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Don Julio, un legendario de la Galemba

Texto: Tatiana Guerrero

Fotografías: Andrés Valencia, Tatiana Guerrero y Juliana Usamá

“Hoy se inicia el traslado del Mercado a las Nuevas Galerías”. De esta manera, el periódico La Patria anunció el 16 de diciembre de 1951 la llegada de cientos de vendedores a su nuevo hogar: El Centro Galerías Plaza de Mercado, ubicado en la comuna San José.

“A las seis en punto de la mañana de hoy se dará principio a la intensa labor de traslado del mercado público a las elegantes, espaciosas y modernas galerías de Manizales. El acto se realizará en virtud de un decreto del ejecutivo municipal expedido recientemente, el cual fija el día de hoy y el de mañana para la realización del traslado”, se lee en la portada de la edición decembrina del diario caldense. 

Se trataba de la nueva y moderna plaza de mercado, construida por el ingeniero Jesús María Gómez Mejía, y que dejaría en el pasado a los toldos e improvisados mercadillos, que desde la fundación de Manizales (1849) habían prosperado en la Plaza de Bolívar y luego en la Alfonso López a partir de 1910.  

Aunque han pasado 7 décadas de ese histórico y recordado trasteo, Julio Solano, vendedor de frutas, verduras y granos, mantiene intactos los recuerdos de esa época en que uno a uno se empezaron a ocupar los 4 pabellones, que hoy  integran a la también llamada Barriguita de Manizales, La Galemba o El Mercado. 

“…allá arriba donde es el parque, allí eran las Galerías Viejas, y de ahí ya nos pasamos para acá, y estaba yo pollito, estaba estudiando en la escuela Santander, una que queda por ahí por San Antonio, y entonces yo ayudé a pasar cosas de allá a acá y al principio esto era solo… mucho puesto desocupado…”, narra Solano en la tesis Los latidos de la Galería. Historia de la Plaza de Mercado de Manizales. 1950-1980, de la autoría de la historiadora Juliana Usamá Figueroa. 

El relato del vendedor no es la única prueba de que estuvo presente en los orígenes de La Plaza. Un retrato de un Julio joven con cerca de 15 años, jovial y simpático, sosteniendo en su mano derecha el peso de un gran repollo, es otro vestigio. 

Asimismo, una mujer elegante, con sombrero y un vestido que delinea sus curvas, como un reloj de arena, y un hombre de cabello cenizo, quien guarda parecido con el fallecido escritor Alfredo Molano, completan el cuadro pintoresco, que delata la convulsionada y floreciente década de los 50 en la fría ciudad capitalina. 

“En esa época esto se mantenía lleno, había muchos ricos que venían a comprar los alimentos acá. Hoy en día esto permanece muy solo”, narra Solano mientras descarga el peso de su cuerpo en una butaca, que le da la bienvenida a un pequeño local ubicado en el Pabellón de las Ramas o Hierbas.

Julio y su padre, Anibal Solano, pueden jactarse de haber conformado el grupo de los fundadores y primeros vendedores que aterrizaron en la Barriga de Manizales, hoy la principal proveedora de alimentos en la ciudad y que genera empleo a cerca de 5 mil vendedores, entre formales e informales. 

“Mi padre y yo fuimos los primeros que llegamos a La Galería, exactamente en el Pabellón de las Ramas”, recuerda Solano. 

En los primeros años, el papá de Julio pagaba entre 5 o 6 pesos semanales por el alquiler del puesto, lo que equivalía al 10% de un salario mínimo, el cual ascendía a los $60 en la mitad del siglo pasado. 

En la antigua Galería algunos “pagaban por ahí un peso o dos entonces a muchos les pareció muy caro y ya no quisieron irse pa allá, nada… Con el tiempo, eso ya como en el 56, como a los 4 años empezó a llenarse la plaza de mercado porque vinieron muchos boyacenses”, se destaca en la tesis de Figueroa. 

Julio fue fruto de la unión entre una antioqueña y un santandereano, quien primero se estableció en Boyacá, pero posteriormente probó suerte como comerciante en la capital caldense. De allí, que Solano le siguiera sus pasos, y al sol de hoy continúe perpetuando el legado de su padre. 

Todos los días Solano espera sentado en una pequeña butaca. En los días soleados la luz hiriente, que entra por las rendijas de La Plaza, le ilumina una parte de su rostro  y las  canas, que terminan delatando sus 89 años. El hombrecillo espera paciente a que los clientes, que ya parecen fantasmas, se interesen por alguno de los alimentos y resuelvan llevarse una libra, un kilo o tres unidades de cualquier producto de pancoger que reposan en unas improvisadas canastas.

Es probable que los más curiosos noten una estatuilla de vidrio que reposa en la vitrina. Es un reconocimiento que le entregó la Alcaldía en el 2021 por su labor y entrega durante 70 años en La Galería. Si demuestran un poco más de interés, quizás cuenten con la suerte de que Julio les revele un secreto que guarda en una caja de madera: Un periódico institucional, en el que aparece el retrato de un joven, con una mirada pícara e intensa, propia de un mozalbete, que parece perforar la cámara, y sostiene en su mano derecha un repollo.

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