Texto por: Andrés F. Motato
Fotos por: Andrés C. Valencia
Con una explosión literal y sonora, La Doble A hizo estallar su “Niño bomba” en Manizales: los golpes de batería resonaban mientras bombas flotantes surcaban el aire sobre los asistentes, en un acto cargado de sátira y denuncia. Estas esferas, como fragmentos de adrenalina se desvanecieron rápidamente, consumidas por la euforia de un público que saltaba con cada nota. Para muchos, fue el primer encuentro con esta leyenda del rock colombiano, una banda que, tras 25 años de historia, llegó al Grita con el mismo ímpetu que los llevó a resonar hasta en la misma China.
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La Doble A se asemeja a un cartucho de dinamita preparado para estallar. Sus ritmos funcionan como el fulminante, un detonador que activa cada acorde con una precisión explosiva. Las letras, cargadas de crítica social, actúan como la nitroglicerina, inestable y potente, que se va acumulando hasta que la energía del público enciende la mecha. En ese momento, se libera una explosión de sonidos y emociones que arrasa con todo a su paso.
La historia de esta banda comienza en la Medellín de 1998, cuando un grupo de jóvenes soñadores se unió para romper el silencio con acordes audaces y empíricos. Aunque el vocalista actual no estuvo presente en esos primeros días, lleva 18 años compartiendo el escenario junto a Andrés Sierra, uno de los miembros fundadores.
Su primer álbum, lanzado en 2004, marcó el inicio de una travesía musical llena de aprendizajes y una búsqueda constante de su identidad sonora. Desde la creación de «Paraíso Doble A», la banda ha evolucionado fusionando géneros como el grunge y el stoner rock con influencias de rap, logrando un sonido único y contundente que resuena con la misma intensidad que bandas emblemáticas como Molotov.
Aunque se han mencionado algunos géneros musicales, La Doble A logra escapar de las etiquetas que suelen encasillar a las bandas, desafiando las expectativas de un público que busca sonidos predecibles y familiares. La agrupación ha mantenido su autenticidad, permitiendo que sus emociones y las corrientes musicales actuales influyan en su música.
Para La Doble A, el micrófono se convierte en un medio de comunicación poderoso, una responsabilidad que sienten al compartir mensajes cargados de ironía y sátira. Nicolás Parra, vocalista de la banda, recuerda el impacto de «Niño bomba,» una canción que surgió casi como un capricho en el 2016, pero que resonó tanto en la audiencia que se convirtió en un himno del rock nacional.
«Bazuco, bareta, coca, coso, tamal de perica, gramo, arma’o Huelengue, marihuanero, ollas de vicio, el cartucho, el Bronx Niquitao, guayaco, sacolero, ratero, ñero, gamín, jíbaro, drogo, puta Mula, lavaperros, sicario, matón a sueldo Traqueto, los de la moto, los de la camioneta»
Parra enfatiza que las canciones deben ser «fotografías de la realidad,» capturando momentos de injusticia y emoción, y cada interpretación es una oportunidad para hacer memoria y contribuir a la construcción del país.
Un Altavoz para aprender hacer show
Para La Doble A, un buen show va más allá de la música: busca conectar y dejar una huella en el público. En cada presentación experimentan con ideas nuevas, observando qué impacta más. Antes de subir al escenario del Festival Altavoz 2018, vieron al vocalista de la banda inglesa The Adicts llenar el lugar de esferas flotantes que la gente seguía pasando de un lado a otro incluso cuando La Doble A comenzó su propia actuación. Desde ese día se robaron la idea.
25 años que resonaron hasta en China
El año pasado, la banda celebró sus 25 años de carrera con una gira en la República Popular de China. Fue una experiencia «increíble e inolvidable», cuenta Nicolás. Esta oportunidad surgió antes de la pandemia, cuando estaban tocando en el Festival Vive Latino de México, y un gestor cultural les propuso ir a Asia.
Aunque el proyecto se pausó por el Covid-19, la invitación reapareció una vez que China reabrió sus fronteras en 2023, y ellos la tomaron para cumplir el sueño de presentarse allí, convirtiéndose en la primera banda de rock colombiana en llevar su música a ese país. «No hay mejor oportunidad que conocer el mundo y su cultura milenaria a través del rock», comenta Parra.
La llegada a China estuvo marcada por contrastes y aprendizajes culturales. Los integrantes notaron que para muchos en el público, Colombia era un lugar desconocido. “Algunos hasta preguntaban en qué parte de Europa quedaba eso,” comenta Parra en tono de broma. Para acortar esas brechas, La Doble A comenzó sus shows con una breve introducción sobre Colombia y su cultura. Además, adaptaron su presentación al inglés, y aprendieron algunas frases en mandarín para conectar mejor con la audiencia. Sin embargo, fue la música la que finalmente logró crear esa “comunión” con la audiencia.
Durante el espectáculo, la respuesta del público fue de asombro, pues en China el rock no ha tenido una gran presencia, debido al largo periodo de aislamiento cultural del país. Parra recuerda las miradas de pasmo en el público al presenciar un show de rock colombiano por primera vez, comparando la emoción con lo que debió haber sido ver a Jimi Hendrix en los años 60: «Ver a alguien con una barba como la de Sierra tocando riffs era algo fascinante para ellos». La euforia fue tal que, cuando la banda animó a la audiencia a saltar, la policía intervino para restaurar el orden, creando un momento de tensión que dejó claro cómo el rock puede romper barreras, incluso en un contexto de estrictas normas.
A pesar de las restricciones en sus shows, como no lanzar objetos al público o evitar un contacto físico que pudiera desbordar las emociones, la agrupación logró ofrecer una culturización del rock colombiano, controlando la energía en un ambiente con “emoción, pero bajo control”. Esta gira no solo fue un regalo de aniversario, sino un hito en su trayectoria, un momento para compartir la esencia del rock en una cultura rica y compleja de impresionar.
De China a Manizales
Sin embargo, la conexión de La Doble A con Manizales se remonta a 2009, cuando Nadie —otro icónico grupo de punk colombiano— formó parte del cartel del Festival Grita. “Soy parcero de Juan David, el bajista de Nadie, y desde ese año comenzamos a venir a ver el Festival. El año pasado estuve en la ciudad con Las Ratas Podridas, pero ahora con La Doble A, fue a otro nivel”, compartió el vocalista. Con esta mezcla de pasado y presente, su regreso se transformó en algo más que un simple concierto; fue una reafirmación de sus raíces y un tributo a la conexión que siempre han mantenido con el público de Manizales.
Para Nicolás Parra, la conexión con el rock es una necesidad vital. «Yo necesito el rock and roll y La Doble A es el vehículo que me lleva ahí», afirma. La relación con Sierra, su compañero de banda, ha crecido entre desacuerdos y desafíos, pero también con momentos de renovación. Cada vez que sienten esa chispa creativa, la banda encuentra motivos para seguir en la búsqueda de nuevos escenarios que mantengan viva su música.
Para ellos, la banda es como criar a un hijo: una labor constante de alimentar y nutrir el proyecto para que crezca con vitalidad. Tras el Festival Grita, agotados por el show y el viaje, Parra y Sierra volvieron a casa para seguir trabajando. Sierra tomó su guitarra, mientras Parra se dedicó a grabar nuevas maquetas para compartirlas con él. Esa dedicación, aun después de un concierto intenso, demuestra que ilusión de crear música después de 25 años sigue viva. «Mientras esté esa chispa, la banda seguramente seguirá haciendo ruido», asegura Parra.
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