleño venía apagandose, No Absolution trajo el fuego que incineró a Manizales hace cien años. No ese fuego literal que destruye, sino el simbólico: el de la resistencia, la creación y la comunidad. “La escena no es gigante, pero es real”, dice Julián. “Hay gente que siente la música, que todavía hace bandas, que va a los toques, que apoya, que compra una camiseta o simplemente comparte una canción. Eso nos motiva porque uno siente que no está solo haciendo ruido”.

Manizales, siempre ha tenido una llama que no se apaga. El metal, el hardcore, el punk y otros géneros extremos han mantenido un ecosistema subterráneo que sobrevive con base en la pasión. No Absolution es parte de esa resistencia, una banda que entiende el escenario como un lugar de encuentro, un refugio para los que no encajan en el molde. “Faltan más espacios, más unión entre las bandas, menos ego y mucho más apoyo real”, agrega Julián. “Pero mientras haya gente con ganas de gritar, estos géneros van a seguir vivos”.

En el Festival Grita 2025, esa promesa se sintió tangible. La ciudad cumplía años y el metal fue su himno.No Absolution le recordó a Manizales que la rabia también puede ser amor, que gritar es sanar y que, en cada riff, hay una historia que se niega a morir. Mientras existan quienes prefieran la honestidad del ruido a la comodidad del silencio, el corazón de esta ciudad seguirá golpeando al ritmo de No Absolution.

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