Oblitus, La nueva sangre del metal Manizaleño (2)

Oblitus, La nueva sangre del metal Manizaleño

Texto por: Andrés Felipe Rivera Motato

Fotos por: Andres C. Valencia Giovanny Gálvez

Un rayo de sol cobijó a ratos el frío de un fin de semana marcado por la lluvia en Manizales, apenas tocaba las montañas cuando las cuerdas de las guitarras comenzaron a levantar la bruma en Expoferias. Oblitus fue la banda encargada de abrir el último día del Festival Grita 2025, y lo hizo con las ganas de quienes llevan años soñando ese momento. No había nervios visibles, solo cinco chicos manizaleños devorando el escenario. Su presentación fue una de las sorpresas del festival, fría, visceral, y con aura joven, con un sonido que mezcló el black metal y el punk en un cóctel de caos preciso. A esa hora temprana, el público —jóvenes con camisetas negras, cadenas y banderas— ya coreaba su nombre.

Pero para entender lo que significó esa apertura, hay que volver unas semanas atrás, al lunes 11 de agosto, cuando el Teatro Fundadores cerraba la última jornada de audiciones para el festival. Ese día, Oblitus no era todavía una banda del Grita; era un grupo de amigos con un sueño grande y una determinación aún mayor. Llegaron con sus seguidores, llenaron la parte de adelante de la silletería, y desde los primeros acordes lograron lo que pocas bandas hacen: poner a saltar el teatro entero.

 “La audición fue algo que nos hizo sentir vivos”, recuerda Matías Metrio, su vocalista. “Fue muy emocionante ver tanta gente apoyándonos, sentir esa conexión inmediata. En ese momento entendimos que el género todavía despierta pasión, que hay personas que se entregan por completo. Nosotros solo queremos hacer música para ellos, para que se parchen, para que encuentren algo de sí mismos en lo que hacemos”.

Oblitus nació del dolor, pero también de la necesidad de crear sentido en medio del caos. En latín, su nombre significa “olvido”, y ese concepto atraviesa todo lo que hacen: las letras, el sonido, la puesta en escena.

Nuestras canciones están basadas en el dolor, en la agonía de vivir, en la sensación de ser olvidado”, dice Metrio con la voz pausada, como si cada palabra pesara. “Cuando alguien muere, a veces lo recuerdan, a veces no. Ese vacío lo convertimos en música. Queremos que quienes nos escuchen sientan que no están solos, que su dolor también puede transformarse en algo poderoso”.


El guitarrista Santiago Aristizábal y el resto de la banda —jóvenes entre los 17 y 25 años— comparten esa visión. En sus ensayos, todo parece fluir sin cuadrículas. Las canciones nacen del caos, del ruido, del instante.

 “A veces componemos cada uno por aparte, otras veces nos juntamos y todo fluye. No seguimos un patrón. Lo importante es que suene agresivo, honesto, como si alguien estuviera gritando dentro de una jaula”, explica Matías. “Nos han etiquetado como black, trash, DSBM, metal punk, pero al final somos todo eso y nada a la vez. No nos interesa un género, nos interesa lo que transmite”.

Cuando subieron al escenario del Festival Grita, el resultado fue arrollador. La banda que había nacido en los márgenes, que ensayaba sin descanso y que soñaba con tocar en ese festival desde hacía un año, encontró finalmente su público.


No esperábamos ver a tantas personas reunidas tan temprano”, contaron después del show. “Todo se sintió muy bien. El sonido, la energía, la gente feliz… fue una chimba. Eso nos llenó el alma, porque más allá del ruido, lo que nos mueve es eso: conectar con la gente”, expresó Santiago Aristizabal.

En el público había algo que pocas veces se ve en un festival de metal, padres y madres con camisetas negras, gritando y filmando cada segundo. Una de ellas era Monica Reinosa, madre de Santiago. Su voz, entre risas y orgullo, resume otra cara de la historia.

“Ver a estos muchachos tan jóvenes, ya como metaleros comprometidos, fue increíble. El metal sigue vivo y ellos lo demuestran. A la gente le gusta lo que hacen, porque sienten lo que tocan. Como mamá, mi papel es apoyarlos: ayudarles con la pinta, con los ensayos, con lo que necesiten. No importa el género, lo importante es no dejarles caer el sueño”.

Mónica no solo estuvo en las primeras filas: también fue parte del proceso.

“Le hice las capas que usaron en el escenario. Cuando los vi salir con ellas puestas, no podía creerlo. Fue una emoción tan grande que casi lloro. Nosotros fuimos siete familiares a acompañar a Santiago. Él soñaba con tocar en el Grita desde el año pasado. Se reunían una vez por semana, ensayaban, planeaban todo… y verlos ahí, cumpliéndolo, fue algo que no se olvida”.

Detrás del gutural y la velocidad, Oblitus tiene una búsqueda en trascender. No solo en la escena local, sino más allá.  “Nuestro sueño es tocar en otro país”, dice Metrio. “Queremos llevar el poder manizaleño a otros lugares. México, Perú, donde sea. Pero sobre todo queremos que la gente nos escuche y se identifique con nuestras letras. Que sientan que hay una banda en el mundo que los entiende, incluso cuando se sienten olvidados”.

Para una ciudad que ha visto nacer tantas bandas, Oblitus encarna una nueva sangre, jóvenes que no cargan con el peso de la nostalgia, sino que están construyendo su propio legado. En ellos, el metal no es una pose ni una rebeldía vacía, sino una forma de resistencia, una declaración de existencia.

El Festival Grita 2025 conoció a la nueva sangre del metal de Maniales. Y mientras los amplificadores callaban y el público aplaudía, Oblitus dejaba algo más que su música: una promesa

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