Texto por: Johanna Ramírez.
Ilustraciones por: Punky Sun.
En Cúcuta se ubica una de las fronteras que une Venezuela con Colombia, es el paso principal que la mayoría de migrantes realiza para abastecerse y regresar a su país antes del cierre a las 6:00 p.m. Pero hay otro paso que no es vigilado legalmente, donde incluso se perpetúan una serie de crímenes que son invisibilizados tanto por medios de comunicación como por las mismas autoridades, una ‘zona roja’ donde las víctimas no pueden hacer más que continuar con su paso, o morir.
«Hay otro paso que no es vigilado, donde se perpetúan crímenes atroces que son invisibilizados por medios de comunicación y las mismas autoridades».
Esta situación de violencia es algo de lo que no se habla y que sin duda demuestra la falta de empatía y responsabilidad gubernamental hacia la población migrante, especialmente en migrantes de escasos recursos. Porque es preciso comprender la diferencia entre quien migra con recursos económicos, y una persona que no cuenta con ellos, que viene en búsqueda de oportunidades que le brinden un bienestar y mejor estilo de vida.
En esa ‘zona roja’ que se ubica en la frontera con Venezuela se encuentra una lideresa social, Teresa, quien dirige la Fundación Deredez en su propia casa; es ella quien desde hace más de una década se sumerge en esa trocha a altas horas de la noche para guiar a quienes están pasando por ese lugar y evitar que sean víctimas de los diferentes delincuentes que se sumergen allí buscando sus próximas ‘presas’. Teresa es una mujer que con su voluntad y deseos por ayudar lucha contra un grupo que atenta contra la integridad de personas que vienen buscando soluciones a la crisis económica de su país.
Ella misma es sobreviviente de esa trocha, fue víctima de trata de personas y explotada sexualmente en Venezuela, cuando logró escapar de sus raptores pasó por esa trocha a la cual hoy se sumerge para defender a las mujeres y, en medio de ese camino, fue víctima de una violación ‘en manada’ por cinco hombres, quienes no conformes con violarla la apuñalaron en múltiples ocasiones, esperando que ella muriera. Teresa logró sobrevivir y hoy ella vive para narrarnos su experiencia, para defender a las mujeres que se ven obligadas a pasar por esa trocha y ser un apoyo en los trámites que deban hacer para conseguir esa oportunidad tan anhelada por cambiar el rumbo de sus vidas.
«Para Teresa callar no es una opción, le arrebataron tanto que le quitaron el miedo a luchar».
Mientras caminábamos hacia el cruce fronterizo, Teresa nos narraba todas las situaciones a las cuales se ha visto enfrentada; ella no se siente víctima, se siente sobreviviente, con una sonrisa en su rostro nos demuestra que aún hay mucho trabajo por realizar.
La discriminación y la violencia son dos de las problemáticas que vive la población migrante; en esta trocha, se esconden una serie de crímenes de los cuales no se hablan, muertes que no se reportan porque «si hablas, mueres por sapo», ese es el discurso de una sociedad mediada por la violencia, que ha crecido con miedo, donde se sigue reproduciendo la individualidad y la falta de empatía.
Para Teresa, callar no es opción, le han arrebatado tanto que le quitaron el miedo a luchar por una causa justa, sigue tocando puertas y debatiendo con cuantos políticos debe hacerlo para conseguir recursos que le permitan sostener su fundación, sigue soñando con un lugar donde las personas puedan cruzar esa frontera sin tener miedo a ser víctimas de violaciones, trata de personas, asesinatos o mutilaciones. Ella sigue luchando, arriesgando su propia vida, mientras gran parte de la población sigue ciega, negando una violencia y reproduciendo discursos que fomentan la discriminación.
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