Columna de opinión por: Stefanny Gutiérrez
¡De tantas cosas podría escribir! Los temas me persiguen (…) Pero «me duele una mujer en todo el cuerpo» como dijo Jorge Luis Borges en su poema «El amenazado» y no me duele porque no haya optado como pareja sexual por ese sexo, ya que soy hasta ahora heterosexual redomada, sino porque siendo mujer me pertenecen los dolores e injusticias contra mi género y cuando veo la ligereza con que foros y notables ciudadanos discuten sobre los cuerpos y funciones de nosotras, las féminas, me duele el cuerpo.
Gioconda Belli
Desde hace algunos meses está en boca de la sociedad colombiana la despenalización del aborto. Pensé entonces, al escuchar las acaloradas discusiones que se gestaron en las últimas semanas y darme cuenta de lo teñidas de machismo y misoginia que estaban, que sería una oportunidad para reflexionar sobre las perspectivas que pueden representar para a nosotras, las mujeres, una posición de pasividad, inequidad e injusticia. ¿Qué otro momento sino este mes y esta coyuntura para preguntarnos por estas cuestiones?
No está de más decir que la presente reflexión la hago desde la humildad que me confiere el reconocimiento de que este es un asunto complejo que tiene dimensiones morales, filosóficas, religiosas y políticas que darían para una discusión mucho más larga. Más bien, lo hago desde la única experiencia que sé que domino a la perfección: la experiencia de ser mujer. Porque como lo dijo Gioconda Belli “me duele una mujer en todo el cuerpo”, y en los últimos días, me duele una mujer colombiana en todo el cuerpo.
Preguntémonos, entonces, si a quienes hacen las leyes —nótese aquí que no dije ‘hombres’, aun cuando son ellos quienes representan actualmente a la Corte Constitucional y han hecho las leyes desde hace siglos— les duelen las mujeres colombianas en sus cuerpos. Preguntémonos si es posible que les duelan en sus cuerpos (masculinos) las mujeres que, ante las pocas opciones, sufren, o peor, mueren encontrando soluciones clandestinas; cuando está en sus manos darles oportunidad de vivir.
Preguntémonos si es posible que a ellos les duelan en sus cuerpos (bañados en privilegios) las mujeres que por desinformación, falta de recursos, ignorancia, violencia y, más que nada, abandono del Estado, no han tenido la opción de decidir sobre su sexualidad y su maternidad.
Será posible que les duelan a ellos en sus cuerpos (incapaces de experimentar embarazo) las mujeres que, aun cumpliendo con alguna de las tres causales estipuladas en la ley, no son atendidas oportunamente y son obligadas a convertirse en madres en contra de su voluntad, o peor, son obligadas a ser madres de fetos sin vida. Porque está visto que aun teniendo la ley de su lado, el sistema, gobernado por mentalidades machistas, por ideologías conservadoras y retrógradas, encuentra mil argumentos para decidir sobre sus cuerpos.
Preguntémonos, sobre todo, si es posible un nivel tal de empatía cuando nuestras historias, nuestros cuerpos, nuestra identidad y nuestras maneras de habitar el mundo son tan diferentes a las suyas; cuando no han tenido que sufrir las innumerables violencias físicas, simbólicas, económicas y de todo orden que nosotras sí hemos soportado durante años. En efecto, no, no es posible; y sin embargo son ellos, los hombres (el pensamiento masculino, más que nada) quienes están tomando las decisiones sobre nuestros asuntos.
Y digo ‘nuestros asuntos’ porque así es, un asunto que nos ataña primordialmente a nosotras, aun cuando no nos embarazamos solas, aun cuando tenemos un compañero que nos apoya, aun cuando él ha hecho un aporte fundamental para generar vida. Sigue siendo una responsabilidad femenina. Mucho más en un país machista y patriarcal, en donde las responsabilidades y el significado de ser padre y madre son tan inequitativos ¿O me van a decir que se juzga de la misma manera a las mujeres que abandonan a sus hijos y a los padres que lo hacen igualmente? No, ellos tienen varias formas de elegir —en cualquier momento— no ser padres.
«Uno de los mitos favoritos de la mentalidad conservadora estriba precisamente en que toda mujer es una madre en potencia» Kate Millet.
Es por estas y muchas otras razones que cada día son más las mujeres que deciden no ser madres nunca en su vida; y está bien, porque es una opción que eligieron; porque desde lo más profundo de su ser y con responsabilidad deciden sobre sus cuerpos y sus vidas; porque, por primera vez, están eligiendo formas de realizarse que van más allá de ser madres, casarse y conformar una familia tradicional. Y este es precisamente el quid de la cuestión: la posibilidad de elegir.
Un país que cierra la puerta a la interrupción voluntaria del embarazo, que se cierra a la posibilidad de elegir que debería tener la mujer sobre su propio cuerpo —opción que tienen los hombres más que implantada— es un país que obliga a sus mujeres a vivir al servicio de una sociedad injusta que las ve como máquinas gestantes, es un país que seguirá ejerciendo sobre sus cuerpos el poder masculino y es un país que se aleja cada vez más de la equidad entre hombres y mujeres.