En toda fotografía se narran varias historias, pero solo una mirada cuidadosa permite ver lo que se cuenta desde lo que usualmente se ignora. Es como si la primera historia se limitara a un plano superficial, el cual está atado irremediablemente a su referente físico. Detrás de esta se encuentra la segunda parte de la historia, que ocurre tras bambalinas y que funciona de manera simbiótica con la primera.
Texto por @nosoydaniel Fotografía por @c.davidsanchez
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En la fotografía de inmersión, este segundo relato toma protagonismo, pues se evidencia la cercanía entre fotógrafo y objeto más que en cualquier otro estilo. Mirando al otro como un igual es como el fotógrafo que hace inmersión logra salir de su rol como narrador externo para comenzar a ser parte del paisaje mostrado en sus fotos.
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En Porte ilegal de caras, David Sánchez documenta al estilo de Nan Goldín la contracultura manizaleña. En esta serie, el punk sirve como excusa para mostrar a través de la sangre, los golpes y el ruido, las historias que cuentan los rostros sudorosos capturados en sus rollos fotográficos.
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“Como fotógrafo soy consciente de que la búsqueda en mis imágenes está determinada principalmente por mis gustos estéticos -forjados desde mi historicidad-, mi subconsciente y mis espacios de coexistencia, donde muestro otra dimensión estética no propiamente ligada a la estética clásica aristotélica. En mis fotografías los subordinados, la muerte y lo subterráneo adquieren nueva belleza. La fotografía analógica que es el medio por el cual resuelvo todo este apetito pragmático, me ha llevado a procesos creativos que cambiaron no solo mi discurso artístico, en contraparte cambiaron mis estructuras personales sustancialmente, donde hacer imágenes se ha convertido en una forma de vida que no da tregua, pero me da la posibilidad de tomar la ciudad y des-trivializarla, salir de ese domo del mundo convencional”