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¿Qué pasó una noche en siete museos de Manizales?

Una noche en los museos puede parecer una experiencia común, pero la tercera Noche de Museos en Manizales desafió esa percepción. Lo que parecía ser una simple visita se transformó en un viaje sensorial y cultural que estremeció a la rutina nocturna de la ciudad.

Texto: Tatiana Guerrero

Fotos: Tatiana Guerrero y Andrés C. Valencia

¿Qué puede ocurrir durante una noche en varios museos? A primera vista, parece una pregunta sencilla, cuya respuesta no trascendería más allá de la imagen habitual de espectadores contemplando obras de arte en recintos confinados.

Sin embargo, después de haber vivido la tercera Noche de Museos, celebrada el primero de agosto en Manizales, me siento en el derecho de cuestionar esa percepción simplona, y de ampliar la visión sobre una experiencia que, por una noche, sacudió a la capital de su rutina y letargo nocturno.

Para empezar, esa noche apareció un sexto sentido, al que llamaré curiosidad. Parecía ser esa influencia que alentaba al resto de sentidos a salirse de sus cauces y entregarse a los delirium tremens que solo el mundo de las artes plásticas puede provocar.

La noche se resistía a cualquier clase de convencionalismo. Dio rienda suelta a un encuentro intergeneracional entre los asistentes. Cerró fronteras entre los espectadores, artistas y curadores, como si por un momento, pudiésemos escuchar de los labios de Vincent Van Gogh la historia del Almendro en flor.

Algunos se iban de bruces contras las pinturas o las vitrinas, otros agujereaban las obras con la mirada, otros resbalaban sus manos por las texturas o se dejaban llevar por los decibelios de los sonidos. Era como si, por un instante, se despojaran de su condición de vertebrados para moldearse a las narrativas de todos los artistas que expusieron en los siete museos, los cuales, por esa noche, extendieron sus horarios de apertura hasta las nueve.

Se revitalizó el antiguo hábito peripatético de aprender mientras se camina. A lo largo de los circuitos, se destacaron tanto autores clásicos como emergentes, cuyas obras entablan un diálogo con los contextos desactualizados y actuales de la sociedad. Algunos asistentes se reencontraron con artistas ya conocidos, mientras que otros descubrieron por primera vez la riqueza de sus creaciones.

El peregrinaje estuvo acompañado por la Orquesta Sinfónica de Caldas, que se desdobló para estar presente, casi de manera omnipresente, en siete de los recintos que conforman la Red de Museos y Espacios Expositivos de Manizales.

Magma, Laura Ramos x Ratttus.

Las mensajeras de las flores, de la Fundación Najil Cab

Colección permanente, curador Alberto Moreno A.

Los museos, más que simples archivos de nuestro pasado, se erigen como ágoras donde el presente se debate y el futuro se vislumbra. En su esencia, son espacios que resguardan las historias que nos han convertido en lo que somos. Cada pieza de arte es un testimonio de la visión del mundo de su creador, un mundo que se nos ofrece para ser explorado, cuestionado, y admirado.

Es un proyecto artístico que surgió y se desarrolló en la Clínica San Juan de Dios de Manizales. En él, 21 pacientes tuvieron la oportunidad de expresarse de forma profunda,  de sanar y procesar sus emociones a través del encuentro entre el arte y la terapia.

Y así, cuando las luces de los museos comenzaron a apagarse y la ciudad volvió a su habitual quietud, quedó en el aire una certeza: lo que puede ocurrir durante una noche en varios museos es tan vasto y profundo como la imaginación de quienes se atreven a cruzar sus puertas.

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