Manuelucho El Don Juan del pueblo de Belen (5)

Manuelucho: El Don Juan del pueblo de Belén.

Escrito Por: Sebastián Flórez Agudelo

Fotografías Por: Andrés Camilo Valencia Chica

«Don Juan de Covadonga, un calavera, sin Dios, ni rey, ni ley…».

Augusto Muñoz Sánchez es en esta obra del Maestro Sergio Londoño Orozco, un hombre de pueblo menos común y más corriente, pues, no todo pueblo tiene a su propio Don Juan, y solo nosotros, como Manizaleños poseemos a Manuelucho Sepúlveda, hijo del pueblo de Belén; hombre jugalón, dado cruzado, mujeriego, liberal y borrachín. Es imposible no pensar en el poema -poco conocido- de José Asunción Silva «Don Juan de Covadonga» cuando Manuelucho hace su entrada como un hombre vivaz y picaron, que enamora jóvenes mujeres con  piropos y versos de la poesía más vulgar y barata.

Las expresiones de Muñoz Sánchez son inconfundibles, hay algo muy innato en él que expresa con una naturalidad sobrada, como si hubiese nacido para interpretar ese papel como tantos otros que le hemos visto interpretar.. Aunque su interpretación de Manuelucho es muy buena, quizás lo que no termina por convencer del todo es la imagen que ya se tenía del personaje, pues, su vestuario le hace parecer más un explorador de montaña que un campesino de pueblo. 

La Puesta en escena es sencilla, por no decir simple, pero es, ante todo, suficiente. Estos chicos, que llevan haciendo teatro desde hace años, no necesitan más para hacer destacar lo que sus actuaciones de por sí ya consiguen. El teatro requiere, al igual que la lectura, una complicidad entre quienes lo actúan y quienes lo vemos, como el escritor con sus lectores. En este sentido, solo hace falta abrir un poco la imaginación, con la ayuda de esa excelente iluminación y pintura de Lukas Duque, con la que hicieron juego, para imaginarse el pueblo de Belén, el infierno, o el claustro.

Todos los personajes, dotados de una simbología profunda y entendible, clara y sin añadidos, resulta muy cómica y simpática. Una forma todavía más Sagaz por parte del Maestro Londoño de hacer, más que una crítica simple y entretenida, una sátira enorme a los estereotipos desvergonzados de nuestra cultura – la política, la religión, los provincialismos etc – que recae fuertemente como una bofetada; la misma que Manuelucho le propina a Baltazar el español. El gran elenco del teatro Manizaleño Punto de Partida no deja indiferente a nadie, estos chicos son, en definitiva, la mejor representación del teatro Manizaleño que, más que talento, parece que tuvieran un don.

A excepción de la vestimenta de Manuelucho, que evoca más a un leñador de cuento, el resto del elenco deslumbra con sus coloridas indumentarias, que van acorde a la personalidad de sus encarnaciones. David Gómez se ha robado el espectáculo con su enorme carisma y su comedia; interpreta a Odín, una especie de narrador, de cuenta cuentos, que nos acompaña durante los momentos más cruciales de la obra para explicar y divertir. Como Lucifer, es brillante. Hace un Diavolo sensual, burlesco y erótico. Este detalle me resulta sumamente remarcable, pues el diablo no puede representar otra cosa que la tentación a través de la que es su mejor herramienta, la sensualidad.

Por otro lado, tenemos a Helena Galvis, que interpreta a la coqueta Matilde y encarna, a su vez, a la maligna Gripa Chumacera. Su actuación es encantadora, y el modo en el que sonríe en conjunto con lo primero hace que su personaje sea, con todo, veraz y posible. Sabemos que nadie habla como Matilde o acaso se ríe como la Gripa Chumacera, estos juicios son imputables a ella como a cualquier mujer. Y, sin embargo, podemos llegar a creer que fuera de la función, ha de haber alguien que se comporte de tal modo. Hay una autenticidad y vehemencia con la que evoca sus diálogos, cosa que refuerza con su gran carisma e interpretación. No obstante, podrá haber engañado a gran parte del público en lo que trancisionaba de un personaje a otro; pero a mí no, y pienso que lo único que la delató fueron sus tacones, que no se cambió en toda la función; solo así supe que Matilde y la Gripe Chumacera eran, de hecho, la misma actriz.

El personaje que ha dejado huella con su enorme encarnación y vestuario ha sido el interpretado por Augusto Muñoz Sánchez; Cataplasma Pegajosa. ¿En verdad era él? Por un momento tuve la leve sensación de creer que se trataba de un actor a quien únicamente dieron aquel papel protagonico. Un aplauso para esa él y para su cofrade Gloria Nidia Giraldo quien hizo las veces de Cuncia Seca, enamorada de Manuelucho y de María Natilla, amiga entrañable de Cataplasma.

Edwin Valencia tiene la clase de rostro grave e imponente que tendría cualquier hacendado español como Baltazar o incluso como un devoto párroco como el Padre Asmita. Se desenvuelve con una naturalidad tan propia que ambos personajes rivalizan incluso con la actuación del propio Muñoz Sánchez, encarnando a Manuelucho. Uno es el villano de villanos, aquel que ha venido a la tierra para tratar de colonizarnos a través del uso del lenguaje, los modismos y las costumbres; Baltazar el español, personaje con el cual, nuestro héroe se alza en combate y defensa de nuestra identidad. El otro, por el contrario, es un párroco que parece poseer poderes divinos eclesiásticos que recuerdan al Reverendo Murdoch Soulis de Stevenson. El padre Asmita busca, con todo redimir al sinvergüenza y sagaz Manuelucho para que este pueda, quizás, ascender al reino de los cielos. La actuación de Valencia no solo destaca por su plasticidad corporal sino también por sus gesticulaciones y pronunciación de los diálogos.

Por último, pero no menos importante, he de mencionar a uno de mis favoritos, Brandon Santiago Guerrero, quien encarnó a Coquito el toro y al espectacular Belcebú. Su interpretación de Coquito es tierna y nos duele saber que puede morir a manos de Manuelucho, he aquí una de las sátiras del Maestro que nos hace sentir vergüenza. Sin embargo, su interpretación como Rey de los Infiernos, y para más inri, trompetista de Jazz, es lo que ha conseguido robarse todos mis aplausos. ¡Qué manera de hacer sonar el instrumento! Su adaptación de Belcebú como un trompetista de Jazz hace pensar mucho en la leyenda de Robert Johnson que, bajo un pacto Faustico, logró consagrarse como uno de los mejores del Delta Blues. ¿Quién, sino el diablo, podría sacarle la mejor de las melodías a un instrumento como ese? Me sentí como dentro del famoso cuento de Cortázar «El perseguidor». Es una lástima que no hayamos tenido un poco más de su interpretación musical. Dicha interpretación con conjunción con la de Helena Galvis y David Gómez en el infierno, recuerdan una escena de «Corpse Bride» de Tim Burton. Sentí revivir el mito de Tartini, solo que, Brandon Santiago Guerrero era, en este caso, el diablo, y yo, el mortal que escuchaba maravillado su trino.

Con guion y dirección general de Luis Armando Solarte, La Fundación Teatral Punto de Partida de Manizales con el apoyo del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes han desarrollado durante este año un proceso para rescatar la memoria del maestro Sergio Londoño Orozco, el primer titiritero de guante de Colombia. El Galpón del Palacio de Bellas Artes de la Universidad de Caldas presentó una obra exclusiva para devolvernos un poco la memoria y la identidad a través del humor y la sátira. Una obra que representa cadauno de los rincones de nuestro país a través de los años, desde la ocupación castellana hasta nuestros días. Regalándonos personajes únicos que representan lo mas arraigado de nuestra cultura y nuestras costumbres; nuestro patriotismo. Eso es «El Sagaz Manuelucho», con Augusto Muñoz Sánchez, Gloria Nidia Giraldo, Helena Galvis, David Gómez, Edwin Valencia y Brandon Santiago Guerrero: elenco del Teatro Punto de Partida, lo mejor del teatro Manizaleño.

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