Carlos Salgado, Elisa Trujillo y Juan Pablo Jara componen un intrigante y seductor trío de post-pop-rock en español. En 2018 lanzaron digitalmente su nuevo álbum Elemento 27 y estrenaron dos de sus canciones para Sesiones Alternativa.
Texto por Juan Pardo
Fotografías por Lania Lex
Una mantis religiosa se come poco a poco la cabeza de su desdichado compañero de apareamiento. Extraño sí, pero es la imagen que irrumpe en la mente al escuchar Estará, una de las canciones de Elemento 27, el primer disco de María Ambivalente.
Quizás la impresión de aquella cruel, pero natural escena bien podría relacionarse con el particular sonido y frecuencia de esta atractiva banda manizaleña. Impulsos, instintos e indecisiones terminan por convertirse en nueve canciones que, durante un poco más de 30 minutos, enfrascan a quien las escucha en una oscura e incierta, pero romántica cita a ciegas.
“Casi siempre llegamos de un tropezón en el sexo para encontrar el amor”…
Comenta Carlos Salgado en medio de una risa nerviosa. La pregunta inicial hacía referencia a esa dualidad siempre latente entre dos asuntos tan indispensables para todos como lo son el amor y el sexo.
Carlos es el cantante, productor y guitarrista de María Ambivalente quien, junto a la precisa y robusta ejecución de Elisa Trujillo (bajo) y Juan Pablo Jara (batería), encarnan un poderoso trío capaz de sonar como una orgía, ya sea sobre recorridos escenarios como el de Manizales Grita Rock, o en la plácida comodidad de su estudio de grabación.
El hogar de creación
Un amplio sótano se revela tras bajar por unas angostas escaleras de caracol. Una guitarra, un bajo y una batería, más un sinfín de amplificadores, micrófonos, cables y pedales, se encuentran esparcidos por todo el suelo.
Al echar un rápido vistazo por el lugar se hace presente la sensación de estar dentro de una película independiente: sobre las paredes cuelgan misteriosos cuadros abstractos, hacia el fondo una espada samurái descansa sobre una chimenea y dentro de un espejo en mosaico se reflejan un tótem y un estante con botellas de vino vacías.
En medio de este amañador y llamativo espacio se han compuesto, ensayado y grabado una gran cantidad de canciones durante un largo periodo de ocho años. Sí, porque este es un proyecto que ha logrado aprovechar los beneficios de la paciencia y ha alcanzado justo ahora un nivel de madurez y evolución artística y musical apropiado, frutos del esfuerzo.
“La historia fantaseó, la encarnación de una doctrina ideal, el cuerpo perpetró, por un sendero perturbado casi anormal. Era la razón, la posesión de esa transformación, de ese deseo dominante, primer recuerdo al dolor, con supuesta intuición, aquí y allá, cómo se va…”
Con este jugueteo de palabras y significados arranca Oscura, una de las tantas canciones destacadas del álbum y que, en solo 2 minutos con 40 segundos, funciona como ejemplo para exhibir y demostrar la diversa gama y niveles de atmósferas, sonidos, emociones y líricas con las que Carlos, Elisa y Jara se dan el lujo y placer de ecualizar y maniobrar.
La música y el clímax
Desde un segundo cuarto de este sótano, donde se encuentra el máster y la consola de grabación, continúan resonando una a una las canciones e historias que componen Elemento 27. Estamos cerca del final y ahora el turno es para Veneno:
“Quiero probarte, sentirte, decirte lo siento. Aquí en un espejo todo es un hueco. Amárrate, córtate, ya no es un juego, sintiéndolo fuerte, siente el veneno…”
Truenos, fuegos pirotécnicos y lluvia. Sobre una calle a mitad de la noche el cuerpo de una persona comienza a transformarse contra su voluntad en un animal y, hacia el final de su transmutación, sucumbe ante la fuerza del hambre…
Otra extraña escena que logra colarse en la consciencia, aunque también podría funcionar para la idea de un videoclip. Un tigre, un carnero y un unicornio, ese es el salvaje tríptico que compone la hipnótica portada del álbum, la cual está ilustrada bellamente por San Espina, artista argentino nacionalizado por el tiempo como manizaleño (recomendamos conocer su trabajo: @sanespina).
Y en medio de las bestias destaca el fuerte rostro de una mujer cuyo ojo izquierdo es una luna en creciente, mientras el derecho dirige su mirada al horizonte. ¿Podría ser su nombre, acaso, el de María? “María es una palabra que puede llevarse a una mayor grandeza que la de su propio significado de mujer”, aclara Carlos mientras se fuma lentamente un cigarro en el tercer cuarto del sótano/estudio/casa.
Sí, tres son los espacios que juntos forman un búnker de sonido y creación llamado CasaMown711, el cual ha sido visitado también por artistas nacionales y locales como Tambor Hembra, Eriados, Antología, In The Vox y Señor Groove.
¿Pero entonces qué sucede con el apellido de este supuesto nombre? Según internet, la ambivalencia se refiere a “un estado, temporal o permanente, donde conviven dos sentimientos, generalmente, opuestos”. Lo concreto es que las canciones del grupo sí hablan sobre “la complejidad del individuo que vive dominado por circunstancias, bandos de naturaleza social como lo son la figura de la mujer y el hombre”.
Este podría ser el caso de Víctimas, que como diría Edson Velandia, es la balada que a este compact disk le hacía falta:Carlos explica que en las letras nunca se especifica si es hombre o mujer el protagonista de la historia, pero que ambos se pueden interpretar de la misma manera.
El silencio se apodera nuevamente del ambiente del sótano cuando termina de sonar la nota final del disco. Por ahora solo queda el optimismo y el deseo de que se replique de hogar en hogar la vibración del Elemento 27.
“Solo fuimos parte en el tiempo, no lo planeamos, solo lo sentimos, después lo hicimos. No entiendo mi vida, fuiste mi baúl de sentimientos, fuiste una compañía, jamás mi deseo, hasta hoy…”