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El teatro callejero como arma: la sátira brasileña contra la ultraderecha

Texto por: Valeria Cipriano

Fotos por: Juan David Rivera

Natal es una ciudad en el noreste de Brasil que se asienta en la costa atlántica del país, reconocida por sus asombrosas playas y dunas de arena. Fue allí, pero 30 años atrás, donde nació la agrupación teatral Clowns de Shakespeare. Recientemente, en el marco del 56° Festival Internacional de Teatro de Manizales, la compañía arribó a la región cafetera para participar por primera vez en el Festival con su obra “Ubú, lo bueno debe continuar”.

La obra se inspiró originalmente en Ubú rey (Ubu roi), una creación del dramaturgo, novelista y poeta francés Alfred Jarry, cuyo legado en el teatro se mantiene vivo a través de sus hilarantes obras. Jarry, precursor del dadaísmo y el surrealismo, desempeñó un papel fundamental en la evolución de las vanguardias del siglo XX, tanto en el ámbito teatral como en las narrativas experimentales. Su trabajo revolucionó las convenciones establecidas de la actuación, desafiando las tradiciones en la gestualidad y el vestuario.

A pesar de las numerosas representaciones basadas en la obra original, cada una conserva su esencia principal. La pieza construye un mundo absurdo y satírico que ridiculiza a la burguesía, y en el caso de los Clowns de Shakespeare, se convierte en una crítica mordaz a la política contemporánea del país sudamericano.

En 2022, tras un largo período de confinamiento y trabajo virtual debido a la pandemia, los Clowns de Shakespeare retornaron a la presencialidad con la idea de escribir una obra de teatro que lograra demostrar la gran desazón que les había dejado a los brasileños los cuatro años de gobernanza de su entonces presidente, Jair Bolsonaro, quien tenía posibilidades de ser reelegido en las elecciones de ese mismo año.

Fernando Yamamoto, director, docente, dramaturgo y fundador de la agrupación, comprendió la relevancia de reescribir y adaptar la obra de Jarry al contexto actual, no sólo de Brasil, sino de toda Latinoamérica. El rey Ubú podía asemejarse fácilmente a figuras como Uribe, Milei o Bolsonaro. Él creía en la fuerza poética de combinar sátira y humor en una obra callejera, convencido de que esta mezcla lograría un mensaje más claro y contundente para los espectadores.

Una de las decisiones clave en la reescritura de la obra fue mantener la fantasía de un mundo donde aún existiera la monarquía. «La idea era tener esta capa fantástica que no se asemeja a la realidad actual. Si el Rey Ubú fuese presidente, hablara y gestualizara como Bolsonaro, la gente de entrada iba a rechazar esa idea, ¿no? Así que usamos el planteamiento de cuando uno habla con los hijos, y les contamos una historia a manera de cuento, como “había una princesa en un reino muy muy lejano que no tenía qué comer y, por lo tanto, enfermó”, todo para que llegue a ser más creíble. Entonces, por eso la idea de la monarquía para desligar la realidad con la obra», explicó Yamamoto.

Para subrayar la ironía de ese mundo de reyes y monarcas, los vestuarios y el maquillaje de los personajes no fueron elegidos de forma arbitraria. Sus rostros maquillados y su atuendo –trajes negros, camisas y corbatas– acentúan la deformación de cuerpos que rompen con el ideal europeo de figuras altas, esbeltas y blancas. “Ahí empezamos a buscar la relación inversa. Me imagino que así pasa en Colombia, pero todos los hijos de puta en Brasil se visten elegantes: los políticos, los empresarios, los padres de las iglesias. Eso da una idea de dignidad y de seriedad que es totalmente falsa. ¿Por qué este tipo de vestuario se quedó como sinónimo de eso?”, contó Fernando con tintes de ira en su voz.

El ideal de un mundo “perfecto” para el dramaturgo es algo complejo, ya que aún existen personas que ponen todos sus intereses personales por sobre los intereses comunes y sociales. Justo uno de los mensajes que la obra quiere dejar en sus asistentes.

Bem-vindos, Pai e mãe Ubú

La agrupación teatral brasileña aterrizó por fin en las tierras montañosas de la capital caldense, que los recibió con un clima un tanto ambiguo. Rodrigo Bico (padre Ubú), Paula Queiroz (madre Ubú), Caju Dantas (Rey Bonachero), Diogo Spinelli (Catapalo) y José de Medeiros (Catapiedra) se sentaron en círculo en las escaleras del Parque Ernesto Gutiérrez para mirarse entre sí.

Al adentrarse en el mundo ficticio de Embustonia, repasaron el libreto de la obra, que había sido traducida al español para esta ocasión tan especial. A pesar del bullicio del tráfico y las conversaciones de los transeúntes curiosos que pasaban por allí, cada uno se mantuvo concentrado en los diálogos de sus personajes.

 –¿Quién lo diría, madre Ubú? Que hace un par de meses estábamos en aquela choza que mal se mantenía de pie, la hamaca totalmente andrajosa… –Bico hace una pausa–, andrajosa, ¿ustedes entienden? Preguntó en medio de su confusión, queriendo saber si el significado de esa palabra es igual en el español. Una vez resolvió la duda, continúaron recitando sus diálogos y, entre intervalos cortos para corregir algunas frases y palabras, hablaron en portuñol para entenderse mejor.

Golpearon sus palmas y provocaron un ruido semejante a las panderetas y tambores que suelen usar en la obra en vivo. Uno que otro habitante de la calle pasó por allí ojeando lo que ocurría en ese instante, mientras Paula Queiroz aprovechó para saludarlos y les preguntó: “¿van a caer?”, invitándolos abiertamente a disfrutar del espectáculo.

Una de las principales diferencias entre el teatro en sala y el teatro callejero es que, en este último, la historia se reconstruye en el momento, a partir de las reacciones de los espectadores. “Hay una cosa que me gusta mucho y, por ser teatro callejero, es que todo el tiempo estamos comunicando con el público que está frente a nosotros. Eso ayuda a construir a mi personaje, a la madre Ubú, porque cuando alguien contesta o reaccionan a algo que dije, yo contesto de vuelta. Eso va creando mi personaje también. La madre Ubú no está completamente hecha, sino que ella existe gracias a ese contacto con los espectadores”, explicó Paula Queiroz (quien tiene uno de los papeles protagónicos de la obra).

Llevar las historias a un espacio abierto siempre presenta desafíos externos para el elenco, ya que factores fuera de su control pueden alterar el curso de la función. Sin embargo, su experiencia les permite abordar estos imprevistos con humor, integrando las posibles interacciones con el público en la pieza teatral. Su filosofía es que los errores también son regalos, pues al enfrentarse a tantas circunstancias externas, han aprendido a convertir esos imprevistos en parte de su propuesta creativa.



“En la calle ninguna presentación se repetirá, como también la constante exposición física dentro de nuestra tarima. Por ello, debemos ser conscientes de lo que tenemos atrás y adelante. En saber cómo las personas utilizan ese espacio, y quiénes lo habitan porque nosotros llegamos a ocupar este lugar hoy, pero no nos pertenece. ¿Cómo lograremos que ese público que ronda este parque logre relacionarse con nosotros? Ese es nuestro mayor desafío, como también nuestro gran regalo”, expresó sonriendo Diogo Spinelli quien interpreta a Catapalo y al cineasta en Ubú.

El teatro callejero como espacio micropolítico

El teatro callejero, al ser un espacio democrático y sin barreras, permite llegar a un público mucho más amplio, generando oportunidades para la reflexión y el debate a través del arte. “Para nosotros es una gran oportunidad porque a través del teatro que nosotros hacemos se generan debates dentro de la escena respecto a cuestiones sociales, políticas y reflexivas. De esta manera el mensaje no queda solo para una élite que frecuenta las salas de teatro, también para las personas que pasan por ahí, paran y asisten a las obras. Muchas veces queda para un nicho muy pequeño, y esta es la oportunidad para que el teatro llegue a otros lugares y personas”, respondió Rodrigo Bico con una posición relajada mientras absorbía momentos de su entorno.

Con una sonrisa en el rostro y un brillo especial en sus ojos al hablar de madre Ubú, Paula expresó que interpretar a este personaje es un gran regalo, ya que le brinda la oportunidad de construir su carácter escénico de manera libre y constante. En esta versión de la obra, madre Ubú se presenta como una mujer inteligente y astuta (aunque la utilice para hacer el mal), siempre un paso por delante de padre Ubú, y se destaca por su empoderamiento femenino.

No obstante, una de las situaciones más inquietantes es la persistente brecha de género en los sectores de la economía creativa, que abarcan las artes escénicas, las artes visuales, el audiovisual, la música y los videojuegos. Un estudio publicado en 2023 por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), titulado Brechas de género: trabajo femenino en sectores culturales y creativos, analiza en profundidad estas desigualdades que afectan a las mujeres en las industrias culturales y creativas de Latinoamérica. Según el informe, «la participación femenina en este sector oscila entre el 40% y el 45% en los cinco países que cuentan con información (Argentina, Brasil, Chile, México y Uruguay)».



«En Brasil aún existe una lucha muy fuerte frente a las brechas de género, pero ya se ven más mujeres en cargos importantes como en dirección o en producción. En una de las funciones pasadas una chica después de la obra, llegó a mí y me dijo:“¿puedo darte un abrazo? Gracias por hacer una mujer en la escena y por hacerla tan empoderada”. Actualmente, estamos ocupando espacios que no ocupábamos antes. Es una constante yo te ayudo y tú me ayudas,
cuando nos vemos unas a las otras, ganamos fuerza, ¿no? Claro. Aún hay mucho por luchar, luchar contra el patriarcado, pero seguimos aprendiendo también», concluyó Paula.

Una hora antes de la función en vivo, suaves melodías de bossa nova resonaron por los parlantes de la tarima, contrastando con los ritmos de la samba. Con la agilidad y la organización que les ha proporcionado treinta años de experiencia en el teatro, los cinco actores, ya reunidos en el camerino, dieron los últimos toques para dar vida a sus personajes. Con sus maquillajes, acentuaron sus rasgos de manera cómica e irreal, mientras en silencio meditaron, preparándose para dejar una huella en las calles. Los Clowns formaron un círculo íntimo para compartir palabras de aliento que solo ellos escucharon y, al finalizar, gritaron al unísono, arrastrando la primera «r»: ¡MERDRA!

El tiempo siguió corriendo afuera; mientras las personas ajenas al saludo íntimo de los actores se reunieron alrededor de la tarima ya organizada con los props de la obra. Las nubes grises se evaporaron, dándole paso a un azul brillante, brindándole a los espectadores una atmósfera cálida característica de Brasil. Los intérpretes se desplazaron por el Parque Ernesto Gutiérrez, camuflándose entre sus espectadores que atentos esperaron bajo el sol ardiente. Los saludaron, les preguntaron cómo estaban y si se sentían cómodos. Una vez la música cesó, los telones imaginarios se abrieron para dar inicio a la tan esperada obra.

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