Texto y fotos: Ramiro Bello Gómez
Me llamo Ramiro Bello Gómez. Me dedico a la arqueología, antropología y fotografía. Estudié arqueología en la Universidad Mayor de San Andrés, La Paz (Bolivia) y me especializo en fotografía social. Trabajo desde hace poco más de 15 años en el campo de la fotografía (antes de especializarme), con enfoque en el documental o la antropológica -aunque también tengo series fotográficas con refotografía-.
No me dedico a la fotografía a tiempo completo, aunque trato de integrarla a todos los proyectos en los que esté involucrado. No tengo exposiciones personales y colectivamente he expuesto una sola vez para el Congreso Argentino de Antropología Social en el año 2020.
Mis intereses investigativos y fotográficos convergen en memoria, antropología audiovisual, arqueología del punto de vista, poder e imagen y semiología.
Creo que ahora mismo no tengo influencias visuales, aunque aprecio y sigo a muchxs fotógrafxs . Sin embargo las obras Tonino Delli Colli, quien fuera el director de fotografía de Sergio Leone y Mitchell Caneshkevich que, además ha influido en mi necesidad de buscar mi propia manera de ver, han sido mis influencias por varios años.
La memoria del Qhapaq Ñan a través del lente
“La fiesta, oportunidad para reunir al grupo, articula a sus miembros en un sistema de ‘relaciones interindividuales’, condición previa para que la memoria colectiva pueda reactivar los ‘mecanismos motores, vocales o gestuales, legados por los antepasados’. La fiesta estructura al grupo y a la vez lo reproduce como grupo», (Saignes, Th. 1993. Borrachera y Memoria, La experiencia de lo sagrado en los Andes. Pág. 38. La Paz: HisBol/IFEA).
Mantener la memoria con el cuerpo es una forma de eternamente retornar, romper con el tiempo histórico entre alcoholes de colores y frenesí coreográfico y revolver a la memoria. La cita de Saignes se refiere a la fiesta en los Andes y, por supuesto, sucede en el corazón de los Andes Centrales, en Andamarca, comunidad del municipio de Guaqui, en el departamento de La Paz, Bolivia.
La segunda semana de octubre se celebra la fiesta de Tutiris Wayle, una mezcla entre celebraciones, por un lado la de lxs adultos mayores solterxs, a quienes se les dice Tutiris y a lo que se debe el nombre de la fiesta; y, por otro, al ejercicio mnemotécnico performático del tráfico de productos que circularon (hasta la colonia) desde las cuencas amazónica y chacoplatense hasta los Andes a través del Qhapaq Ñan (red de caminos prehispánicos).
El bloque coreográfico errático se desarrolla entre bailes en pareja o individuales de personajes con vestimentas típicas-paródicas de varios pisos ecológicos como los valles interandinos, el chaco, las yungas y la Amazonía.
Lxs actorxs reparten y tiran fruta mientras beben y danzan al mismo tiempo, además de un conjunto de elementos que atavían el baile y a lxs actorxs, como un burro jalado por unx de lxs tutiris, o el látigo con el que juega flagelando el personaje de “caporal” o capataz, en una mano, y en la otra una yuca, asimismo una mujer afro carga en su espalda con un/a bebé de plástico en su aguayo (textil andino de fibras de camélido), por mencionar algunxs. Al cuerpo de baile acompaña una tropa (orquesta) de instrumentos autóctonos y un trío femenino de coristas que bailan y salmodian cantos en aymara.
El alcance temporal de este baile se remonta a la colonia. El proyecto dentro el que se enmarca esta serie de fotografías tuvo como finalidad generar carpetas y la patrimonialización municipal del baile. Este proyecto fue financiado por el Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD) y ejecutado a través del Ministerio de Cultura y Turismo del Estado Plurinacional de Bolivia.
«Dejar jugar la complicidad silenciosa entre el objeto y los objetivos, entre las apariencias y la técnica, entre la cualidad física de la luz y la complejidad metafísica del instrumento técnico, sin hacer intervenir ni la visión ni el sentido. Pues es el objeto quien nos ve, es el objeto quien nos sueña. Es el mundo quien nos refleja, es el mundo quien nos piensa. Esta es la regla fundamental.» (Baudrillar, J. 2004. Porqué la ilusión no se opone a la realidad. En CIC Cuadernos de Información y Comunicación, núm. 9, págs. 193-202. Universidad Complutense).