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Resonando en la montaña

Texto: Daniel Díaz Cardona

Fotografías: Andrés C. Valencia

Entre las cúspides de algunos fragmentos de las cordilleras de los andes, más exactamente en aquel antaño Eje Cafetero, ahora Triángulo del Café y acercándonos un poco más, percibimos la capital más fría de esa región en la que sus habitantes crean, producen y recrean año tras año eventos con mucha trayectoria y otros que apenas empiezan a consolidarse como el Festival de Música Andina Colombiana Fabio Alberto Ramírez o el Festival Resonante Kumanday, este último, que a pesar de los ritmos autóctonos de la zona, se obstina en traer otra parte de nuestro folclor nacional, más particularmente el folclor sonoro del norte de nuestro país, un conjunto de músicas originarias de las planicies cálidas de municipios con apellido común De La Loba, esta vez resonando en las frías, empinadas y húmedas laderas de esta ciudad de oídos despiertos.

Si bien la música de las respectivas costas colombianas tiende a ser más alegre, y comúnmente la relacionan con la rumba, el disfrute, el cuerpo…, quizá debido a que las temperaturas cálidas invitan al movimiento, dichos sonidos no son únicamente apreciados en su región, sino que como hemos visto, tiene el poder de transgredir fronteras nacionales e internacionales tanto en el ámbito más comercialmente funcional como en el espectro más intimista y particular. El reconocer las luchas, las identidades y la misma historia por medio de la música nos hace parte de la construcción diversa que significa Colombia, quizá por eso sea tan importante el intercambio de expresiones culturales entre diferentes zonas de nuestro territorio, o como lo dice Maria José Gallego, cantante de Tambor Hembra:

“Es necesario que todos conozcamos acerca de toda nuestra cultura y diversidad colombiana, estando en la región central del país, tenemos un poco más marcada esa influencia de la música andina colombiana, y pienso que es muy importante reconocer esa diversidad, esa variedad de ritmos, de música, de formatos instrumentales, de danzas, bueno, toda esa riqueza cultural que tenemos en todo el territorio.” 

El ritmo de la lluvia y la neblina que se mantiene sobre las abundantes arboledas e irregulares geografías de Manizales, resuenan y se fusionan con Aguabajo, Bullerengue, Currulao, Porro o quizá con una Cumbia, transformando las sonoridades hacia las ya denominadas cumbias andinas, como La Brecha de Luz Marina Posada por ejemplo, y que lejos de ser o considerarse un ritmo envejecido, en el mal sentido de la palabra, se renueva constantemente con propuestas tradicionales y más actualizadas, como es el caso de Systema Solar, Mitú, El Caribe Funk, Zultan o los trejos brothers, que mezclan música tradicional con sonidos electrónicos considerados más recientes y actuales.

El segundo Festival Kumanday trajo consigo un puñado de tremendos artistas como Tambor Hembra, Los Trejos Brothers, Yimalá y Diana Ramírez Córdoba, sin embargo, la situación de salud pública bien conocida y vivida por todos, hizo más complicada la búsqueda de la financiación que se logró superar generando un festival abierto y gratuito, obviamente con las limitaciones evidentes que trae consigo la pandemia. Hacer festivales en estos momentos es un mensaje sobre la resiliencia de la cultura, que la reconoce como punto importante en el bienestar físico y psicológico de las personas, en algunas ocasiones, según dicen, un artefacto de consumo que nos mantiene cuerdos o sanamente trastornados en un contexto complicado y desmoralizador.

Tanto para asistentes como para intérpretes, regresar a escenarios ha sido un escape para regresar al propio centro, un espacio enriquecedor y necesario en la construcción de individualidad y comunidad desde el sonido y la cultura, un proceso que se fortalece con proyectos como la Escuela Popular Tambor Hembra, que puso en escena a cerca de 80 mujeres interpretando ritmos típicos del norte de nuestro país.

Diana Ramírez, cantaora de Bullerengue, del grupo Punta Candela de Bucaramanga   

“En Manizales pasa algo parecido que en Bucaramanga, no son territorios de Bullerengue, ni de bailes cantados, y nos estamos apersonado de la cultura, eso me llena de emoción al saber que esos bailes no van a acabar”

“Yo seguía el proceso de Tambor Hembra por redes sociales, nunca había tenido la oportunidad de compartir con ellas, son unas chicas con una energía, el trabajo espectacular, delicioso, impecable y Juan Manuel está haciendo un trabajo impresionante.”

Resonantes lleva semanas de haber terminado su segunda versión y sin embargo, estelas de lo que fue y lo que viene para el próximo año aún se escuchan en el ambiente.

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