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El ecosistema audiovisual que deforma públicos en Manizales

Mientras en la literatura el Quijote intenta vencer las aspas de un molino con una lanza, en una pequeña ciudad llamada Manizales, un ecosistema audiovisual lucha a través del cine contra la actual crisis cultural e insta a los espectadores a lograr lo que parece imposible: derrotar las fronteras sociales y geográficas, caminar hacia la isla de la utopía y la libertad, entrelazar las polifonías y habitar en otras estéticas, con fines transformadores. 

Texto por Tatiana Guerrero

Fotos: cortesía del FICMA

Desde hace muchos años en Manizales crece un ecosistema, distinto al compuesto por las montañas, aves y cafetales que promocionan los catálogos turísticos. Este obedece al ecosistema audiovisual regional, en el que interactúan las ideas, la utopía, la imaginación irresponsable, las estéticas, los diálogos y todos los Gregorios Samsa que son presos de la metamorfosis que supone el cine. 

Esta transformación se gesta in situ, en las sillas de las salas del Teatro Fundadores, de forma itinerante y bajo la mezcla de la oscuridad y la luz de las pantallas, contagiando la atmósfera de toda la ciudad. Es un acto que sucede todo el año, gracias a la conspiración de un equipo que trabaja en la construcción continua de esta trinchera poética. 

Federico Zapata, director de la Feria Internacional de Cine en Manizales (FICMA)  y uno de los responsables de la conservación de este ecosistema regional, cuenta que este proyecto nació hace un par de años con la intención de ampliar el espectro del cine en la capital caldense.

“Buscábamos ver el cine no solo como una plataforma de proyección de contenidos audiovisuales, sino también de formación, de procesos de visibilización de las pedagogías de otros circuitos estéticos y poéticos en torno al cine. Entonces, es así como entendemos esa necesidad que tiene la ciudad y empezamos a trabajar en un concepto”.

Una transformación poética y metafórica

Para entender cómo funciona este ecosistema vivo y en constante movimiento, basta mirar la transformación de la oruga en una mariposa, en la que ocurren cambios en la forma, las características y habilidades del insecto. 

Al interior del tejido de la oruga hay unas células llamadas imaginativas, que se multiplican de forma imparable y resisten al sistema inmunitario del gusano que las interpreta como enemigas. Posteriormente, se convierten en una masa que reconoce su misión: transformar ese gusano que se arrastra, en una criatura delicada que tiene el poder de volar. 

Zapata dice que esta bella transformación de la naturaleza es análoga al efecto que tiene el cine en el público. Donde la creación y la imaginación son dos rutas que conducen al espectador a un estado de libertad. Bien lo decía el cineasta finlandés Aki Kaurismäki : “El cine es uno de los últimos lugares donde ser libre”. 

“Bajo ese estandarte poético y metafórico hemos ido diseñando ese ecosistema, y entendiendo cómo cada componente, que es a su vez una especie de pluriverso, necesita, se nutre y aprende del otro, y sobre todo está en constante flujo experiencial”, agrega el director.

Erigiendo una ciudadela del cine

Este engranaje es liderado por un equipo base, conformado por Viviana Castro, directora de la fundación Red Espiral; Diana Castellanos, programadora del FICMA y Federico Zapata. 

La triada trabaja todo el año en una agenda que incluye varios ciclos de cine y que concluye con el FICMA. En este 2022, durante siete meses los ciudadanos disfrutaron de una programación independiente, amplia y diversa, con una mirada crítica de los contextos políticos, sociales, económicos y ambientales por los que atraviesa el país y el mundo. 

Las salas de proyección fueron testigas de los ciclos Qué haiga paz, Cine Rosa, Derechos Humanos, cine africano, francés y de Eurocine, un festival que solo se lleva a cabo en 4 ciudades capitales de Colombia (Medellín, Cali, Bogotá y Manizales) y en el que se proyectaron 24 películas extranjeras durante 17 días, bajo el lema ‘Pa’ lante’. 

Finalmente, la semana pasada, el cine envolvió a la ciudad con la edición número 13 del FICMA: El amor todo locura. El Teatro Fundadores recibió a cientos de espectadores, que refugiados en la oscuridad y los murmullos, se desnudaron de sus vencidas vestiduras para ser cautivos del lenguaje del cine y sus múltiples estéticas, como la fotografía, la música, las artes plásticas, la pintura, el teatro, entre otras. 

“La programación de la feria es una especie de mapa para perderse simbólicamente y que permite transitar desde los distintos lenguajes. Una experiencia que nos permitió hablar del cine comunitario, el indígena, y convocar a públicos muy diversos que hizo del teatro esa ciudadela del cine, que palpitó y resonó de diferentes maneras”, señala Federico. 

El director destaca que esta función imparable ha sido posible gracias a las alianzas que se han tejido con algunas entidades de los sectores público y privado como el Instituto de Cultura y Turismo de Manizales, Aguas de Manizales, la Licorera de Caldas, Efigás, la Chec, el Consejo Departamental de Cine, entre otros. Sin olvidar, las convocatorias y estímulos del Ministerio de Cultura, que son producto de la autogestión del equipo. 

Una hoguera de preguntas 

Uno de los propósitos del ecosistema es que este ADN poético y transformador se reproduzca en diversos públicos, de una forma democrática, descentralizada y que promueva el diálogo intergeneracional. 

En esa medida, le han apostado a la “deformación” de un público joven, que involucra a los estudiantes de colegios. El objetivo es que estas primeras infancias y los jóvenes ardan en preguntas y se inquieten por tiempos, ciudades, gobernantes, climas y paisajes distintos. 

“A nosotros no nos gusta la palabra formación de públicos, preferimos la palabra deformación de públicos, porque el cine lo que hace es revelar una especie de fronteras que los públicos se van generando en relación al cine, a la televisión y los contenidos comerciales a los que tienen acceso”, concluye Zapata.

La función del ecosistema audiovisual en Manizales parece no tener fin. Es imparable como un hidalgo y se proyecta a seguir construyendo ciudad y democracia a través del cine, porque en su oscuridad todos somos iguales.

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