Texto por: Tatiana Guerrero
Fotografías: Valeria Cipriano – Tatiana Guerrero
El Diccionario de Oxford define el término pogo en apenas dos líneas: «saltar repetidamente hacia arriba, al ritmo de la música, como se hace en los conciertos de punk rock». Esta definición, tan pobre como distante, parece ignorar la energía visceral y desbordante que caracteriza a este movimiento. Lo único claro es que probablemente los redactores de este concepto, nunca han sentido la adrenalina y el caos liberador de un pogo.
Ahora bien, no es necesario lanzarse a uno para captar la esencia de su naturaleza: un baile no oficial, rebelde, no apto para timoratos, que desafía al mismísimo dios de la danza. Así lo insinuaría el ya extinto y centenario cronista Luis Tejada Cano, quien, aunque nunca llegó a presenciar un pogo, en su crónica «La locura del baile» (escrita en 1922) logra retratar, con asombrosa precisión, la catarsis colectiva que define este ritual.
“Entonces si, en sus ojos delirantes, en sus labios apretados, en sus senos temblorosos, en sus piernas rítmicas, en toda su actitud hierática, poseída de un supremo éxtasis trascendental podríamos comprender lo que es el dios de la danza cuando baja hasta los pequeños hombres y los toma sacudiéndolos en el espacio infinito como menudas hojas ebrias”.
Y como las definiciones siguen careciendo de sustancia, para dignificar el pogo y de paso explicarles a las tías que tanto han despotricado de este baile, construimos un ABC, basados en lo que presenciamos durante los tres días del Grita Fest 2024, donde cientos de personas se lanzaron con fervor a la olla imaginaria.
Origen
El nombre pogo fue tomado del ‘pogo stick, un popular juguete que fue creado por los alemanes Max Pohlig y Ernst Gottschall en 1920. Este dispositivo era usado para saltar de pie con ayuda de un resorte.
Este baile, muchas veces tildado de peligroso y agresivo, tiene sus raíces en el ska y el skanking de los años 50 y 60, donde se simulaba correr mientras se lanzaban golpes y patadas belicosas. El punk lo adoptó rápidamente, añadiendo el salto, que se justificaba porque las bandas de ese entonces tocaban en lugares reducidos, donde quedaban al mismo nivel del público, lo que obligaba a que los asistentes se despegaran del suelo para poder ver a los grupos musicales.
Con el tiempo, el pogo se transformó en el «moshing», donde el choque de cuerpos definía todo. Aunque hay algunas versiones que aseguran que Sid Vicious, entonces bajista de los Sex Pistols, lo inventó, su origen sigue siendo difuso.
*Un idioma
Es un lenguaje no hablado, un pacto entre cuerpos, donde la música es un detonante, un disparador. Más que una danza, es un ritual catártico, una liberación colectiva de tensiones reprimidas, donde la furia y la energía encuentran su escape en una anarquía controlada.
Miguel Ángel Sánchez, quien viajó desde Bogotá hasta Manizales para disfrutar la edición 17 del Festival y que lleva pogueando desde los años 90, describe esta danza como una pasión y un arte que le llena el alma. Aunque tiene un matiz agresivo, es en el pogo donde también encuentra fraternidad y conexión con los demás.
Ahí no se piensa para existir
Como en todo baile, los novatos del pogo suelen cometer primiparadas: entrar al círculo con prendas que pueden perder o lastimarlos, mostrarse temerosos, usar calzado y prendas inadecuadas o incluso participar con el estómago lleno.
Steve Brayan Carvajal, un manizaleño que ha asistido al Grita por 10 años y se los ha pogueado todos, desafía la máxima de René Descartes «pienso, luego existo». En el pogo, dice, no hay que pensar para existir; hay que apagar la mente. «Si entras pensando, no logras nada. El pogo no es para irse a golpear, es para sentir, para liberarte de todas las ataduras y la rutina, ya sea del trabajo, la universidad, la escuela y de la familia».
Tiene códigos de ética
Desde la perspectiva de quienes solo observan, es común que surjan juicios y etiquetas que estigmatizan al pogo, calificándolo como parche de vagos, locos, desjuiciados, drogadictos, violentos o inadaptados. Sin embargo, es momento de desmitificar estos prejuicios.
En el pogo existen códigos de ética, y uno de ellos es la solidaridad: si alguien cae, no lo dejan en el suelo como a un borracho en un bar, donde podría ser pateado. Aquí, quien se derrumba es levantado y devuelto al baile. Si alguien se siente mal o pierde alguna pertenencia, el pogo se detiene para resolver la situación.
Lili es bogotana y tiene 17 años pogueando en parches punk. Recordó que su primera vez en un pogo, le partieron la ‘jeta’ y la tumbaron, pero rápidamente la ayudaron a levantarse y la devolvieron otra vez a la corrida.
Aunque hay un intercambio de golpes, la violencia intencionada está prohibida; quien la ejerza se convierte en enemigo del grupo y es expulsado del círculo.
El pogo es un espacio inclusivo y democrático, donde no importa la raza, el género, la edad, la profesión o el origen de los participantes. Todos son iguales y libres de vivir el momento a su manera.
Las mujeres también dan y reciben por igual
Cuando una mujer entra a un pogo, a menudo surgen temores sobre su seguridad, con la idea de que podría ser golpeada o agredida. Sin embargo, es fundamental reconocer que, en este espacio, el trato no es desigual. En el pogo, las mujeres dan y reciben por igual que los hombres.
Victoria Sinner, quien arribó desde Bogotá para el Grita Fest, comparte que su objetivo en el pogo es empujar y, a su vez, recibir con la misma energía. Al final, le encanta dar la mano y exclamar: «¡Qué chimba, perro, que me empujaste duro!» Se considera una mujer fuerte que pone a prueba su fortaleza en el pogo, a pesar de las lesiones en su rodilla.
Cada género tiene su estilo
Aquí encaja perfectamente un dicho: «Dime qué género de música escuchas y te diré qué pogo bailas». Dependiendo de si te gusta el punk, el rock, el reggae, el hardcore, el metal o sus descendientes, el ritmo, la forma y las corporeidades en el pogo pueden variar significativamente.
Metal: Este género es uno de los más intensos y levanta una gran nube de polvo. La mezcla de furia y velocidad puede desatar un torbellino verdaderamente violento. Es crucial estar preparado para recibir golpes, pero siempre hay una regla esencial: jamás golpear en la cara. En algunos eventos, se da el famoso“muro de la muerte,” donde se traza una línea imaginaria que va desde el centro del escenario hasta el fondo de la torre de sonido. Como si fueran dos ejércitos contrarios, la multitud se separa, dejando un espacio de varios metros. A la señal de la banda que está tocando, los dos bandos comienzan a correr el uno hacia el otro hasta chocar, para luego seguir con el pogo enérgicamente.
Punk: Aunque hay muchos golpes y empujones, el ambiente es menos violento que en el metal. Aquí se avanza encorvado, como gárgolas, con los brazos y las piernas en forma de L, moviéndose en diagonal de arriba hacia abajo.
Hardcore: También conocido como «moshpit», este estilo se caracteriza por las patadas voladoras y golpes en círculos. Se salta con frecuencia y hay una gran libertad de movimiento, lo que crea una atmósfera electrizante.
Ska, rock suave y reggae: En estos géneros, el contacto físico es menor. El ambiente es más festivo, con gozo y saltos al compás de la música. Sin embargo, es importante estar atento, ya que la energía también puede intensificarse.