Texto por: Tatiana Guerrero
Fotos por: Andrés C. Valencia y Juan David Rivera
La 56ª edición del Festival Internacional de Teatro de Manizales (FITM) ha llegado a su fin, pero, como suele ocurrir con eventos de gran magnitud, el eco de las presentaciones no se apaga cuando cae el telón.
Las emociones, las reflexiones y, por supuesto, chismecitos sobre las obras, las actuaciones y las dramaturgias que marcaron estas jornadas culturales siguen presentes.
En este artículo, compartiremos algunos de esos detalles que quizás se les escaparon desde sus butacas: anécdotas, secretos y momentos inolvidables que, tras bambalinas, dieron vida a este fascinante Festival.
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Realismo Mágico en El viento es salvaje
La compañía española Las Niñas de Cádiz, que presentó la obra El viento es salvaje, hizo un guiño al Realismo Mágico del escritor costeño Gabriel García Márquez. En una entrevista para Alternativa, una de las actrices destacó que la atmósfera y los eventos de la dramaturgia evocaban un aura «macondiana.» Sin embargo, en lugar de lluvias interminables o insomnios, en esta obra el protagonista es el levante gaditano: un viento seco y persistente que, al estilo de la tramontana, desata delirios y siembra locura en cada ráfaga.
“Es un viento muy seco que vuelve a la gente un poquito loca, que sopla un día tras otro. Toda la historia ocurre durante un verano de mucho levante, y el viento actúa casi como una divinidad, trastornando a los personajes y llevándolos a hacer cosas que normalmente no harían. Nosotras solemos decir que Cádiz es un pequeño Macondo en Europa”, explicó la actriz.
Asimismo, recordó una frase de Gabo: “Hay que escribir de lo que uno sabe y conoce”, para resaltar que muchos de los elementos que dieron forma a El viento es salvaje coquetean con la cotidianidad de Cádiz, su lenguaje, cultura, acento y paisajes que otorgan identidad.
“Lo que va a encontrar el público a través de nuestra obra es el humor de nuestra tierra, su carnaval, su música, su acento, su chiste”.
La emotiva despedida en Estela
Una de las obras más sublimes y conmovedoras de todo el Festival, fue Estela, de la compañía bogotana L’explose. La danza y la música se convirtieron en dos personajes que hilvanaron toda la narrativa de la presentación.
En el acto final, irrumpieron en el escenario mujeres manizaleñas que no formaban parte del elenco, pero que fueron invitadas a sumarse a esta especial representación. El cierre, cargado de profunda emotividad, llegó con la interpretación del Réquiem de Fauré por Alejandra Rey, miembro del Coro de la Ópera de Colombia. Esta misma pieza fue la que, meses atrás, despidió al director de la compañía, Tino Fernández, quien junto a Juliana Reyes creó a Estela, poco antes de su inesperada partida.
“Esta pieza es fundamental, precisamente para darle un cierre muy espiritual a la obra, porque la cantamos en un evento de duelo, cuando despedimos a Tino. Cuando él abandonó el plano terrenal y material, yo le canté esta pieza, y allí surgió esa posibilidad de incluirla en Estela para homenajearlo, porque fue la última obra que construyó, pero no alcanzó a verla”, relató Alejandra.
La pregunta que dio vida a Negro
Tras la última presentación de Negro de la compañía bogotana La Congregación Teatro, los actores fueron invitados a entablar un diálogo con el público. La conversación estuvo moderada por el reconocido filósofo y crítico de teatro Jorge Dubatti.
Durante el encuentro, Dubatti preguntó acerca del origen de la historia. Johan Velandia, director del colectivo, recordó un episodio de su vida, cuando uno de sus hermanos, cuya piel es notablemente más oscura que la del resto de la familia, le preguntó por qué él era diferente. Esta pregunta, cargada de inocencia y profundidad, fue la chispa que encendió la creación de Negro, una obra que explora temas como la identidad, la diferencia, el racismo y la pertenencia.
La selva amazónica habló en Habūb
En Habūb, del colectivo La Quinta del Lobo, se recrearon paisajes sonoros que transportan al espectador al corazón de la selva amazónica, donde se mezclaron las voces de pueblos indígenas con el canto de las aves, el murmullo de los ríos y los ecos de la fauna silvestre.
Para lograr esta autenticidad sonora, la compañía viajó hasta La Chorrera, en el Amazonas, una comunidad indígena mencionada en La vorágine de José Eustasio Rivera. Allí, el equipo grabó in situ los sonidos del entorno, sumergiéndose en la atmósfera profunda y viva de la selva.
«Vimos las cicatrices en los árboles. Para nosotros, era un ejercicio de respeto, más allá de cualquier intento de extractivismo o explotación», expresó Carmen Gil Vrolijk, directora artística de la compañía colombiana.
La obra también incluyó una poderosa letanía de verano, interpretada por el cacique Marcelo Buinaje y su sobrino Elio Buinaje, sabedores de la comunidad uitoto. «Es un cierre simbólico, una metáfora de que la selva y la naturaleza son eternas, mucho más grandes que nosotros», reflexionó la directora.
La luz en Basurolandia
El grupo manizaleño Voces de Luz guarda un conmovedor secreto: los cuatro actores que dieron vida a la obra Basurolandia son personas en condición de discapacidad visual.
Desde hace seis años, bajo la dirección de Faver Orozco, se viene reuniendo para aprender el arte de la actuación y crear juntos. Uno de los actores reveló que memoriza sus guiones gracias a los audios que su hermana le graba, un método que es replicado por sus compañeros, demostrando que la pasión por el teatro no tiene barreras.
Datos del FITM
*Cada edición del Festival Internacional de Teatro de Manizales genera aproximadamente 450 empleos directos, impulsando la economía local y ofreciendo oportunidades laborales en diversos sectores.
*La compleja logística del FITM se inicia con al menos dos meses de antelación, asegurando que cada detalle esté cuidadosamente planeado para el éxito del evento.
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